lunes, 26 de octubre de 2015

Diálogo de las germinaciones de Alfonso Hernández

Hace un par de días en una librería del centro de San Salvador encontré una joya de la literatura salvadoreña. El libro es "Diálogo de las germinaciones" del escritor y combatiente asesinado Alfonso Hernández. 

Lo primero que sobresale es su particular edición así como la presentación que le hace el también escritor Mauricio Marquina por lo que se las comparto a continuación.

 "Comenzamos esta colección con los cuentos de Alfonso Hernández. Relatos de un poeta que fraguó su prosa en la lucha, nos muestra a esta hora en que afilamos todas las armas contra la intervención, la madurez de un pueblo que conquista su futuro combatiendo.
La actualidad de estos cuentos penetra nuestra historia cotidiana entregándonos la visión del triunfo. Su sentido del humor nos revela la genial jodedera contra el enemigo y que tiene el mismo sabor de los cuentos de cipote, la misma picardía con que Salarrué y Roque nos retratan. Que se expresa en todos los apodos con que los combatientes se reconocen: César Panza Diule, Marcelino Currutaca, Jeremías Tetoco y Chepito Mandarria. Que se baila en las pachangas organizadas en medio de los operativos del enemigo: "Todos los sábados son de fiesta y siempre que hay combates, es decir, todos los días. Usted puede bailar con una de las cipotas más lindas de este frente de guerra". Que se vive en la esperanza y el secreto augurio de la victoria definitiva. Que anda en pie de guerra con todas las improvisaciones creativas de un pueblo que ha comenzado a forjar el verdadero rostro de su futuro. Son los "cipotones que desde que aprendieron a jugar la mica no se dejaron joder y siempre tuvieron piedras para lanzarlas, señores tetuntazos en el paisito más chiquitito del mundo".
A través de estas ediciones continuaremos recogiendo obras surgidas en el desarrollo del proceso revolucionario salvadoreño de las últimas décadas.
Para la impresión de este primer volumen hemos utilizado la serigrafía y el mimeógrafo con el ánimo de investigar y desarrollar técnicas manuales que ayuden a resolver creativamente las publicaciones que realzan las organizaciones populares normalmente con grandes limitaciones materiales ya veces en condiciones de clandestinidad o en la profundidad de los frentes de guerra." (Mauricio Marquina).

Tomado de: Hernández, Alfonso. "Diálogo de las germinaciones y otros cuentos". Primera edición numerada. Managua, Nicaragua Libre. 1988. Ediciones CODICES (Centro de Documentación e Investigación Cultural de El Salvador). Colección Flor de Izote. N° 1.

viernes, 9 de octubre de 2015

Literatos y boheme artística. Antonio Gramsci



Literatos y "bohême" artística. Hay que observar que en Italia el concepto de cultura es estrechamente libresco: las revistas literarias se ocupan de libros o de los que escriben libros. Nunca se leen artículos sobre impresiones de la vida colectiva, sobre los modos de pensar, sobre los "signos de la época", sobre las modificaciones que ocurren en las costumbres, etc.

Diferencia entre la literatura italiana y las demás. En Italia no hay memorialistas, y son escasos los biógrafos y los autobiógrafos. Falta interés por el hombre vivo, por la vida vivida. (Las Cose viste, de Ugo Ojetti, ¿son esa gran obra maestra de la que se empezó a hablar desde que Ojetti fue director del Corriere Della Sera, o sea, del organismo literario que mejor paga a los escritores y más fama les da? También en las Cose viste se habla especialmente de escritores, al menos en lo que yo leí hace años.) Esa es otra señal de la separación entre los intelectuales italianos y la realidad popular-nacional.

Sobre los intelectuales, una observación de Prezzolini * escrita en 1920: "Entre nosotros el intelectual pretende ser parásito. Se considera como pajarillo nacido para jaula de oro, al que hay que mantener con amasijo de pan y granitos de mijo. El desprecio que aún se siente por todo lo que se parezca al trabajo y las caricias que se prodigan constantemente a la concepción romántica de una musa que hay que esperar del cielo, como la Pitia esperaba sus éxtasis, son síntomas más bien hediondos de podredumbre interna. Hace falta que los intelectuales comprendan que los buenos tiempos propios de esas mascaradas tan poco interesantes han pasado ya. Dentro de algunos años no estará ya permitido el estar enfermos de literatura ni el ser inútiles".

Los intelectuales entienden la literatura como una "profesión" independiente que debería "rendir" incluso cuando en lo inmediato no se produce nada, y que tendría que dar derecho a pensión. Pero ¿quién decide que fulano es verdaderamente un "literato" y que la sociedad puede mantenerle, a la espera de una "obra maestra"? El literato reivindica el derecho a estar ocioso (otium et non negotium), de viajar, de fantasear, sin preocupaciones de carácter económico. Este modo de pensar está vinculado con el mecenazgo de las cortes, pero mal interpretado, por lo demás, porque los grandes literatos del Renacimiento, además de escribir, trabajaban de un modo u otro (hasta el Ariosto, literato por excelencia, tenía responsabilidades administrativas y políticas): es una imagen del literato del Renacimiento falsa y errónea. Hoy el literato es profesor, o periodista, o simple literato (en el sentido de que, si es funcionario, tiende a convertirse en eso, etc.). Puede decirse que la "literatura" es una función social, pero que los literatos, individualmente tomados, no son necesarios para esa función, aunque ello resulte paradójico. Pues es verdad, en el sentido de que, mientras las demás profesiones son colectivas y la función social se descompone en las individuales, eso no ocurre con la literatura.

El problema es el "aprendizaje": pero, ¿se puede hablar de "aprendizaje" artístico-literario? La función intelectual no puede separarse del trabajo productivo en general, ni siquiera para los artistas, sino cuando éstos han demostrado que son de verdad "artísticamente" productivos. No es eso lo que perjudicará al "arte" --sino que tal vez, incluso, lo beneficiará--: le perjudicará sólo la bohême artística, y aquello otro no será un mal, sino al contrario. (C. VIII; L.V.N. 65-66.).

Antonio Gramsci