Estábamos retozando un poco y casi me quedaba dormido, cuando a Mabel se le ocurrió conversar sobre el amor. Maldito momento para hablar de ello, acabas de echar tu mejor polvo en los últimos dos años y lo que menos querés es hablar, solo reposar un poco y disfrutarlo.
Estás a punto de casarte y yo solo quiero que nos mantengamos como amantes -le dije un poco molesto-.
¿Desde cuando te has hecho tan frio? -me reclamó-.
Desde aquella inolvidable tarde en que me dijiste que yo era una mierda y que jamás te enamorarías de mí.
Mabel intentó reír, realmente nunca se sabía cuando yo bromeaba o decía algo en serio. La verdad no se si alguna vez he dicho algo en serio. Pero todo esto es una explicación que no venía al caso, esta rutina de desvelarme mucho últimamente me obligaba a dormir un poco. Mabel solo cerró los ojos, expulsó un suspiro como de resignación y dio la vuelta mostrándome su menuda espalda.
Estaba por abrazarla y conciliar mi sueño, cuando ella dio un repentino salto que casi me mata del susto. No entendía que ocurría.
Sabes qué, dijo, creo que tu problema es que te sentís solo, estas todo el tiempo preocupado por encontrar a alguien con quien pasar el resto de tu vida, que la estas echando a perder, estas desperdiciando tus mejores años obsesionado por tener sexo, que te olvidaste de lo maravilloso que puede ser el amor.
Oye, aunque no lo creás soy un tipo bastante sensible, sufro continuamente y me siento solo, se que es irónico sentirse solo en una ciudad cuya densidad de población es de 1,768 habitantes por kilómetro cuadrado, pero suele sucederme. Sabés, me trauma saber que cada segundo hay parejas teniendo sexo mientras yo no paso de ir al baño, embriagarme y dormir; por ejemplo cuando voy por la calle me gusta pasar por los moteles y ver todas esas puertas cerradas como señal de que hay alguna pareja ocupando las habitaciones. Así me imagino que no todo anda mal por esta ciudad.
Por cierto ¿querés ir a un motel conmigo ahora? Ni siquiera tenés carro. Ni siquiera se si querés ir conmigo; es que sabés, tengo una adicción con los moteles, solo he ido una vez pero quedé adicto, se pueden hacer muchas cosas ahí dentro.
Mabel volvió a darme la espalda y fue ella quien logro dormir. Yo me quede recreando mis fantasías por un rato, hasta que me dieron ganas de ir al baño. Esos era momentos en que te acordás que la vida a veces suele ser miserable.
simplemente me gusta mucho tus escritos
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