MEDEA
¿De
qué te sirve, bruja,
la
cosmética en tu rostro y los vestidos?
No
será Jasón el que te admire.
No
será Jasón el que te busque.
Lejos
los días de manos tibias.
Idas
las noches del batir constante.
Se
quemó tu risa al arribar a Yolcos.
Se
quemó el delirio de la sed primera.
¿De
qué te sirve el sabio encanto?
¿De
qué te sirven, extranjera,
conjuros para siempre
socorrerle?
No
será Jasón el que sonría.
No
será Jasón al que le importe más allá de usarte.
Por
él, los toros ígneos de la Cólquide.
Por
él, la serpiente del vellón de oro.
Por
él…
El
ronco patio de la infancia.
La
calle hacia el templo de la Diosa.
El
ágil brazo de tu padre…
¡Cuánto
al partir de Colcos mataste, hija del sol!
¿De
qué te sirve ahora la venganza?
¿De
qué te sirve, Medea,
el reproche por los días ya
lejanos?
No
es Jasón el que ha de oírte.
No
es Jasón el que regresa.
¿Sabrás
decir el rumbo de tus manos?
¿Sabrás
decir el llanto que pariste?
Sabrás
que nunca viste el rostro que mordiste.
Que
la tierna carne muerta era tu propia carne.
Que
nunca más Jasón será el Jasón de la primicia.
Que
nunca fue Jasón el éxtasis del alba que esperabas.
Que
no es Jasón el que hoy abrasas.
Medea,
solar
Medea,
de
nada sirve la cosmética, el vestido,
si
ya al partir de Yolcos el navío te cortaba en mil pedazos la razón.
Sabrás
que ha sido inútil, bella.
Nunca
más Jasón será el Jasón de la primicia.
Sabrás
que la sandalia se perdió en el lodo
y no regresa.
EL
DOMADOR DE CABALLOS
Estás
oculta en un rincón aparte.
A
medio punto tejes casi a ciegas
un
manto grueso, púrpura y muy largo,
salpicado
de flores de colores
que
has bordado mecánica, hábilmente.
Hebra
en tus dedos pálidos: derecho.
Máquina
ansiosa y perfección: revés.
Los
trenzados adornos del tocado
apenas
brillan al candil que lanza
su
luz perdida… y alta la techumbre.
La
sombra de tu velo casi inmóvil,
apenas
sostenido en la diadema,
te
enreda en la pared y te contiene.
¡Qué
bello lo obtuviste de la diosa!
¡Qué
alegre te veías de su mano!
¡Qué
fuerte te abrazaba sobre el carro
mientras
entrabas a vivir en Troya!
La
médula del niño está en el plato.
Después
se dormirá con la nodriza.
El
ruido del fogón te reconforta.
El
agua se calienta para el baño
cuando
vuelva agotado de los golpes,
cuando
tibio le laves las heridas,
cuando
tibio lo mires a los ojos.
Ya
bajo el fuego el trípode te anuncia
que
dejes las agujas y tu manto,
y
esperes destejerte entre sus brazos.
Apartas
lento el velo de tu oreja,
pero
no oyes las puertas que se empujan,
sólo
un leve rumor que desde afuera
te
va a romper el cráneo contra el muro.
La
luz en el candil se descompone.
Ansiosa
tiras todo contra el piso.
El
agua hierve loca y pareciera
llamarte
a voces no vayas afuera
mientras
ya sin control se desparrama.
El
fuego te ve ansiosa y descompuesta.
El
fuego sabe que el feroz Aquiles…
El
fuego bajo el trípode se calla.
ALBERTO
LÓPEZ SERRANO.
Salvadoreño.
Nació en Colón, La Libertad, el sábado 8 de enero de 1983. Es
profesor de idioma inglés y de matemáticas. Es miembro de la
Fundación Cultural Alkimia y desde enero de 2008 es coordinador de
los “Miércoles de Poesía” en la peña cultural de Alkimia y Los
Tacos de Paco, donde a la fecha van más de 12 años de labor
alkímica. Ha participado con lecturas en El Salvador, Nicaragua,
Guatemala, Costa Rica, Bolivia, Perú, Cuba y Honduras.. En enero
2013 fue nombrado Autor del Mes por parte del Plan Nacional de
Lectura y la Red Nacional de Bibliotecas Públicas.
Publicaciones:
La Nave que
Falta (2007),
Cien
Sonetos de Alberto (2009),
Y Qué
Imposible No Llamarte Ingle (2009
y 2011), Montaña
y otros poemas (2010),
“El
domador de caballos”
(2013).
En
línea: www.megasalbertos.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario