La tarde en que
murieron los árboles
Erick Tomasino.
Cuando se anunciaron los trabajos de
construcción de los nuevos edificios en la Facultad como parte de la remodelación
producto de los XIX Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2002, hubo mucha
expectativa sobre la distribución de los nuevos espacios, pero también mucha crítica
por la deforestación de buena parte del bosquecito.
El bosquecito era un maravilloso paisaje
poblado de buena cantidad de árboles en los que predominaban inmensos palos de
arrayán –entre otras especies- ubicado entre las aulas 2, 3, 11, 12 y la “canchita”
de fútbol, que además cubría el viejo cafetín en el cual casi todas las tardes
nos reuníamos a escuchar las guitarreadas, o donde se hacían las “peñas
culturales” o en el cual muchos otros se juntaban para jugar con las
interminables partidas de Yi-Gi-Oh! Puesto que la baraja no era bien vista.
Aquel sitio era el punto de encuentro
privilegiado por su amplitud y porque al estar en medio de la vegetación se
volvía la mejor alternativa para aguantar las tardes de calor. Eso hasta que
iniciaron los trabajos…
Recuerdo que una tarde mientras estaba
sentado ‘estudiando’ y tomando el infaltable café vespertino, el ruido de las
motosierras invadía el entorno, ni la música de los altavoces ni los coros improvisados
de quienes llegaban a compartir sus canciones podían contra la bulla de
aquellos aparatos destructivos, la ‘modernización’ traía consigo la destrucción
del paisaje y de la vida que aquel bosquecito nos ofrecía. Vi a mi alrededor y
noté que no todas la personas tenían la misma preocupación que yo sentía –al menos
en apariencia- así que me decidí a escribir algo en ese momento:
TARDE EN QUE MURIERON LOS ÁRBOLES
Se decía que iban a estar
pero nadie dijo van a estar
unos dijeron podrán quedarse
los más sumisos expresaron
deberán quedarse
Otros solo los vieron y callaron
otros se cayeron y no los vieron
otros vieron que se caían y no vieron
Después de todo nos dimos cuenta
que ya no estaban
en la lógica posición vertical
que poseían según la costumbre
Un par de ellos aplaudían
mientras muchos los lloraban
y cuando entre todos debatían
qué era lo mejor
nuestras sombras se seguían amando
bajo el ramaje
que aún quedaba con vida.
Inicio de los trabajos de desmantelamiento del cafetín y deforestación del bosquecito. |
Días después, colocaron unas láminas e
impidieron el paso. Con el tiempo, aquello dejó de ser el bosquecito y se
convirtió en el edificio de usos múltiples que ahora alberga importantes
oficinas administrativas de la Facultad. Con el tiempo se seguiría construyendo
y no quedaría ni un una huella, ni un ramaje que atestiguara la convivencia de
generaciones de estudiantes realizaron a la sombra de aquellos árboles hermosos.
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