Pero hablando de puntos. Hay
puntos negros, puntos blancos, puntos desteñidos, puntos de colores. Puntos
seguidos, aparte y finales; también hay puntos y comas y hay gomas y punto. Puntos
distorsionados fuera de todo punto, poco serios que parecen asteriscos.
Hay puntos que se multiplican
en el sube y baja de wall street y se inflan en los créditos bancarios. Puntos
que se canjean en cualquier supermercado o por una canasta llena de puntos. Malditos
putos puntos que se atraviesan a la vista confundidos. Puntos estadísticos que
sumados dejan de serlo y se convierten solo en agujeros.
Hay puntos que viajan sobre los
aeropuertos que se creen apuntes. Hay puntos de apoyo y puntos cardinales. Hay
puntos en la mira de un fusil y puntos en el centro de una diana. A donde uno
apunte y dispare, apunte y tome notas, habrá puntuado puntual o impuntual, un
nuevo punto de abordo.
Hay puntos de sutura, que son
los que duelen. Pero también hay puntos de bordado que son los que tejen. Puntos
de inflexión y puntos de inflamación. Hay punto G y punto cero. Puntos de
salida y puntos de llegada. Hay punto rojo y más tarde algún antojo en algún
punto del cuerpo.
Pero a mí, los que más me
gustan son los puntos de encuentro. Esos donde cada noche, buscando nuestros
puntos disfrazados de lunares, nos hacen llegar a un punto en común que atendiendo
a nuestras coordenadas, nos acerca a un espacio específico. Desde el punto de
vista donde se apuntan nuestras miradas.
Erick Barrera Tomasino.
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