Nació donde las marchas se organizaban en aquellos años rebeldes. Donde la gente era masacrada sin siquiera marchar y muchas veces sin tener otro delito que vivir empobrecidamente y reclamar por hambre. Vivió donde la sangre era lavada como un pecado capital. Y ahí presenció la ausencia de sus vecinos que se iban sin volver y sin dejar rastros.
Doña María acumula en sus ojos el sufrimiento de tantos años, su mirada brilla como un espejo, como si en ella se reflejara la realidad de su pueblo. Como si las lágrimas se detuvieran por temor a desaparecer.
Sonríe aún con leve sospecha, con un convencimiento poco convencido, su tímida sonrisa recuerda los años del fraude vociferante del 72 y del 77 y de la ofensiva del 89. Números que en su cabeza inquietan pues son antecedentes del triunfo y la victoria frustradas. Como quien tiene el cielo en sus manos y este le fuera arrebatado por fuerzas oscuras. Así se toma la fecha del 15 de marzo mientras necesita de pellizcos y frotadas de esencia coronada en las manos.
Esta tarde mientras escucha las reflexiones de los miembros de su comité de base, apenas pide la palabra para felicitar a su pueblo; sí al pueblo todo porque sabe que el triunfo es de todo el pueblo. En su intervención usa indistintamente compañeros y hermanos, sabe que de contenido no hay diferencias. Nunca usó la palabra camarada porque nadie se la enseñó, sin embargo la usaría de igual manera. Se expresa hacia todos los ahí presentes como en secreto y bendice con autoridad arrebatada al clero a quienes en ciertos momentos, en ciertos lugares, con responsabilidades varias contribuyeron para que ahora se viva este momento de júbilo.
No sabe de conceptos y de categorías, pero lo que sí sabe es que es importante mantenerse en el objetivo estratégico y continuar en la construcción de esa sociedad donde el trabajo es social y la distribución de la riqueza producida es social. Donde solo quien trabaja tiene derecho a comer y come como todos y con todos por igual.
Doña María casi nunca habla, esta tarde al hablar apenas y abre su boca; casi nunca se le vió simular un gesto de alegría, ahora sonríe discreta. Doña María quiere aprender a reír. Soltarse en una interminable carcajada y no parar. Quiere expresar al resto de personas que le rodean que su felicidad no será frustrada. Ni frustrados serán sus deseos de seguir soñando.
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