Entre mayo de 2006 y mayo de 2007, tuve la experiencia de trabajar como profesor auxiliar en la escuela de la comunidad Huisisilapa, ubicada en el municipio de San Pablo Tacachico, en del departamento de La Libertad, pero justo en la frontera con el municipio de El Paisnal del departamento de San Salvador.
En ese tiempo daba, además de lástima, clases de Psicología de la Adolescencia, Seminario de Investigación y ¡Contabilidad! para estudiantes de primero y segundo años de bachillerato.
Fue una experiencia muy aleccionadora desde muchos puntos de vista. Primero por todo lo que me habían hablado de la comunidad, querer compartir las vivencias junto a una población que por causas de la guerra tuvo que permanecer en los refugios del Mesa Grande en Honduras y quienes, como muchas otras, lucharon por su derecho a retornar al país del que se sentían parte (la mayor parte de las familias eran originarias de Cabañas y Chalatenango) hasta el punto de reconstruir su vida en una zona que les fue asignada. La experiencia organizativa de ellos se me planteaba como una gran posibilidad de aprendizaje.
Tengo que admitir que no me fue fácil. El desconocimiento casi absoluto de las relaciones que se habían tejido y una dosis de pedantismo por ser un ente "externo" quizá no me permitieron comprender muchas cosas, lo cual generó más de algún desencuentro con personas de la comunidad a las cuales todavía les guardo mucho afecto.
Otro punto fue saber vivir en condiciones pocas veces valorada, como el aprovechar la sombra de un árbol para leer o conversar con la familia de adopción, caminar bajo senderos oscuros teniendo como referencia cierto tipo de árbol para saber que uno iba a destino hasta preferir bañarse en el río [Sucio] porque el agua se sentía más fresca. Vivencias que ya había tenido en infancia, pero que no había disfrutado tanto como en esta comunidad.
También aprendí sobre el valor de la vida, tanto propia como de las personas cercanas. Vivir con el miedo de que algo podía pasar generó sentimientos de afinidad muy profundos con algunas personas, más de alguna vez tuvimos que correr porque la amenaza de la muerte susurraba como el viento en medio de los árboles de ceiba que son abundantes en Huisisilapa.
Hay muchas anécdotas de aquellos años, pero les dejo con un vídeo hecho con fotos, no se por quien, que me han hecho recordar. A lo mejor, a partir de ahora empiece a contarles poco a poco de lo vivido por aquellos tiempos.
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