jueves, 27 de octubre de 2011

(SILOGISMOS)

silogismos
*
¡quédate! decías
mientras sujetabas mi mano
que a su vez sujetaba
una browning nueve milímetros
besando fríamente mi sien
que sudaba a chorros
la sangre que corría por tu brazo
que anteriormente
había forzado a mis dedos
para que jalaran el gatillo
de la browning nueve milímetros
justo al momento de decir
¡te amo!
con la sonrisa eternizada
por la bala
de la browning nueve milímetros
que cruzaba mi sien
salpicando sangre
sobre tu vestido inmaculado.

1 de marzo de 2006

lunes, 17 de octubre de 2011

Apuntes mientras pasa la tormenta

Foto: Maricruz Sánchez
* Intentando unir nuestras costas, ahora hasta el trópico se deprime.

* Me voy, eso sí, a transbordar en el viento llevando en el pecho tu dirección.

* No te sorprenda que después del huracán, con los sueños enredados toque a tu puerta.

* Mojado pensando en vos; ahora volvé y sacá de tu piel mi calor.

* Habrás visto en los noticiarios mi grito exigiéndote auxilio?

miércoles, 5 de octubre de 2011

Henry Miller habla sobre el oficio de escribir


"Pensaba que, para ser escritor, había que producir por lo menos cinco mil palabras al día. Pensaba que había que decir todo de una vez —en un libro— y después desplomarse. No sabía ni papa del oficio de escritor. Estaba cagado  de miedo. Pero estaba decidido a borrar a Horatio Alger de la conciencia norteamericana. Supongo que era el peor libro que jamás haya escrito un hombre. Era un volumen colosal y defectuoso del principio al fin. Pero era mi primer libro y estaba enamorado de él. Si hubiera tenido el dinero, como Gide, lo habría publicado a mis expensas. Si hubiese tenido tanto valor como Whitman, habría ido vendiéndolo de puerta en puerta. Todas las personas a las que se lo enseñé dijeron que era espantoso. Me recomendaron que renunciara a la idea de escribir. Tenía que aprender, como Balzac, que hay que escribir volúmenes y volúmenes antes de firmar con el propio nombre. Tenía que aprender, y no tardé en hacerlo, que hay que abandonar todo y no hacer otra cosa que escribir, que tienes que escribir y escribir y escribir, aun cuando nadie crea en ti. Quizá lo hagas precisamente porque nadie cree en ti, quizás el auténtico secreto radique en hacer creer a la gente. Que el libro fuera inadecuado, defectuoso, malo, espantoso, como decían, era más que natural. Estaba intentando al principio lo que un genio no habría emprendido hasta el final. Quería decir la última palabra al principio. Era absurdo y patético. Fue una derrota aplastante, pero me reforzó la espina dorsal con hierro y la sangre con azufre. Por lo menos supe lo que era fracasar. Supe lo  que era intentar algo grande. Hoy, cuando pienso en las circunstancias en las que escribí el libro, cuando pienso en la abrumadora cantidad de material a que intenté dar forma, cuando pienso en lo que intenté realizar, me doy palmaditas en la espalda, me pongo un  diez. Estoy orgulloso de que resultara un fracaso lamentable; si lo hubiese logrado, habría sido un monstruo."

Henry Miller: Trópico de Capricornio. 1938.