martes, 8 de noviembre de 2011

Aun con esta soledad

Foto: Letizia P.

Aun en esta soledad tengo el privilegio de conocer gente que me hacen pensar lo bueno que es estar solo. De reconocer que la gente no tiene una vida, que se encargan de invadir las otras y hacerme adoptar su agenda. Yo, tan timorato de nostalgia, quisiera llevarme de encuentro una que otra presencia, mas sin embargo estas lunas que engalanan mi almohada y me revientan con poses de indiferencia, quisieran arrastrarme a ese enigma que son tus vellos, que he deseado tanto lamer mientras me arrastro cada noche de retorno a casa.
Aquí, mientras pasas con tus secretos en la penumbra de mi cama; que si quisieras con una sola señal podría ser nuestra; imagino lo demoniaco de ese olor no de amonio ni de matrices nupciales, sino de enfrascada moral olvidada. Me baña de ilusión cada cierta hora que no vienes, (estoy demasiado ebrio, ebrio de mí y de lo que no soy). Quizá lo olvides al pasar la aguja del tiempo, mas no me importa, yo también olvido y te recuerdo, te evoco en tu demencia que me gusta tanto como cuando dices buenas noches y te desnudas de mi en los pensamientos.
Lo se porque te he visto, porque te espío aun con mi miedo a que no lo comprendas, porque se que en el fondo, ahí donde habito, esperas que yo también te sorprenda hurgando esto que el mundo llama deseo.
Mi nombre, que es la síntesis de lo que soy, te ahuyenta. Quizá porque no aparece en tarjetas ni en  las presentaciones de los viernes, mucho menos está esculpido en piedra o en canastos, es solo un dato, un estandarte que no trasciende los 272 mil kilómetros cuadrados que abarcan este manicomio. Es un portavoz de lo que calla cuando no tiene más argumentos que el presentarse tal cual es. Así me observo. Y lo veo en tu mirada a la cual le soy indiferente. Tú callas. Yo existo en la contraportada vacua de una mala pasada; de esas que se desechan con el siguiente trago y aun más allá con la risa de lo que genera esto que digo apenas con las palabras que me has enseñado.
Que otra cosa puedo decir, más que me estoy inventando una vida solo para que la invadas y así sentir que al menos tengo algo de lo que puedas apropiarte. Si tan solo una señal tuya pasara por el limbo de mi puerta que -como sabes- permanece siempre abierta a tu llegada.