lunes, 18 de agosto de 2025

Álvar Castillo. Una vida dedicada a la música


Álvar Castillo. Una vida dedicada a la música

Por: Erick Tomasino.

Músico, compositor, director y arreglista, Álvar Castillo, nace en Sonsonate el 11 de febrero de 1960. A los cuatro años se muda a Sensuntepeque, en el departamento de Cabañas, ciudad en la que vivió hasta los 15 años para luego desplazarse a San Salvador.

Entre 1976 y 1978 estudia el bachillerato en artes opción música en el Centro Nacional de Artes [CENAR]. Aunque su primera opción era estudiar guitarra, debido a la falta de cupos para estudiar ese instrumento se especializa en piano. «Con la fortuna de tener una gran maestra japonesa: Michiko Masahi». En ese Centro, junto a los músicos Carlos Bautista, Raúl Cuéllar y Benjamín López Garay, fundan el grupo musical Unidad, «con la idea de hacer un gran grupo de música salvadoreña». Por esos años inicia la militancia política mediante la música, pues como grupo se adhieren al Movimiento de Cultura Popular [MCP] adscrito al Bloque Popular Revolucionario [BPR].

El 8 de mayo de 1979 ocurre la Masacre en gradas de Catedral. El BPR había convocado a una manifestación para marchar hacia la Catedral Metropolitana desde el Parque Cuscatlán, pero elementos de la Policía Nacional ocuparon el lugar obligando que la manifestación saliera del Cine Jardín de Mejicanos a las 11:05 A.M. Al llegar a Catedral para un nuevo mitin que exigió la libertad de los presos políticos, la Policía Nacional disparó contra los manifestantes, asesinó a 19 e hirió a 32.

Ante la impresión que les causó la masacre de las gradas de Catedral del 8 de mayo de 1979, el grupo Unidad decide renombrase como Grupo Mayo. Carlos Bautista deja la formación, quedando Raúl, Benjamín y Alvar. Esta agrupación realiza presentaciones en El Salvador, Honduras Costa Rica y Panamá. Compartiendo escenarios con referentes del movimiento de la nueva canción latinoamericana. Una anécdota curiosa es que en Panamá, «justo antes del concierto, los policías panameños nos retuvieron muy amablemente para presionar a la guerrilla salvadoreña para que desocuparan la embajada de Panamá en San Salvador, creo que fue el 14 de febrero de 1980».

Tras el asesinato de Monseñor Romero el 24 de marzo de 1980, el Grupo Mayo se disuelve, dejando algunas canciones originales dentro del repertorio de la música popular comprometida.

Como militante del Bloque Popular Revolucionario, Alvar Castillo realiza tareas de relaciones internacionales viajando a Ecuador y Panamá, lugares donde participa en actos en los que denuncia la represión que se vivía en El Salvador. A finales de mayo de 1980, junto al titiritero Roberto Franco, dirigente del MCP, viajan a Hungría, Bélgica, Alemania y España para participar en actividades de solidaridad con la lucha del pueblo salvadoreño.

De Europa se desplaza a México en diciembre de aquel año, donde se encuentra con Juan Chacón, por entonces Secretario General del Bloque Popular de Revolucionario [BPR]. En ese encuentro, Álvar le plantea su intención de continuar solo su carrera musical, pero él le orienta a integrarse al grupo Yolocamba I Ta quienes también se encontraban en ese país.

Exiliado en México, Álvar forma parte del Yolocamba que en esa época estaba integrado por Paulino Espinoza, Roberto Quezada, Franklin Quezada y Guillermo Cuéllar; con ellos realiza numerosas giras en ciudades de México, Canadá y Europa aportando con varias de sus composiciones al repertorio de la agrupación, siendo el tema Homenaje a Monseñor Romero (mejor conocida como Símbolo de Rebeldía) la más destacada.


En 1982, se separa del grupo -y de la militancia política- y decide continuar sus estudios, se inscribe en la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM], estudiando el nivel propedéutico entre 1984 y 1986.

En este tiempo también destaca como arreglista apoyando la producción del disco del grupo Guazapa «Señor Reagan, ¡oiga usted!» publicado por el sello Pentagrama en 1984. En esta producción se le acredita como director además de arreglista. «El grupo Guazapa, fue un grupo de salvadoreños y mexicanos, de mediados de los años 80, grabó tres canciones: Señor Reagan, Las cortadoras y Patria del niño. Fui su director y tocamos muchas veces, yo ya estaba estudiando en la UNAM, así que no pude acompañarlos mucho». El grupo Guazapa estuvo formado por: José Betancourt, Carlos Efarín “Payín” Moreno, Laura María Arias, Juan Daniel Vargas, Rolo Ramírez, Chepe Rohas y Rolando Preza. La grabación contó con la colaboración de los mexicanos Alfredo Pérez Ibañez, Alfonso González Sánchez, Jorge Darío Hernández y Valentin Mirkov.

En su estancia en México alternó sus estudios con el acompañamiento a varias agrupaciones musicales, como el ya mencionado Guazapa, así como también con Garabato y Yacaré; y por supuesto que en ese tiempo continúa dedicándose a la composición de temas propios.

Álvar Castillo regresa de su exilio a El Salvador el 14 de diciembre de 1990. En sus primeros meses de vuelta al país, funda junto con Beatriz Alcaine, Oscar Soles, Carmen Benítez, Gracia Rusconi, Carmen Elena Trigueros y Camila Sol, el espacio cultural conocido como La Luna Casa y Arte, lugar que abre sus puertas el 6 de diciembre de 1991.

En 1993 publica un casete con sus canciones titulado «Fijáte que bonito» que recopila varias de sus composiciones en la que destaca la canción Canasúnganana.

Por esos años también hace música para teatro, algunos de los trabajos en los que contribuye son: Los hombres del Chamelecón, Orquesta de señoritas (Fernando Umaña); Tierra de Cenizas, Sueño de noche de verano (Roberto Salomón); Los perros, Lazarillo de Tormes (Grupo Sol del Rio), Sócrates Light (Geovanni Galeas), entre otras. Trabajo que intercaló tocando con los grupos Súper Combo 12, Cosecha Latina, Banda Tepehuani, y acompañando a una variedad de cantantes. También trabaja como Maestro del CENAR del 1 de julio de 1991 al 1 de julio de 1996.

En julio de 1996, junto con Guillermo Cuéllar y Paulino Espinoza, con quienes había coincidido en Yolocamba I Ta, fundan el grupo Exceso de Equipaje; formando una de las agrupaciones de música popular más destacadas de la postguerra. Con este grupo graba el CD «Regalo para el niño» y otro par de temas; por cierto, fue él quien propuso el nombre del grupo e incluso compuso una canción llamada Exceso de equipaje, que no consiguieron grabar.

Regresa a México en 1998, «extrañaba el ambiente cultural mexicano, también para terminar mi licenciatura en composición de la Escuela de Música de la UNAM. Me gradué en 2001». En 2006 se muda a la ciudad de Hiroshima, Japón, donde actualmente se desempeña como músico y compositor. En ese país funda la agrupación el Combo de la Paz y desde 2023 trabaja en la fusión de música japonesa y latina con el cuarteto Walatino.

Su discografía completa hasta hoy, incluye:

  1. El Salvador, lucha y canta, Yolocamba I Ta, 1980.

  2. Misa popular Salvadoreña, Yolocamba I Ta, 1981.

  3. Canto a la Patria Revolucionaria, Yolocamba I Ta, 1982.

  4. Sonando, Grupo Garabato, Mexico, 1987.

  5. Fijate que bonito, Alvar Castillo, San Salvador, 1993.

  6. Regalo para el niño, Exceso de Equipaje, 1997.

  7. Loroco, Xalapa Veracruz, 2005.

  8. Son golosos, Son Golosos Trio, Xalapa Veracruz, 2005.

  9. El combo de la paz, El combo de la paz, Hiroshima, 2010.

  10. Okonomiyaki, El combo de la paz, Hiroshima,2013.

Artista integral y músico versátil, por su compromiso y perseverancia, Álvar Castillo es una referencia dentro del universo artístico que ha sabido lidiar con todo tipo de obstáculo y traspasar las fronteras geográficas y de la música.

Fuentes consultadas

Comunicación personal con el autor. 24 de julio de 2025.

https://masalladelos400cerros.wordpress.com/2010/12/02/alvar-castillo-yo-tengo-en-sensuntepeque-enterrado-el-ombligo-primera-entrega/

https:// mariandanie.wordpress.com/2014/08/12/alvar-castillo-con-las-manos-llenas-de-musica/



jueves, 14 de agosto de 2025

¡Qué joden los de la U! Desfile bufo universitario 1975 y 2000

 ¡Qué joden los de la U!

Memoria, rito y performance del Desfile Bufo del 25 de julio de 1975

Erick Tomasino.

Desfile bufo, Santa Ana, años 70s.
El 25 de julio de 1975, estudiantes universitarios de Santa Ana, preparaban un desfile bufo que recorrería las principales calles de la ciudad; sin embargo, el campus fue intervenido militarmente impidiendo la realización de aquella actividad. El desfile bufo era una modalidad de protesta que la comunidad universitaria santaneca llevaba a cabo desde 1966. Pasaron muchos años hasta que en el 2000, esta tradición fue recuperada como acto conmemorativo a la vez que reivindicativo.

Basándome en las ideas de Pipper, Fernández e Íñiguez (20131), este texto tiene como propósito compartir algunas reflexiones en torno a la represión contra el Desfile Bufo de los estudiantes universitarios del 25 de julio de 1975 y la experiencia de reconstrucción en el año 2000 entendida como una práctica de memoria colectiva en sus dimensiones ritual y performativa.

Sobre la memoria como práctica performartiva, los autores citados entienden que esta: «contribuye a pensarla como un conjunto de acciones reiteradas constreñidas a ciertas normas, constructoras de identidades, en las cuales confluyen o, más bien, se desdibujan los límites entre la artificialidad y lo real. En tanto performance, se apoya en un contexto específico para su significación y funciona como un sistema histórico y culturalmente codificado.2».

Al hacer ejercicios de memoria, los eventos ocurridos en años redondos suelen promover una discusión sobre ellos. Parafraseando a la psicóloga social Isabel Piper, el curioso atractivo que generan los años redondos de un evento, tienen la «potencialidad de dinamizar y tensionar los debates y versiones» que circulan en torno al pasado. Si entendemos por años redondos aquellos que se cuentan por múltiplos de cinco, los 50 son un buen motivo para traer a la memoria este evento ocurrido y aportar al debate sobre sus significados identificando pistas para el presente, coincidiendo en que «las conmemoraciones constituyen un ámbito privilegiado de estudio, pues es en este tipo de manifestaciones públicas reiteradas que la memoria se va reconfigurando».

El Salvador, «país de la sonrisa»

El 18 de diciembre de 1974, el Instituto Salvadoreño de Turismo (ISTU) anunció que el país sería sede del certamen Miss Universo. El ISTU promocionó este evento acuñando el eslogan: El Salvador, país de la sonrisa. En un contexto de desigualdad económica y represión política, la 24° edición del certamen se celebró en San Salvador, un sábado 19 de julio de 1975.

En 1975, El Salvador seguía siendo sometido por regímenes militares favorables a la burguesía criolla; el gobierno del coronel Arturo Armando Molina, quien había llegado al ejecutivo producto de un fraude en las elecciones de 1972, implementó una mezcla de políticas desarrollistas con represión institucionalizada contra los sectores señalados como oposición. Aquel evento había puesto a El Salvador en el foco de atención a parte de la presa internacional por lo que cualquier expresión popular que contraviniera la imagen que el gobierno quería imponer, sería fuertemente castigada, tal como continuamente lo advertían en sus declaraciones públicas.

El Diario de Hoy. 5 de julio de 1975.
La preocupación del gobierno no era gratuita, en ese mismo contexto los movimientos populares en distintos sectores -incluido el estudiantil- se fortalecían a la vez que se consolidaban las organizaciones político militares cuyo abanico abarcaba planteamientos que iban desde la apertura democrática hasta la construcción del socialismo como proyecto político. 1975 fue un año de efervescencia al profundizarse las contradicciones entre la burguesía y los sectores populares y revolucionarios que aumentaron el clima de tensión política en el país.

Para esos años, la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS), era el referente del movimiento estudiantil universitario por su trayectoria organizativa y de lucha reivindicativa, que incluía planteamientos políticos de carácter antidictatorial y antimperialista. Elemento constitutivo de estos planteamientos era el vínculo con el movimiento popular, a la que organizaciones político estudiantiles como el Frente de Acción Universitaria (FAU), Universitarios Revolucionarios 19 de julio (UR-19) y el Frente Universitario de Estudiantes Revolucionarios “Salvador Allende” (FUERSA) respondían. «En la década de los años setenta, el movimiento estudiantil había acumulado experiencias y radicaliza su posición crítica ante la problemática nacional. Estudiantes y docentes plantean la necesidad de redefinir la relación de la universidad con la sociedad y la formación de profesionales al servicio de la clase dominada3».

La UES era referente en el debate de ideas y llamada a ofrecer respuestas ante los cambios que la población salvadoreña demandaba, la relación universidad-pueblo se reflejaba en la producción intelectual, la participación en actividades de otros sectores de tipo político y artístico, así como en actividades de calle tanto conmemorativas como reivindicativas como en la marcha del Primero de Mayo, por ejemplo; relación que también sumaban a la propia experiencia del movimiento estudiantil dentro de la Universidad en sus concepciones y métodos de lucha.

Voz Popular, N° 33. Mayo, 1975.
El desfile bufo del 25 de julio de 1975

Los desfiles bufo han sido un modalidad de expresión que la comunidad universitaria salvadoreña ha utilizado desde la década de los 50 del siglo XX y que tiene como propósito realizar una crítica al gobierno de turno, a sus políticas y satirizar acontecimientos de la vida nacional a través del uso de disfraces y recursos alegóricos para representar mensajes políticos. En el caso de Santa Ana, el primer desfile bufo se realizó el 19 de julio de 1966, casi de inmediato al funcionamiento del Centro Universitario de Occidente de la Universidad de El Salvador (CUO4) y se volvió uno de los actos de protesta más llamativos por su creatividad y vistosidad al punto que llegó a constituirse en una tradición en el marco de las fiestas patronales de esa ciudad (conocidas también como Fiestas Julias).

El 25 de julio de 1975, estudiantes organizados en la Sociedad de Estudiantes del CUO (SECUO), preparaban el desfile bufo que recorrería las principales calles santanecas desde las instalaciones universitarias ubicadas al sur de la ciudad hasta llegar al céntrico parque Libertad. En la edición de aquel año, la comunidad estudiantil repudiaría la falsa imagen de país que se quiso proyectar con la organización de Miss Universo, además de protestar contra las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de la población por parte del gobierno.

Sin embargo, las fuerzas militares intervinieron el Centro Universitario con tropas combinadas de la Segunda Brigada, la Guardia Nacional y de la Policía de Hacienda quienes penetraron en el recinto universitario, reprimiendo a la comunidad universitaria golpeando a docentes y estudiantes, ejecutando capturas y dañando infraestructura (aulas y laboratorios). También decomisaron los implementos que estaban listos para el desfile con la idea de impedir que los estudiantes lo llevaran a cabo, violentando la autonomía universitaria.

Así lo cuenta Laura Morales5, estudiante y militante de la Juventud Comunista en aquella época: «En los preparativos estábamos, la noche del 25 de julio, cuando nos dimos cuenta que el Ejército había asaltado el Centro Universitario. Muchos estudiantes quienes estaban ahí lograron salir por atrás, por una finca». El gobierno negó la intervención aunque aceptó la prohibición del Desfile.


Fotograma del documental «Legado de una generación» UES, 2017.

Las manifestaciones del día después

La represión no se detuvo con lo acontecido la noche del 25 y ante la amenaza de un nuevo cierre del campus universitario, recordando la intervención militar de 1972 que mantuvo cerrada la Universidad por casi dos años, el estudiantado decidió reagruparse para denunciar la intervención contra la autonomía universitaria, realizando una marcha el día 26, pero la iniciativa fue igualmente reprimida. Continúa Laura:

«El día siguiente dijimos, “Juntémonos, no hay que permitir que cierren el Centro Universitario” y desde la nada convertimos el desfile bufo en una marcha de protesta. Cuando llegamos a la terminal de buses de Santa Ana vimos que habían desplegado un montón de patrulleros, gente del campo manipulada. Era la misma gente que después integraría los escuadrones de la muerte (...) Seguimos avanzando con otros compañeros para buscar a los demás y ver si hacíamos la protesta. Era la primera vez que metían a los patrulleros y el Ejército en la ciudad y nos impresionó. Fuimos a dar allá por el hospital (San Juan de Dios) y ya iban camionadas de soldados que aventaban gases lacrimógenos a la gente. Nos tuvimos que dispersar. Otros trataron de reagruparse pero cualquier intento por cualquier parte de la ciudad fue reprimido6».

Voz Popular, N° 43. Agosto, 1975.
Ante tal situación, la comunidad estudiantil decidió no retornar a las aulas mientras no se garantizara la seguridad de las personas. El 29 de julio, se programó una protesta más organizada, la cual tenía como destino el Parque Libertad, la consigna era hacer una denuncia pública por la represión que el gobierno había ejercido contra la comunidad universitaria. Esta fue reprimida con mayor fuerza por elementos de la Guardia Nacional y del ejército: «Ahí sacaron camionadas de soldados con un apoyo aéreo de helicópteros». En un comunicado del Ministerio de Defensa publicado por la La Prensa Gráfica del miércoles 30 de julio, se reportaba la captura de once personas mientras culpaba a fuerzas opositoras de provocar el uso de la fuerza militar.

A partir de aquellos acontecimientos, las organizaciones estudiantiles en San Salvador lideradas por la AGEUS, convocaron a una marcha de repudio por lo sucedido en Santa Ana. La marcha del 30 de julio culminó con la peor masacre contra la población estudiantil en El Salvador con un saldo de al menos 11 personas asesinadas, unas 80 desaparecidas y cientos de heridas. En tanto la realización del desfile bufo universitario de Santa Ana sufriría una larga pausa7.

Existe poca documentación de los eventos sucedidos entre el 25 y el 29 de julio, las versiones oficiales trataron de ocultarlos minimizando el uso de la fuerza a un simple acto de dispersión de las personas manifestantes, salvo los esfuerzos de documentación que las propias organizaciones populares hicieron del caso, la dimensión de la represión contra la comunidad universitaria santaneca quedó prácticamente silenciada. La agudización del conflicto armado en los 80s y un ciclo generalizado de desmovilización y estancamiento de la organización popular en los 90, sumaron al abandono del Bufo como modalidad de expresión y a la reconstrucción histórica de aquellos eventos.

"Los soldados iban agarrando gente que pasaba alrededor". Voz Popular, N° 43, 1975.

«Prohibido Ulvidar» la memoria como práctica performativa

La tradición del desfile bufo en Santa Ana, fue recuperada en el año 2000 por estudiantes organizados en la Asociación General de Estudiantes de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente (AGEFMO8), 25 años después de los acontecimientos de 1975 -recuperación que cumple 25 años en 2025-. La iniciativa promovida por esta organización, fue acompañada por diversos sectores de la comunidad universitaria así como también de gremios e instituciones de la población santaneca que atendieron el llamado.

De acuerdo a Luis Ernesto Parada9, por entonces representante ejecutivo ante la AGEUS por parte de AGEFMO, la iniciativa de recuperar el desfile bufo fue producto de varios factores: primero, esta Asociación venía de un momento de reestructuración organizativa con la realización de la asamblea general de estudiantes en 1998 que la llevó a consolidarse como referente legítimo del estudiantado universitario en el occidente del país; segundo, una organización de ese tipo debía rescatar la tradición de los movimientos estudiantiles históricos, esto fue posible a partir de la revisión de los archivos que anteriores estudiantes dejaron en el local donde funcionaba la organización estudiantil, en esos archivos se hablaba de los desfiles bufos como una de las modalidades de movilización; tercero, la universidad debía recuperar el contacto con el pueblo, debía tener presencia en la opinión pública, y ese contacto pasaba por, entre otras cosas, hacer acciones de calle con participación de los distintos sectores organizados en el occidente del país.

Esas valoraciones concluyeron en que había que realizar un desfile bufo rescatando la tradición interrumpida en el 75. Para ello, una comisión estudiantil liderada por AGEFMO, convocó a participar a distintos sectores de la ciudad santaneca -además de los de la UES-, gestionó recursos materiales y financieros, y junto con varias personas colaboradoras planificó y llevó a cabo el desfile el día 25 de julio del año 2000. La actividad finalizó con un acto artístico -a la vez que reivindicativo- en el parque Libertad frente al edificio de la alcaldía municipal de Santa Ana. El recorrido incluyó breves paradas (estaciones) frente a las instalaciones de Seguro Social en reconocimiento a la lucha del personal de esa institución contra la privatización de los servicios de salud; y en el Parque Colón se rindió un homenaje recordando la represión de las marchas del 26 y 29 de julio de 1975.

El desfile bufo del año 2000, además de la recuperación de la tradición como acto de conmemoración por los suceso de 1975, funcionó como modalidad de protesta en el que se plantearon demandas como la asignación de un mejor presupuesto y defensa de la autonomía universitaria; además de denunciar las políticas de ajuste estructural (privatizaciones) con impacto negativo en las condiciones de vida de la clase trabajadora y la subordinación del gobierno presidido por Francisco Flores a los intereses imperialistas de EEUU. El Desfile fue un elemento cohesionador de las luchas populares en ese momento, esto último puede reconocerse como un aspecto central en el [re]encuentro de la Universidad con el pueblo.

Invitaciones Desfile Bufo del año 2000.
Años sí y años no, la tradición del desfile se bufo se mantendría como una manifestación de la memoria colectiva de la comunidad estudiantil universitaria; la del 2000 señalaría un guion para la puesta en escena que posteriores ediciones repetirían en algunos componentes, haciendo de esta una práctica ritualizada y performativa que se fue actualizando en sus contenidos denunciando insatisfacciones de la vida interna de la Universidad, así como también hacer señalamientos sobre temas de la coyuntura nacional e internacional.

Participando y observando distintas ediciones que se llevaron a cabo desde el 2000, son varios los aspectos que se comparten en esta práctica de memoria colectiva: 1) similitud del sujeto que la convoca: organizaciones de estudiantes universitarios (SECUO en 1975; AGEFMO en 2000) con participación abierta a otros sectores populares; 2) elección de la fecha conmemorativa que la justifica o sirve de detonante (25 de julio o aproximado, pero siempre ´en el marco de la fiestas julias´) conmemorando el 25 de julio de 1975; 3) uso del espacio público (calles y plazas), siguiendo cada año el mismo recorrido, en este caso de la sede de la UES al parque Libertad; 4) incorporación de elementos de sátira política con el uso de disfraces y tono carnavalesco como muestra de la preocupación de los problemas sociales del momento.

Otros aspectos que reproducen el ritual y que son compartidos con las manifestaciones de calle son: portar mantas con mensajes políticos (generalmente elaboradas previamente a mano de forma artesanal), el uso de consignas, la entrega de boletines escritos, y expresiones propias de las marchas estudiantiles salvadoreñas (culo a tierra, guinda10 y gritos de ¡esta es la U!).

Para que la UES siga jodiendo

La atención que genera un acontecimiento a 50 años de sucedido, nos invita a reflexionar sobre ello, los actos de memoria nos dan la oportunidad de recuperar aprendizajes de esas experiencias convirtiendo las conmemoraciones en lugares para la potenciación del carácter transformador de los sujetos que las impulsan. No basta recordar ni reproducir actividades si no aplicamos esos aprendizajes para la vida presente.

La elaboración de discursos y prácticas de memoria no es un acto espontáneo sino que es producto de una decisión consciente de los grupos que integran distintas modalidades como narraciones, sitios de memoria y uso del espacio público, esto es parte de la preocupación por entablar diálogos entre los actos del pasado con las preocupaciones actuales. La práctica performativa de la memoria es necesaria en tanto permite acercar a distintos sectores que, a partir del conjunto de acciones compartidas, construyen y fortalecen identidades de grupo, de sector y de clase que disputan intereses volviéndose un campo de lucha.

Santander, 16 de julio de 2025.

(A 60 años de creación del Centro Universitario de Occidente).

Notas

1Piper, Isabel, et. al. (2013). Psicología Social de la Memoria: Espacios y Políticas del Recuerdo. Psykhe, N° 22, pp. 19-31.

2Pipper, et. al. Op. Cit. p. 23 y 24.

3Ruano, Juan. (2008). Estudiante universitario y lucha de clases. San Salvador: Revista La Universidad. P. 103.

4El CUO fue creado el 16 de julio de 1965, abrió sus puertas al personal administrativo el 1 de abril de 1966, y al estudiantado en mayo del mismo año.

5Freedman, Elena. (2012). Respuestas para vivir: Movimientos estudiantiles de secundaria de los años 70 en El Salvador. San Salvador: Asociación de Capacitación e Investigación para la Salud Mental. Pp.77-79.

6Freedman, Op. Cit.

7Debo precisar que los desfiles bufos como modalidad de protesta se continuaron realizando en San Salvador, no así el que organizaba la SECUO en Santa Ana.

8Con el cambio de nombre de Centro Universitario de Occidente a Facultad Multidisciplinaria de Occidente, el 19 de junio de 1992, por acuerdo de representantes de Asamblea General de Sociedades Estudiantiles, se decide cambiar el nombre de SECUO por el de AGEFMO.

9Comunicación personal. 13 de julio de 2025.

10Culo a tierra, sentarse por unos segundos sobre el asfalto a esperar la indicación para echarse en guinda, esto es, correr varios metros generalmente al grito de ¡esta es la U!

jueves, 7 de agosto de 2025

Presencia de María de Baratta en la canción popular salvadoreña

Presencia de María de Baratta en la canción popular salvadoreña


Erick Tomasino.

La búsqueda de una identidad colectiva a partir de procesos de recuperación de la propia cultura indo-afro-mestiza, junto con el posicionamiento de la clase trabajadora como sujeto central y protagónico de los procesos de liberación, fue el sello distintivo de muchas de las expresiones de la nueva canción latinoamericana.

Con precursores como Violeta Parra y Víctor Jara, referentes de la nueva canción chilena o Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa en la construcción del Nuevo Cancionero Argentino, parte del movimiento de la canción popular salvadoreña encontró una guía en el trabajo de María de Baratta cuya dedicación en la investigación y documentación del folclor regional, de canciones tradicionales, instrumentación, ritmos y danzas autóctonas, inspiró a algunos artistas a definir una estética acorde a la construcción de una identidad nacional y popular.



De seudónimo Yara Maya en honor al origen lenca de su abuela paterna María Mendoza de Baratta es considerada la primera investigadora del folclor salvadoreño y referencia en la etnomusicología de la primera mitad del siglo XX. Pianista, compositora y musicóloga, nació en San Salvador el 27 de febrero de 1890. Escribió 14 obras musicales y 25 estilizaciones folclóricas, es decir, la reinterpretación y adaptación de elementos del folclor sobre temas autóctonos como bailes, música y vestuario, para su representación escénica. De sus trabajos musicales solo algunos fueron publicados. Quizá el más conocido es el Canto al Sol, Can calagui tunal o Kan Kalahui Tunal.

Su extenso trabajo de campo realizado durante las décadas de los 30 y 40, fueron publicados por el Ministerio de Cultura en 1951 en una obra dividida en dos volúmenes llamada Cuzcatlán Típico. Ensayo sobre etnofonía de El Salvador. Folklore, Folkvisa y Folkway.

Es de este ensayo que algunos grupos del movimiento de la música popular salvadoreña se orientaron en la búsqueda de una identidad cultural propia. Casos como Güinama (del lenca ´Tu Pueblo´) decidieron nombrarse así, después de leer aquel libro con la idea de tener una identidad propia de las culturas de los pueblos originarios de lo que hoy es El Salvador (mayas, náhuat-pipil, nonualcos, lencas...), incorporando ritmos e instrumentación propia.

Entre varias de sus creaciones, este grupo realizó una adptación de la copla El Pitero que aparece en el primer volumen de Cuzcatlán típico. La canción está incluida en el único álbum grabado por el grupo: Caminemos, publicado en Costa Rica en 1987.


Baratta, 1951, pp. 256 y 257.

El tema tiene algunas variaciones particularmente llamativas, en la transcripción de Baratta donde dice: Las veces que chupo/ nada más son dos:/ invierno y verano/ por la graci´e Dios. En la letra de la canción de Güinama es sustituido por: Los días que hecho riata/ nada más son dos: /invierno y verano/ por gracia de Dios. Y la otra: Dispensen, señores,/ lo mal qui cantado,/ perui´estoy de goma/ y niun trago me han dado. Cambiada por: Dispensen señores,/ lo mal que he cantado,/ pero el paquetazo/ me tiene chingado. Advierto que además de la omisión de algunas estrofas, los cambios son por la contextualización de la situación de la clase trabajadora y las políticas económicas durante el gobierno de Duarte conocidas como el «paquetazo».



Por otra parte, varias coplas tradicionales recopiladas por Baratta, algunas de ellas inlcuidas por Roque Dalton en las Historias prohibidas del pulgarcito (1974), fueron musicalizadas por el cantautor José William Armijo en un registro conocido como Las bombas de la negrita. En una publicación en una red social, Armijo cuenta el origen de ese tema:

«Cuando compuse la canción, yo andaba leyendo el libro de María de Baratta y encontré muchísimas bombas, también acababa de leer el libro de Roque Dalton donde retomó las bombas de María de Baratta. En mi primer viaje a México, cuando la comunidad de estudiantes salvadoreños me invitaron a cantar al instituto Zacateco, me pedían canciones folclóricas, entonces me puse a improvisar las bombas y nació por casualidad la canción "Negrita si me querés" o las "Bombas de la Negrita" conocida con el nombre de "La Negrita"1».

La referida canción aparece en el álbum de 1981 «El Salvador... ¡venceremos!» (Compsound, Suiza). La Negrita también fue interpretada por el grupo de proyección latinoamericana Xoltl y grabada en el caset «Música Latinoamericana» (San Salvador. S.f.). En esta producción también aparece el tema El torito pinto, parte de la tradición musical documentada por Mendoza de Baratta.

Baratta además recupera un canto tradicional de los pueblos de Izalco llamada Tiáhuit Tzuntzunat (Vamos a Sonsonate, en náhuat) texto que también aparece en la citada obra de Dalton, aunque como observa Rafael Lara Martínez (2012), existen diferencias entre ambos: «Las discrepancias de transcripción reproducen los originales de Dalton, al igual que la confusión entre el náhuat-pipil y el náhuatl-mexicano. El texto de Baratta también lo reproduce Toruño (1957: 49-50) sin errores de transcripción, pero confundiendo la lengua mexicana con el náhuat-pipil)2».

Una interpretación musical de Tiáhuit Tzuntzunat, es la realizada por Luis López Ayala con arreglos de Eugenio Andrade (ambos ex integrantes de la Banda Tepehuani). Esta canción, como muchas otras composiciones de María de Baratta interpretadas por Luis López, están disponibles en su canal de youtube3.

María Mendoza de Baratta fallece en San Salvador el 10 de junio de 1978. Queda en la historia como, si no la única, la principal investigadora de las tradiciones musicales de El Salvador de la primera mitad del siglo XX, otras voces se sumarán en esa búsqueda, entre las que están referentes de la canción popular salvadoreña como Salvador Marroquín, Guillermo Cuéllar, Paulino Espinoza, Roberto Quezada, Franklin Quezada o Pati Silva.

Como nos señala Mendoza de Baratta en su trabajo, por mucho tiempo la tradición musical salvadoreña fue transmitida de generación en generación por medio de la memoria y el oído; en nuestro tiempo considero importante investigar y preservar el legado de nuestra música accediendo siempre a la memoria y también al archivo, lo que nos permite tejer diálogos entre el pasado y el presente identificando continuidades y rupturas en la canción popular salvadoreña.

Santander, 10 de junio de 2025.



Fuentes consultadas:

Baratta, María de. (1951-1953). Cuzcatlán típico. Ensayo sobre la Etnofonía de El Salvador. Folklore, Folkvisa y Folkway (dos volúmenes). San Salvador: Ministerio de Cultura.

Dalton, Roque. (1974). Las historias prohibidas del pulgarcito. México D.F.: Siglo XXI editores.

Lara-Martínez, Rafael y Mc Callister, Rick. (2012). El legado náhuat-pipil de María de Baratta. San Salvador: Fundación Accesarte.

MUPI. Biografía de María de Baratta. Museo de la Palabra y de la Imagen. San Salvador. Disponible en: https://museo.com.sv/2010/11/biografia-maria-de-baratta/

Toruño, Juan Felipe. (1958). Desarrollo literario de El Salvador. San Salvador: Ministerio de Cultura.

1Comunicación de William Armijo en un mensaje a Luis López Ayala. 12 de julio de 2022.

2Cfr.: Baratta (1951); Toruño (1958) y Dalton (1974).