martes, 4 de febrero de 2014

La elección de mi mamá y mi papá

La elección de mi mamá y mi papá

Mi madre y mi padre no fueron a votar el 2 de febrero. Ella aun con todo su entusiasmo no consiguió que instalaran una urna en el hospital de Chalchuapa, donde ella y las otras dos pacientes que comparten habitación se dirimían en elogios sobre el voto residencial, pero lamentaban que no haya llegado hasta su residencia temporal en la sala 2 una urna donde pudieran emitir su voto. Ese domingo, entre sueros y tanques de oxígeno, seguían las elecciones desde los corríos del nosocomio.
Mi padre se quedó sin ejercer el sufragio (así ha escuchado que dicen en la tele) por culpa del mal de Parkinson que le aqueja desde hace unos años y que le ha empeorado; por recomendaciones médicas no puede salir de casa y con mucho pesar tuvo que seguir las elecciones por la tele, mientras veía pasar a los vecinos quienes con esperanza sí votarían por su candidato de preferencia.
Mi madre y mi padre votarían por el FMLN (como yo sí lo hice) con la mayor de las motivaciones. Ambos no quieren que regresen a gobernar esos grupos que durante años utilizaron el aparato del Estado para engordar sus riquezas, quienes privatizaron casi todo y cuyos principios son defender los intereses de los grandes grupos empresariales de este país. No quieren que vuelvan. Nunca más.
Ambos han tenido el tiempo suficiente para comprender que fueron aquellos quienes al privatizar el servicio de luz y telefonía les han obligado a priorizar en pagar deudas a empresas cuyos dueños ni viven en este país; que la privatización de la banca les ha dejado sin un centavo de ahorros y que el sistema de pensiones -también privatizado- les ha significado buscar algun trabajo según sus posibilidades pues el sistema les robó los pocos ahorros con los que pensaban tener una vejez tranquila.
Ambos saben que quieren votar -al menos- porque cada vez que van al hospital o a la unidad de salud no les cobren ni un centavo, porque ahora -al menos- pueden comprar su medicina más barata, porque pueden aspirar a una pensión para no tener que salir a buscar el pisto si por sus enfermedades y su edad ninguna empresa les va a dar un empleo. Porque sus nietos -quizá ya no sus hijos- tengan un futuro más promisorio si se reducen sus dificultades de ir a la escuela. -Al menos- por eso votarían.
Ambos no saben mucho de economía política o de las relaciones entre sociedad y Estado, pero han vivido bastante como para no darse cuenta de lo que ha cambiado en los últimos años (5, 4, 3...) y de lo que puede significar seguir por esa vía. Por eso ambos quieren sentirse mejor para el 9 de marzo y entonces sí poder ir a votar con el mismo entusiasmo en que lo hicieron muchas personas. Y entonces ese día tendremos muchas razones para celebrar. O celebraremos -al menos- la esperanza de seguir viviendo.
Y si no me creen, pregúntele a ellos.