lunes, 5 de diciembre de 2016

EL CASO MORRISON


EL CASO MORRISON

Erick Tomasino

1.
Mi nombre es Enrique Fasso. Soy investigador privado y me especializo en casos de infidelidad. A mi oficina llegan muchas solicitudes de personas que quieren que les resuelva dudas relacionadas con sus parejas cuando presuponen que les están jugando la comida. La mayoría de mis clientes son mujeres que buscan confirmar sus sospechas respecto al marido que las engaña. Estas sospechas casi siempre son falsas, pero he aprendido en este negocio que es mejor decirles lo que esperan escuchar que decirles la verdad. Así, si se resuelve el caso tal como ellas lo esperan, puedo cobrar una jugosa bonificación. A veces he mentido y en el caso de que el adulterio sea cierto, cobro por partida doble; es decir que cobro tanto al cliente inicial que sospecha, como a la pareja infiel a quien descubro. Por ello –debo admitirlo- he falseado pruebas para mostrar a mis clientes que su pareja le engaña o he chantajeado a los otros para no dejarlos en evidencia.
Últimamente el negocio ha decaído, con esa saturación de lo que llaman “redes sociales”, profesionales como yo ya no somos tan necesarios. Es tan fácil dar seguimiento a la pareja y sospechar de sus engaños bajo los códigos virtuales del rastreo y seguimiento. Pero aún con este hecho, siempre sale una que otra persona ansiosa de develar el secreto evidente de la mentira y me contrata.
En especial recuerdo la vez que una mujer de avanzada edad entró de súbito a mi oficina, yo siempre prefería que mis clientes llamaran por teléfono antes para acordar una cita, así sabría de antemano si aceptaba o no el caso, sin embargo ella rompió con esa regla que, a decir verdad, sólo yo cumplía.
A esta mujer me parecía que ya la conocía de algún lado, minutos después reaccioné que era una de esas personalidades de las esferas del poder que solía aparecer en los noticiarios emitiendo incendiarios comentarios contra sus adversarios políticos. Al acercarse a mi escritorio noté que cuando quería parecer graciosa, no era ella sino el botox quien reía. No era para nada atractiva, pero como dice un amigo mío, tenía un sex appeal que la hacía llamativa. Su nombre era Elizabeth Reina, una exfuncionaria de gobierno con altos cargos dentro de su partido y conocida en los pasillos del chisme político como “La Octopussy”, apelativo asignado porque supuestamente en su juventud se parecía a Maud Adams, una seductora chica Bond en la época en que Roger Moore encarnaba al famoso agente.
Bety –como me pidió que le llamara- entró con la urgencia de quien quiere resolver un asunto de vida o muerte, se veía alterada, le pedí que se sentara y así lo hizo. Puedo fumar me preguntó. Seguro le dije. Al mencionar la palabra “seguro” me lanzó una furtiva y nerviosa mirada, parecía que algo la incomodaba. Sin embargo se ubicó en la silla y mientras prendía su cigarrillo se cruzó de piernas, acción que reveló, más que una voluptuosa piel como suele suceder en este tipo de escenas, un fustán color talpa jocote que me recordaba a las prendas mata pasiones que solía usar mi ex esposa.  Bety, al igual que en la mayoría de los casos, pretendía que yo siguiera a su marido para saber si se la estaba bajando con otra; lo curioso que en este caso su pareja no era un viejo verde sino que se trataba de un muchacho joven a quien Bety le llevaba muchos años de anticipo y de quien sospechaba que la engañaba con otra mujer. Sus dudas se basaban en que él salía todas las tardes de su casa por el mismo lapso sin dar un motivo claro. Él –me confesó- era uno de esos tipos que pese a su juventud, no realizaba ninguna actividad que pudiera argumentar sus largas ausencias cotidianas; era uno de esos que gracias a las condiciones propias de su clase “ni estudiaba ni trabajaba” más por pereza que por carencia. Quería que siguiera sus pasos y le informara de lo que hacía cuando se ausentaba de casa, quería saber a dónde y con quién se reunía. Bety vino con una fotografía del susodicho impresa en papel simple, el tipo en efecto –al menos en apariencia- era varios años menor que ella, razón suficiente para que asumiera que la presunta mujer con quien se encontraba era también joven. La foto no permitía detallar el aspecto del tipo, sí parecía una de esas fotos sacadas “para el feis” con una sonrisa falseada por la amenaza del obturador que le daba la apariencia de un joven alegre encantado con la vida.
El caso me parecía bastante fácil, pero mi tasa de honorarios dependía de hacer creer que era difícil por los riesgos que se asumían, así como también de las condiciones económicas del o la cliente. Esto es pan comido pero me llevaré una buena cuota, pensé. Así que le dije a Bety que tomaría el caso y le di un papel con la cantidad de lo que costaría el trabajo, cincuenta por ciento ahora y el otro cincuenta al terminar más el diez por ciento de imprevistos; terminar significaba entregar un sobre con pruebas, fotos, grabaciones y un folio describiendo el modo de operar del sujeto. Sólo quiero saber dónde y con quien se reúne, reiteró. No se preocupe, mi trabajo es garantizado. Bety salió confiada en que resolvería el caso satisfactoriamente. Más tarde aparecería en la televisión quejándose de ser víctima de persecución política tras haber sido denunciada por un “mal manejo de fondos públicos” que –según la nota- rondaba varios millones de dólares. De haberlo sabido antes le habría cobrado más por mis honorarios.
2.
Carlos Jaime, hombre, treinta y cinco años de edad con estudios no concluidos de derecho en una universidad privada, relación sentimental "es complicado" (así se leía en su perfil digital). Especial afición por los carros, la música rock, principalmente las baladas románticas de los años sesentas, setentas y ochentas. A parte de una que otra fotografía en algún sitio turístico apenas abrazado de un grupo de amigos, no había mayor prueba para fundamentar sospechas en contra de él; es más, la mayoría de sus álbumes fotográficos tenían relación con su pasión por los motores o luciendo camisetas de sus bandas favoritas, en definitiva me parecía que llevaba una vida demasiado simple y monótona pese a las condiciones materiales casi infinitas que Bety le daba como muestras de su amor. Y por supuesto, como dato importante, no había ni una foto junto con ella ni de ella. Pero tampoco fotos con otras mujeres.
Una vez agotado el rastreo virtual era momento de pasar a la de seguimiento de campo. También me parecía sencillo tomando en cuenta que Bety me había dicho que Carlos Jaime solía salir todos los días a la misma hora por un lapso aproximado de tres horas para retornar a casa a la misma hora, según datos corroborados con los vigilantes de la casa. Así que me dispuse a seguirlo, el día elegido fue un viernes por el ambiente de fiesta que ese día suele pulular en la capital y por el olor a sexo desenfrenado que deambula por las calles.
Estacioné mi auto a unos cuantos metros del portón de la casa de Bety apenas unos minutos antes de la hora que Carlos Jaime habituaba salir, el tráfico de la ciudad había estropeado mi plan original y con suerte no llegué demasiado tarde como para perderle la pista. Leyendo la bitácora del caso, recuerdo que ese día salió exactamente a las tres con dos minutos. Lo primero que me sorprendió fue que, a pesar de su pasión, no conducía un súper auto sino uno más bien modesto. Tomó dirección con rumbo sur poniente precisamente a una zona de apartamentos muy cerca de la zona de centros comerciales y bares a la que acudían los chicos de su clase. En uno de los semáforos casi le pierdo la pista pues al ponerse la luz en amarillo él aceleró cruzando la calle a toda velocidad, mientras yo tuve que detenerme debido a mi maldita costumbre de respetar las señales de tránsito. Parado por unos segundos, una voluptuosa mujer se acercó a mi ventana para entregarme varios promocionales mientras el semáforo volvía al color verde. Para mi suerte el tráfico estaba tan pesado que Carlos Jaime apenas había avanzado unos metros y logré retomarle la pista. Seguimos por varias cuadras hasta que se introdujo a uno de los complejos habitacionales entrando sin mayor dificultad, parecía que el vigilante encargado del ingreso lo conocía muy bien debido al saludo ameno con que lo recibió. Para mí, entrar en aquel lugar implicaba un poco más de esfuerzo pues debía tener una buena excusa para ingresar. Así que tomé la decisión de parquearme a una cuadra del edificio para seguir a pie.
Mientras verificaba si dejaba bien cerrado mi carro, noté que los promocionales que me había dado la voluptuosa mujer del semáforo eran de un famoso nigthclub de la zona, tomé aquel fajo y los llevé conmigo. Me acerqué al portón y el vigilante me pidió la dirección exacta y el motivo de mi visita, lo observé pensativo por unos segundos, sin mayor detalle le dije que era repartidor y le entregué uno de los promos, si lo lleva esta noche puede participar en nuestras excelentes rifas, el hombre me miró entre sonriente y cauto, como no lo veía muy convencido de mi estratagema y al no tener otra excusa tuve que sobornarlo, le dije que seguía al chico que acababa de entrar y que no hiciera más preguntas o ambos nos meteríamos en problemas, le extendí la mano y me miró sorprendido pero agradecido por los billetes estrujados que le entregué sin saber la cantidad exacta de la mordida. Lo que parecía más difícil había sido superado. El hombre además se quedó con todos los promocionales del nigthclub.
Me acerqué unos cuantos metros al apartamento cuya dirección me había brindado el vigilante. Al acercarme sigiloso, noté que Carlos Jaime se encontraba cerca de la ventana que daba hacia la terraza y parecía muy concentrado mirando hacia una pared. Tenía puesta una música de fondo que sonaba muy estridente y mis sospechas iniciales me llevaron a especular que se encontraba con su amante. A este caso cobro por partida doble, pensé.
Seguí así por varios minutos anotando cada movimiento en mi libreta. Carlos daba vueltas al ritmo de la música como quien hace una fonomímica. Para mi sorpresa, Carlos Jaime advirtió mi presencia, se acercó a la terraza, sonrió e hizo un gesto con la cabeza, luego hizo otro en señal de que me llamaba para que entrara al apartamento. Como no podía disimular, me acerqué hasta la puerta y antes de tocar el timbre, Carlos Jaime abrió diciendo "pasá adelante, man".
Entré y mi segunda sorpresa fue no encontrar a nadie más, el tipo estaba solo, con la música a todo volumen, mientras tanto yo me iba poniendo nervioso pensando que aquella invitación fuera una trampa en contra mía. Por solicitud de Carlos Jaime, me senté y accedí a un trago que muy gentilmente me ofreció, bajó el volumen al equipo de sonido. "¿Te mandó la ruca?, va". Así es le respondí asumiendo que hablaba de Bety. "Esa maitra está loca, man, si vieras que sólo taloniándome quiere pasar". Yo guardé silencio por unos segundos hasta que por fin me animé ¿Porque decís eso? ¿A qué crees que se deba? Pregunté con una súbita confianza. "Nel, la mera onda que puro vacil de ella, así trató a sus exmaridos y así me quiere tener controlado a mí". La forma de hablar de Carlos Jaime me impresionaba, me había sacado de mis prejuicios de índole clasista al suponer que la burguesía se manejaba en un lenguaje refinado.
Carlos Jaime sacó un encendedor y lo movía de un lado hacia otro como quien se espanta las moscas. Lo encendía y lo apagaba, perdida su mirada en la llama. De pronto prosiguió: "Pues la mera onda está así, que yo a esa maitra le cuidaba las espaldas y de repente man, que va y me dice que se siente sola, que si quiero vivir con ella y yo puesí, ni lento ni perezoso que le digo simón y al ratito va ya estábamos endamados" ¿y qué pasó después? "la mera onda que puesí, sólo mandándome quiere pasar, que hacé esto, que vestite así y esa onda nel ya no me llega, encima sólo gritándome, algo desaforada la ruquita esa, yo no sé si soy su marido o su cholero; así que cuando puedo me doy mis escapadas para acá donde me siento más tranquilo ¿me agarrás la onda?" Aquella era la justificación que Carlos Jaime daba pero me parecía tan poca excusa, pues desde mi punto de vista era algo que se podía hablar y resolverlo, sobre todo estando con una mujer acostumbrada al parlamentarismo.
Nos tomamos otro trago y Carlos Jaime mirándome directo a los ojos notó mi incredulidad. Tomó de nuevo el encendedor de tal forma que me parecía un pirómano que quería quemarme vivo. Sonrió y suspiró, se puso de pie y se dirigió a una habitación, me imaginé que iría a sacar un arma y matarme en ese momento, me rasqué la panza y me acordé que yo nunca había usado una. Era un detective pacifista. Carlos Jaime regresó y para mi fortuna no era una pistola lo que traía sino un sobre de papel manila tamaño carta de veintiuno punto cincuenta y nueve centímetros por veintisiete punto noventa y cuatro centímetros que en su interior contenía un montón de papeles. Sorprendido le pregunté de qué se trataba y me dijo que eran unas pruebas que había encontrado en la habitación de Bety que daban cuenta de unos tales desfalcos. Vaya a saber qué es eso, pero pensé que era algo serio. “Simón, es serio y creo que la maitra sabe que yo los tengo, por eso me anda taloniando para darme gas, como sabe que no puede hacerlo en su casa, está procurando hacerlo como si fuera un accidente. Por eso te ha mandado a vos, para que me ubiqués y luego darme en la nuca”. Curioso hojeé aquellos papeles, había balances financieros, copias de correos electrónicos y -para sorpresa mía- una foto de Bety en lencería con una exposición estilo bondage, la foto en blanco y negro le daba un toque artístico. Al reverso una frase escrita a mano “Para la reina que enciende mi fuego” firmada de tal manera que el nombre no era legible. Intenté quedarme con ella, pero Carlos Jaime no me quitaba la mirada de encima. Se la devolví.
Yo tomé otro trago y ya me sentía algo cerote. Era una terrible confesión aquella, le dije que tranquilo, que sabiendo de lo que se trataba que confiara que de mí no saldría ni una palabra. “Pero no te vayas a chiviar loco, que yo en esto no cuento con nadie y prefiero darme a la fuga antes de que me balaceyen”. Me explicó que Bety era capaz de todo. Le insistí que tranquilo, que ya vería cómo me las arreglaba. Que su esposa no le haría nada. Evidentemente estaba mintiendo pues yo lo que quería era salir de ahí tan pronto como pudiera.
Carlos Jaime se notaba indignado por el trato que Bety le daba. Hasta cierto punto sentí solidaridad con aquel joven de peculiar hablado. Mientras él seguía sosteniendo aquel encendedor que prendía y apagaba amenazadoramente. Luego de un breve pero intenso diálogo con aquel muchacho y al observar que en este caso no había ni un sólo rastro de infidelidad y sentir que estaba desperdiciando mi tiempo y mi vida, además de que su manía con el encendedor me tenía muy nervioso, no tuve sino que despedirme agradeciéndole su tiempo y su confianza y prometiéndole que no le diría nada a Bety sobre los verdaderos motivos de sus escapadas ni el lugar donde buscaba refugiarse. "Quedate para otro trago" me pidió. No gracias, debo irme. "Entonces dejá la puerta abierta" ordenó. Salí siguiendo sus indicaciones y me dirigí a paso lento hacia la salida.
Caminando hacia el portón de seguridad a pocos segundos de haber salido de aquel apartamento, se escuchó un grito estruendoso como de alguien que libera su “ki”, como de quien ahuyenta sus miedos o el de un potro alazán a punto de iniciar un largo recorrido, del susto que me dio tremendo alarido y como ya iba medio bolo, caí de bruces al suelo y tardé un rato en reaccionar, cuando lo conseguí volví a ver tímidamente en dirección hacia el apartamento y noté que Carlos Jaime se encontraba desnudo, bailando mientras sostenía frente a él la fotografía de Bety, mientras que en la mesita de centro se quemaban los papeles que me había enseñado antes.
En el apartamento, mientras empezaba a arder todo en llamas, identifiqué que la canción que se escuchaba decía algo así "come on babe, light my fire", la habitación se incendiaba a la velocidad de la luz "come on babe, light my fire", mientras Carlos Jaime bailando y haciendo su peculiar fonomímica se masturbaba cantando fogosamente "Try to set the night on fire".
3.

Aquella tarde volví a casa, decidí dejar mi profesión durante algún tiempo, pensé en cambiar de dirección para que Bety no me encontrara y me pidiera una devolución por no haber resuelto el caso, haciendo eco de las palabras de Carlos Jaime: “Bety es capaz de todo”. Encendí la tele y me serví una cerveza bien fría, quería olvidar lo sucedido, pero justo Bety “La Octopussy” aparecía en el noticiario denunciando ser víctima de una conspiración. Yo nada más me la podía imaginar en aquella foto en blanco y negro con su perfil de bondage “para la reina que enciende mi fuego”. Me estaba excitando pero viendo aquella mujer en la televisión notaba que cuando trataba de ser graciosa, no era ella sino el botox quien sonreía.

lunes, 14 de noviembre de 2016

¿Qué es la Red Alforja?

¿Qué es la Red Alforja?

Una alforja llena de sueños y utopías, tenemos ya una historia que nace en 1981, al calor de la campaña de alfabetización de la revolución en Nicaragua, aprendiendo desde entonces, caminar con los procesos de liberación de los pueblos mesoamericanos. Como Red Alforja le apostamos a entretejer los conocimientos y aprendizajes de procesos transformadores, personales y colectivos que se están gestando en la región, desde las experiencias de lucha y resistencia de los pueblos, que hoy y desde las historia, defienden nuestros territorios y se posicionan a favor de un proyecto de vida.

Nos constituimos en un espacio de encuentro, análisis e intercambio regional, para aportar a las estrategias de los movimientos populares, que pueda contribuir a la consolidación de nuevas capacidades, enriquecer el quehacer pedagógico, político, social y cultural y generar voluntades para la articulación y acción colectiva que aporte a la construcción de proyectos políticos emancipadores.

Articulamos nuestros esfuerzos desde una apuesta de Educación Popular, con organizaciones sociales y movimientos populares, presentes en los países de la región mesoamericana: México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.

La Red Alforja pretende articular el trabajo en Educación Popular con movimientos sociales y populares para impulsar diversos procesos de formación política y metodológica, para cualificar el debate, construir capacidades de acción y pensamiento por la vida en la transformación de la región mesoamericana.

Una de las acciones principales es la Escuela mesoamericana en Movimiento de la Red ALFORJA, Experiencia de formación política de un promedio anual de 20 movimientos de México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Se realiza a través de 3 encuentros de una semana por año en diferentes países de la región. Inició en el 2008.

Esta propuesta, parte de las necesidades de movimientos que tienen una intención política definida en el marco de la defensa de los territorios, por la soberanía alimentaria y energética, y de sindicatos abiertos a una visión transformadora.

Nuestra propuesta incorpora lo histórico como norte del presente y del futuro, parte de necesidades y demandas concretas, construye conciencias y sensibilidades políticas que conectan a las personas con su colectivo y con entornos de mayor pluralidad y complejidad.

Por ello pretende promover un proceso de múltiples dimensiones: Hacia adentro un proceso de formación que produce organicidad, compromiso político y convicción, construye subjetividades e identidad. Hacia fuera fortalecer las articulaciones entre movimientos, sus capacidades de alianzas, negociación, propuestas y la capacidad de concretar estrategias de lucha con una dimensión de cuidado de la vida.

Las relaciones de poder constituyen un eje de reflexión central a lo largo de todo el proceso, esperando contribuir a que los y las participantes se ubiquen mejor en sus movimientos y transformen sus prácticas cotidianas, y desde ahí aporten a su cualificación.



lunes, 31 de octubre de 2016

Taller de sistematización de experiencias Funprocoop-Red Alforja

En el marco de la Escuela Metodológica de Educación Popular impulsado por Funprocoop-Red Alforja, se llevó a cabo el taller denominado “La Sistematización para aprender de nuestras experiencias” del 17 al 21 de octubre en la Granja Escuela de Capacitación Agrícola (GECA) en Nueva Concepción, Chalatenango.

A este taller participaron representantes de agrupaciones campesinas, cooperativistas, estudiantes universitarios, defensores de derechos humanos y militantes de movimientos populares quienes trabajaron propuestas de sistematización para sus respectivas organizaciones.


A continuación un vídeo que resume los principales momentos de la propuesta metodológica que trabajamos.

viernes, 28 de octubre de 2016

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (III)

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (III)

Erick Tomasino.


Siguiendo con esta crónica. El día que mi abuela fue ingresada al hospital, a pesar de los comentarios de la enfermera, el hecho de que ella estuviera rodeada de profesionales de la salud me tranquilizaba.

Por la tarde fuimos con mi hermana y otros familiares a visitarla y saber cómo iban las cosas, nos turnamos pues para la visita sólo entregan una tarjeta y debíamos verla uno a la vez; mi hermana fue la última en entrar y al salir salió más preocupada. Le dijeron que un familiar tendría que quedarse para asistirla, que debía ser una ‘hembra’ para que le estuviera dando la comida, la bañara y le diera los cuidados. Que eso se hacía con todos los pacientes y que así tenía que hacerse con mi abuela. Nos llamó la atención pues con base a nuestra experiencia en otros hospitales, jamás nos habían pedido eso. Podría ser algo lógico si no fuera porque en ningún sitio del nosocomio se informa sobre esa “política” y más aún, que esos sitios no tienen la infraestructura para que las cuidadoras se queden internadas de igual manera que las pacientes.

Veamos: por cada paciente hay una cama, en cada sala hay aproximadamente ocho camas separadas una de otra por casi cincuenta centímetros, es decir que con suerte hay alguna mesa para ubicar equipo médico u otros utensilios, mucho menos para ropa o productos de higiene de cada paciente. Por lo general estos están sobrepuestos en la cama. Apenas hay espacio para sillas, en general las visitas están de pie o sentadas en el borde de las camas –si esto es posible según el estado de la persona enferma- Para ir al baño, hay que salir de la sala y en horarios de ducha, se topan personas de las diferentes salas. Sin profundizar más en la descripción la pregunta es ¿qué condiciones hay para que una persona cuidadora –por lo general una familiar- esté las veinticuatro horas el tiempo que la enferma queda ingresada? una persona que también come, se ducha, va al baño, duerme… y qué pasa con aquellas personas que no tienen una persona cuidadora disponible (como pudo ser el caso de mi abuela) ¿Cuál es la función del personal de enfermería?

Con todas estas inquietudes nos fuimos esa tarde-noche. Además mi hermana me dijo que había que estar el siguiente día a las siete de la mañana para poder consultar al médico sobre el caso de mi abuela. Eso me sacó de onda pues pensé que se podría aprovechar la hora de visita para consultar sobre el estado de salud del familiar. Pero como ya había varias situaciones incómodas, decidí asistir a las siete de la mañana del siguiente día para saber qué me decía el médico.

Acudí ese nuevo día a las siete de la mañana. Después de explicarle al vigilante de la entrada y que luego de un par de consultas me dejara entrar, llegué a la sala indicada. Una de las enfermeras me pidió que me sentara en una salita cerca del mostrador donde se supone dan información y que esperara por el doctor para consultarle. Yo le pregunté cómo iba a reconocer al “doctor”, ella me miró fijamente, yo le hice saber que como veía a muchos doctores y que además a todos les llaman así, se me iba hacer muy difícil saber a cuál de todos ellos tendría que consultar. Ella me dijo un tanto extrañada que esperara que ella le diría a “el doctor” que yo estaba esperándolo.

En la espera pude notar la dinámica de aquel sitio. Las cuidadoras llevando a sus familias –las que podían andar- a la ducha. Otras dando de comer, alguna que otra intentando descansar en una de las pocas sillas disponibles. Y algo que me llamó la atención fue presenciar cómo una enfermera no quiso atender a una anciana que se encontraba en una camilla en el pasillo simplemente porque no le daba gana. ¿Y esto pasa todos los días? Hubo en mí una mezcla de emociones que no logro describir.

Luego de casi dos horas –es decir casi a las nueve- aparecieron dos doctores, me avisaron que uno de ellos era el que había estado esperando. Me acerqué y frente a mí se puso a opinar con su colega, tomando decisiones sin consultarme a mi ni mi abuela; luego me informaron de la condición de la fractura y lo que habría que hacer, de las pruebas que habría que tomar y el tiempo que eso tomaría. Pues si eso hay que hacer ni modo nos dijimos con mi abuela. Ellos se fueron a ver otros pacientes y yo me quedé un rato con  mi abuela pensando que pronto llegaría la enfermera a sacarme.

Pero no fue así, quien se asomó fue otra enfermera y me dijo que debía de seguir a la mujer que iba allá caminando. La seguí y al alcanzarla me pidió que la acompañara, fuimos hasta una oficina, muy amable me pidió que me sentara. Me informó que a mi abuela le tenían que hacer un examen, firmó un papel y me dijo que con ese papel fuera a una clínica privada a una cuadra del hospital, que con su firma el examen sólo costaría veinte dólares pero que sólo lo podía solicitar en esa clínica. Y que si andaba los veinte dólares que lo fuera hacer en el momento pues el especialista sólo llegaba los sábados por la mañana al hospital. Vi la hojita que me había dado con su firma y sello. Entonces entendí que era una trabajadora social. Aunque por las circunstancias también parecía la que “bisniaba” con los consultorios privados. ¿Por qué no hacían ese examen en el hospital? ¿Por qué debía ir sólo a aquella clínica? ¿Por qué hay profesionales que se prestan a estas cosas?

Fui al consultorio privado aledaño al hospital nacional, me atendió una mujer y sin más preguntas me cobró los veinte dólares, ni siquiera me entregó comprobante (¿evasión de impuestos?) y volví al hospital confiado en que aquel desconocido especialista llegara el único día que puede llegar pues me imagino tendrá otros trabajos por fuera.

Otras cosas sucedieron pero ya no hago más largo el cuento…


P.D. Estarán consientes estas personas que lo que hacen es que la gente (que puede) decida mejor acudir a los servicios privados de salud. Que con sus acciones justifican que el servicio se privatice en lugar de luchar por el servicio público con gratuidad y calidad bajo el entendido que la salud es un derecho humano y no una mercancía. Sin hablar de la vocación y esas cosas que no dan de comer…

viernes, 14 de octubre de 2016

PIERNAS LOCAS

PIERNAS LOCAS
Erick Tomasino


Su padre siempre lo preparó para ser el mejor atajador de todos los tiempos. Quería que fuera mejor portero que Magaña o aún mejor que “La Araña Negra” Lev Yashin. Quizá por haber nacido un quince de junio de mil novecientos ochenta y dos, día en que por una mala jugada de dios le propinaron diez goles a la selecta con el pobre de Ricardo Guevara Mora como arquero, su padre decidió que había sido el destino y no otra cosa lo que orientaba que su hijo debía salvar la imagen del país. Tenés que ser el mejor de todos los tiempos le indicaba casi como una orden militar, pero Piernas Locas nació para el dribling, para llevarse por encima a todos los rivales, para construir jugadas en el medio campo y hacer goles de antología. Con su porte espigado y flacucho era el mejor delantero que se haya visto en los arrabales de aquel cantón extraviado que nadie sabe ubicar en el mapa. Lo demostraba cada tarde de juegos improvisados mientras llevaba a pastorear las dos vacas familiares en aquel campo que funcionaba al mismo tiempo como potrero y como cancha de fútbol. Por más jornadas de arduo entrenamiento que su padre le hizo sufrir bajo los tres palos, Piernas Locas demostró que era un chico de campo.
En la escuela no le interesaba nada de aritmética ni de geografía, apenas había escuchado de un país llamado Brasil, del cual sabía que había ganado la copa del mundo del noventa y cuatro y del cual no le importaba el nombre de su capital. Pero aprendió a celebrar los goles como su ídolo Bebeto, aunque Piernas Locas a esa edad nunca había llevado un bebé en los brazos. Su vida era el balón en sus pies al que sabía llevar felizmente hacia el gol, eso lo supo mientras estudiaba el bachillerato cuando, jugando para la selección del instituto, hizo uno de los goles más recordados por su generación y que le valió ganarse un besito de la reina del instituto. El gol era también alegría.
Uno de sus profesores, profeta de los cracs, al advertir que el talento de Piernas Locas no estaba en los salones de clase sino en las canchas, lo llevó a probarse con el equipo local de la tercera división que rápidamente lo fichó como una de sus promesas y que a los pocos meses lo cedería a las reservas de uno de los clubes más importantes del país, equipo que inmediatamente lo vio como uno de los suyos, como el sustituto de la magia de uno de los mejores futbolistas de toda su historia, aunque para esos días no le daban ni  para el pasaje del autobús; es así que en esos primeros meses como reservista del equipo, acudía a los entrenos con dinero prestado o lo que le daba su padre como producto de la venta matinal de la leche que le extraían a las dos vacas familiares. Pero poco a poco se fue haciendo un lugar en el equipo e inmediatamente fue convocado para el plantel mayor, había promesas de salario y premios. Piernas Locas sólo quería jugar.
Cuando debutó en la liga mayor, apenas comido y vivido, metió tres goles de leyenda, en las estadísticas quedó como el primer “hat trick” de un debutante en un torneo, parecía que bailaba twist con el balón. Había nacido un nuevo ídolo de la fanaticada a quien ya le habían llegado los rumores de la novel promesa, pero que hasta esa tarde fue testigo de ello. Ni uno ni dos ni tres rivales daban abasto para marcar aquel chico que llevaba en sus piernas una joya del fútbol nacional, fue en ese momento que por su particular manera de driblar le apodaron el Piernas Locas.
Asentado ya en el equipo soñaba cada vez con cosas más grandes. Una vez le preguntaron para qué equipo le gustaría fichar, dudó un momento, pero luego respondió casi salomónico: para el Real Madrid o para el Barcelona, porque sépase bien, que en la cabeza de Piernas Locas no había lugar para las ideologías ni disputas históricas, poco a poco se fue enterando que la única ideología en el fútbol es la de las ganancias que se miden en millones de dólares. Lo supo cuando luego de ganar la liga nacional en aquel año, le dieron como premio un auto que aprendió a manejar de poco a poco.
La siguiente temporada iniciaba con la noticia de que Piernas Locas sería el único jugador en toda la liga en ser fichado por más de una temporada, un acontecimiento histórico para una liga de semi profesionales que cada año tenían que renovar contrato o jugar casi de gratis. Es así que ese año pudo comprarse una casa y otro carro, volvió a su pueblo para ofrecerle matrimonio a la ex reina del instituto con quien meses después se casarían. Ese año volvió a ganar la liga y el título de máximo goleador. Piernas Locas era todo un ejemplo para chicos y grandes.
Su profesión iba en ascenso, el siguiente año volvería a ser noticia al firmar para una importante marca deportiva un contrato de patrocinio, ni equipos enteros lo habían logrado nunca y Piernas Locas era así el primer jugador que lograba rubricar un contrato individual con una empresa, luego le sucedieron otras y el rostro de Piernas Locas aparecía en banners, rótulos, spots televisivos y hasta en camisetas. Era la imagen de gaseosas, yinas y empresas lotificadoras. La gente lo adoraba, era un verdadero ídolo nacional de masas. Fue así como lo convocaron a la selección nacional y uno de los sueños de infancia de Piernas Locas se hacía realidad. No hay que obviar que en su debut con el equipo de todos, en una ciudad de Estados Unidos y en una estupenda noche y pese a las genialidades de Piernas Locas perdieron, es así que aprendió de la derrota sin perder las esperanzas. Sin embargo, esa noche le dieron ganas de tomarse un vaso de leche con vodka.
Pero Piernas Locas no se dejaba vencer y en el segundo juego de la gira, se echó el equipo a los hombros y lo encaminó a un sendo triunfo contra una selección del Caribe del que Piernas Locas nunca había escuchado, pero lo celebró a lo grande. Al ser entrevistado por un periodista de una importante cadena de televisión, sus inmortales palabras quedaron registradas: “Bueno, primeramente quiero agradecer a dios por este triunfo y a la noble afición que vino a darnos el respaldo, lo importante fue que nos aplicamos, seguimos las recomendaciones del profe y dimos el todo por el todo, sólo nos queda seguir trabajando y pensar en el próximo partido”. Piernas Locas se rascó la nariz y se retiró corriendo a las duchas.
De regreso al país le informaron que en su equipo tendría un nuevo compañero de ataque, su nombre era Fernandinho Pipoca, un brasileño que había llegado para reforzar la delantera, la magia de ambos los convirtió en una de las duplas más temidas en todo el redondo nacional. Casi como por arte de magia, ambos arietes se entendían en el campo como si se hubiesen criado juntos. La afición enloquecía cada tarde de fútbol.
Aquella temporada los dos llevaron al equipo a una nueva copa, disputando entre ambos el liderato de goleo que rompió records históricos y por ese mérito llegaron de nuevo los premios, los agradecimientos, firmas de nuevos patrocinios, ofertas de otros equipos nacionales y extranjeros. Ese mismo año nació el primer hijo de Piernas Locas.
El padrino –como no podía ser de otro modo- fue Fernandinho Pipoca. El bautizo del pequeño ídolo apareció en las portadas de los principales periódicos y revistas del país; la prensa rosa lo aprovechó muy bien y era la comidilla en casi todos los medios. La gente lo quería mucho y se emocionaba con la presencia del pequeño príncipe, descendiente de aquel que había alcanzado el éxito y que seguía subiendo como la espuma. Pero se venía una nueva temporada y había que volver a los entrenos.
El equipo les informó que debido al gran éxito alcanzado, habían sido invitados a realizar una gira por los Estados Unidos, ya había fechas comprometidas para jugar en las principales ciudades donde había compatriotas que -hay que decirlo- vivían en una situación irregular pero que aun así podían enviar remesas y pagar sus entradas, por lo tanto había que llevarles alegría y qué mejor que un buen espectáculo con Piernas Locas como protagonista y de Fernandinho Pipoca como el mejor de sus compinches. Piernas Locas se emocionó pues uno de los directivos les prometió una jugosa bonificación, se emocionó porque pensó que con ese dinero podría ampliar el lote donde vivían sus padres y poder construir una piscina para recrearse con los suyos. Piernas Locas seguía siendo un chico de familia.
Al final de la reunión con todo el equipo, Fernandiho Pipoca se le acercó para invitarlo a celebrar, celebrar qué, nuestra amistad y los triunfos compartidos dijo él en un portuñol al que Piernas Locas ya se estaba acostumbrado. No puedo dijo él, tengo que volver a casa, porra pa’carajo fue la expresión de Fernandinho Pipoca, no credo, si tú estás un adulto, vamos celebrar. La expresión en los ojos de aquel alegre brasileño, terminó de convencer a Piernas Locas, así que accedió y se fueron juntos a una zona llena de bares y gente jovial. Piernas Locas entendió que ese era el ambiente al que le gustaba ir a su compañero de goles, lo supo porque al nomás entrar un grupo de jóvenes le gritó vocé, vocé, pipoca gosta da maconha y el otro más alegre les abrazó diciendo e aí carajo, os feomalditos, mira, voy a te presentar a mi amigo el Piernas Locas, por favor siéntense con nosotros, qué honor, qué placer, qué orgullo tenerlos por acá. Van a pedir algo. Cerveza. Un vaso de leche. Un qué. Toma otra cosa. Un vaso de leche con vodka. Un vodka sin leche será. Todos reían. En eso, uno de los chicos le hizo la indicación a Fernandinho Pipoca, ambos se pusieron de pie y se dirigieron hacia el baño. Mientras los otros dos chicos se deshacían en elogios. Sos el más grande, el mejor de todos los tiempos, en serio cerote, no hay nadie como vos, valen verga los demás, firmame la servilleta, haceme un bicho. En eso estaban cuando los que se habían ido regresaron, Fernandinho Pipoca un poco más alegre lanzó un papelito sobre la mesa que Piernas Locas alcanzó a leer: “He aquí vuestro placer, vuestro placebo”. Él no entendía nada, hasta que minutos después, Fernandinho le pidió irse a sentar a otra mesa, dejando aquellos chicos solos para quedarse ellos solos y hablar de sus temas.
Muy amena la noche, cuando un tipo gordo, vistiendo de corbata y saco se les acercó, les preguntó si podía sentarse junto a ellos a lo que el brasileño respondió con un sí, el hombre se sentó casi con fatiga y simuló una sonrisa. Se fue directamente al grano y preguntó si estaban de acuerdo con ganarse algunos dolaritos extras. Piernas Locas pensó que se trataba de un nuevo patrocinio y muy interesado le pidió que les explicara. El tipo gordo les dijo que sabía que el equipo haría una gira por los Estados Unidos y se enfrentaría a importantes equipos de la región, que sabía de la buena racha que aquella dupla tenía y que eran una de las más prometedoras, que nadie se podía esperar menos que importantes triunfos y una serie de éxitos y que eso les vendría bien para las estadísticas, pero la oferta que él tenía era más tentadora. Se trataba de agenciarse unos sus buenos billetes si hacían caso a las casas de apuestas, es decir, si en todos, todos los partidos se dejaran vencer para que de esa forma esas casas de apuestas e importantes apostadores ganaran un dinero fácil, de lo cual de esas ganancias ellos se podrían llevarse una jugosa bonificación. Los dos arietes se miraron a los ojos y Fernandinho Pipoca se mostró el más interesado y quería que le explicara cómo funcionaba aquello. Mientras el tipo gordo y con corbata les explicaba cómo era la movida, en el Xibalbar sonaba la música a todo volumen que hizo más confusa la propuesta. A Piernas Locas no le quedaba muy claro y no estaba seguro de aceptar el trato, pero el tipo gordo le pasó un papelito donde se detallaba la cantidad que se podría ganar por cada partido perdido. Era más de lo que ganaba por temporada, en ese negocio los dólares caían por miles.
Desconcertado al terminar la plática, Piernas Locas decidió marcharse, Fernandinho Pipoca trató de persuadirlo para que aceptaran la propuesta de inmediato, pero había que pensarlo muy bien, las esperanzas de cientos de aficionados estaban puestas en aquella maravillosa dupla y no había lugar para decepcionarlos. El brasileño lo regañó, le dijo que se portaba como una crianza, que con ese billete podían resolver el futuro, que jugando para equipos mierdas nunca iban a lograr nada. Piernas Locas lo paró en seco y le dijo que lo iba a pensar, que le diera unos días, que la cosa no era así nomás. Fernandinho lanzó una manotada al aire y dijo ¡bah! Hasta mañana entonces. Cada quien tomó su camino. En el trayecto a casa, a Piernas Locas se le atravesó un amarillo school bus cuyos pasajeros le gritaron que era el mejor. La gente parecía andar desenfrenada.
Al llegar a casa, su esposa lo estaba esperando, por qué llegás tan tarde, el niño no ha dejado de llorar, traés hambre. Te tengo una noticia. El te tengo una noticia lo asustó un poco y lo sacó de aquel pensamiento que llevaba entre ceja y ceja. Qué noticia, habrá un nuevo miembro en la familia le dijo y se sobó la panza y sin esperar respuesta del crac, le empezó a enlistar las necesidades que se vendrían, ampliar la casa, comprar cosas, buscar una persona que le ayudara con los cipotes y un larguísimo bla bla bla. En resumidas cuentas, vamos a necesitar más dinero. Lo importante es tener salud, le habría gustado decirle.
Piernas Locas acostumbrado a esas alturas a invertir en la familia, pensó que el futuro era incierto, que los éxitos no duraban para siempre, se contaban por miles las historias de futbolistas afamados que terminaron en la ruina y en el olvido. Había que garantizar a su familia -cada vez más grande- cierta estabilidad. Eso pensó y entonces decidió aceptar la propuesta de aquel viejo gordo de corbata. Se lo contó a Fernandinho Pipoca quien lo abrazó efusivamente y ambos se prometieron guardar el secreto. En aquella gira, que supongo todo el mundo recuerda, el equipo del dúo dinámico perdió todos los juegos de manera insólita. Y la famosa dupla no anotó ni un tanto. Piernas Locas incluso falló un penal que pudo haber cambiado la historia.
Después de aquello la fama de Piernas Locas fue decayendo, al final de la temporada, su compañero de goles Fernandinho Pipoca abandonó al club y regresó a su natal Brasil. Piernas Locas se quedó en solitario y ya no destellaba ni magia ni emoción, la grada se puso en su contra y en el estadio se leían pancartas exigiendo que se fuera del equipo. Meses más tarde se destaparían los casos de corrupción en el fútbol y el nombre de Piernas Locas aparecía como uno de los principales implicados. La justicia lo requirió para que diera declaraciones pero él nunca se apareció. Lo buscaron por todas partes pero nadie daba cuenta del ex-héroe de chicos y grandes.
En la sede del club borraron todo registro del paso de Piernas Locas. La afición aprendió a olvidarlo como había hecho con muchos futbolistas. La prensa rápidamente encontró otro personaje de quien hablar. Las esperanzas se renovaron lanzando al olvido toda la historia.

Piernas Locas desapareció por completo. Sin embargo hay quienes afirman que ahora vive en los Estados Unidos de forma ilegal, que con el poco dinero que logró llevarse puso una pupusería a la que frecuentan personas indocumentadas que están en la lista de quienes serán lanzadas como carne de cañón en alguna aventura militar con la esperanza de obtener la residencia si vuelven con vida; compatriotas que acuden bíblicamente a realizar su última cena y beben vodka con leche en espera de ser enlistados al próximo contingente de invasión gringa. Dicen que ese lugar se llama Crazy Legs Pupusas, y también dicen que en ese sitio todo mundo habla de la guerra y nadie habla de fútbol. Nadie.

lunes, 10 de octubre de 2016

Taller de formación "La sistematización para aprender de nuestras experiencias"















FUNDACIÓN PROMOTORA DE COOPERATIVAS. FUNPROCOOP

RED MESOAMERICANA DE EDUCACIÓN POPULAR. RED ALFORJA




Estimados amigos y estimadas amigas.
Con la presente anunciamos la realización del taller de formación de la Escuela Metodológica de Educación Popular 2016 denominado: “La Sistematización para aprender de nuestras experiencias” que se llevará a cabo los días del 17 al 21 de octubre y cuyos objetivos son: 

1) Desarrollar una propuesta formativa para fortalecer las capacidades metodológicas de sistematización de experiencias desde la Educación Popular y 2) Delinear propuestas concretas y prácticas de sistematización de utilidad para las organizaciones participantes.

Los principales contenidos serán:
-Propuesta metodológica de sistematización de Alforja.
-Concepciones, características, utilidades de la sistematización de experiencias.
-Relación entre Sistematización, evaluación e investigación.
-Sistematización de experiencias de las organizaciones participantes.
-Aplicación práctica.

PERFILES Y REQUISITOS PARA PARTICIPAR
 -dirigentes, militantes de organizaciones populares, educadores/as o técnicos/as, trabajadores/as rurales, promotores/as, con cierto nivel académico y/o experiencia organizativa.
-comprometerse a asistir durante todos los días del taller.

-estar dispuestas a reproducir los nuevos conocimientos con las organizaciones donde trabajan, estas a su vez se comprometerán en abrir los espacios necesarios para aplicarlos.

Costos
El costo del taller es de US$200.00 por persona. Esta tarifa incluyen transporte desde San Salvador al lugar del taller, comidas, alojamiento y materiales de apoyo.

Sede de la Escuela
Este curso se realizará en la Granja Escuela de Capacitación Agrícola GECA, Nueva Concepción, Chalatenango (a una hora y media de San Salvador) TEL.: (503) 2354-2101.

Parara mayor información comunicarse a:

Correo electrónico: educacion@funprocoop.org.sv 

Funprocoop
Colonia Flor Blanca, 12 calle poniente. N° 2422. San Salvador. El Salvador.
Teléfonos: (503) 2223-0453 ó (503) 2298-3445


martes, 20 de septiembre de 2016

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (II)

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (II)
Erick Tomasino.


Llegamos a la unidad de emergencias del Hospital de Ahuachapán. Quizá como era 15 de septiembre no había mucha gente o quizá era un hospital que no suele estar saturado como otros de la red de hospitales públicos.
Colocaron a mi abuela en una camilla y nos preguntaron qué había pasado. Les dije que se había caído e inmediatamente la atendieron, hasta ahí todo bien. Me llamaron hacia un mostrador para que diera los datos y alcancé a ver que el diagnóstico previo era lo que sospechaba: “fractura de cadera”, así también noté cómo la enfermera marcó en la ficha que el nivel de emergencia era amarillo.
Luego me pidieron que fuera hacia archivo para registrar a mi abuela y sacar la tarjeta de visita. Entonces la van a ingresar deduje. Como no sabía dónde quedaba, una enfermera me dijo que siguiera la línea de color… no me acuerdo qué color, pero la seguí y di cabal. No había nadie. Espere un par de minutos y se acercó un chico para atenderme. Levantó los datos y ya. Que al suave este hospital, me dije.
Volví hacia emergencias y ya había un poco más de gente. A mi abuela la habían puesto a un ladito para que no interrumpiera las emergencias que iban llegando. El que más llamaba la atención era el de un niño de doce años con fractura de peroné, que le había ocurrido por querer alcanzar su instrumento musical –el que tocaría en los desfiles- en un sitio que debido a las torrenciales lluvias estaba liso. El pobre gritaba hasta más no poder.
Nos tocaba esperar pues logré leer en un cartel que la atención dependía del nivel de emergencia: nivel rojo la atención tarda entre 0 a 10 minutos; el nivel amarillo entre una a dos horas. Así que me dije que estaríamos ahí por lo menos unas dos horas.
Luego llega alguien y me dice que lleve a mi abuela a Rayos X para que le hagan las radiografías, me le quedo viendo un tanto sorprendido, otra enfermera entonces le dice a otra enfermera que la llevemos, a ello se sumó un chico de la limpieza, así se iba poniendo un poco extraño aquello.
Llegamos a Rayos X y preguntan quién iba acompañando a la señora, les dije que yo, me preguntaron de nuevo qué le había pasado, repetí lo que había dicho antes. Hay que ponerla en este sitio para hacerle la radiografía. La enfermera me preguntó si la podía “chiniar” la miro sorprendido y le digo que no lo puedo hacer, que está fracturada, que la que debía saber cómo movilizar a una paciente de 88 años con fractura de cadera era ella. Todo mundo se quedó mirando. Tuve que describirles cómo lo habían hecho los de la unidad de emergencias que nos habían llevado en la ambulancia. Así hicimos.
Volvimos esta vez a otra unidad para que le leyeran las radiografías. Tuvimos que esperar varios minutos. Una de las enfermeras nos ofreció desayuno. Ni mi abuela ni yo desayunamos, pero se lo agradecimos. Después aparece el chico de la fractura en el peroné dando gritos de dolor. Lo atendieron antes, estaba bien, se veía que era más urgente. Al final la doctora ve a mi abuela y confirma lo sospechado. Será necesario ingresarla, me piden que la lleve a otro lugar para hacerle un electrocardiograma. La llevo no sin antes recibir un regaño por no saber exactamente donde estaba, ahí pensé que mucho del personal actúa como si uno conociera o debería conocer todos los procedimientos y ubicación de los sitios.
Me mandan a por un medicamento a la farmacia del hospital, llego y no había nadie haciendo fila, la señora de la farmacia me dijo que me sentara y que esperara. No sé para qué, si sólo llegaba por un medicamento. Minutos después llega una enfermera y me pregunta si ya me atendieron, le digo que no, me toma la receta y empieza a pedirle a la de la farmacia que por favor le atendiera, tuvo que llegar otra enfermera para pedirle encarecidamente que nos despachara. Y yo me dije ¡esto es en serio!
Volvimos y ya mi abuela estaba en dirección a la sala de cirugía mujeres donde hasta hoy está ingresada. La colocan en una cama y yo me quedo ahí acompañándola un rato y a esperar si alguien me informa de qué es lo que va proceder. No se acercó nadie. De pronto una enfermera se aparece y grita en toda la sala “¿cuántos años tiene esa viejita?” le respondo que 88. “Hay no, esa viejita ya no aguanta una operación. A nosotros la semana pasada se nos murió una porque no aguantó. Esta señora se va morir si la operan.” Las otras mujeres en la sala me vuelven a ver. Y yo le digo –también en vos alta para que se escuche en toda la sala- que eso lo deberían saber los médicos, que para eso la hemos llevado al hospital.
Al final me dijo que no podía estar ahí. Que en esa sala sólo podía haber “hembras”, porque era una sala de “hembras” y que debía de haber una “hembra” que la cuidara porque ellas no daban abasto con todas las “enfermitas”. Me dieron ganas de decir algo, pero se me quebró la voz, luego pensé que habría sido importante pedirle su nombre y denunciarla por ese tipo de trato y comentarios contra pacientes. Pero mi abuela me pidió que me fuera y esperara llegar con el resto de la familia.

A la salida quise ver si en las salas de hombres, sólo habían “machos cuidando machos” o si ahí sí estaba permitido que “hembras” cuidaran a los “machos”…

sábado, 17 de septiembre de 2016

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (I)

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (I)

Erick Tomasino.


Mi abuela se cayó del sofá. Escuché su grito y sus quejas de dolor. Como pude la llevé hacia la cama para acostarla y le sugerí que no se moviera. En un principio creí o quería creer que sólo se trataba de un dolor sin complicaciones. Una hora después ella me dijo que le dolía mucho y cuando la vi, tenía inflamado la parte izquierda de la cadera. Mierda, esto puede ser una fractura me dije. Entonces pensé que lo mejor sería llevarla al hospital, pero pensando en la posible fractura, lo mejor sería llevarla en una ambulancia. Ahí fue donde me acordé que cuando mi madre estuvo muy enferma traté de elaborar una guía de números de emergencia que nunca logré hacer.

Le llamé a mi amigo Luis para ver si él me podía ayudar. Obviamente se preocupó. A los pocos minutos me devolvió la llamada diciendo que se había comunicado con el 911, pero que si yo lo podía hacer también que lo hiciera. Mientras él se encargaba de buscar números telefónicos de otras instituciones que atienden emergencias.

Llamé al 911 [si, buenas quería saber si me pueden enviar una ambulancia] el “quería saber” me pareció una mala frase, de duda, tendría que haber iniciado con un “necesito una ambulancia urgente” eso podría haber sido más enfático. En fin, al chico que me atendió le di los detalles, me dijo que enviarían una unidad para atender la emergencia y verificar si era necesario el traslado hacia el hospital, me indicó que mi abuela no se movilizara para no afectarse más y que esperara fuera de casa para que la unidad supiera el punto exacto donde debían llegar, le pregunté que cuánto se tardaría, me dijo que eso dependía de la  disponibilidad de la zona, yo le dije entonces que no se deberían tardar mucho pues la zona es muy accesible, él me dijo que bueno, que no sabía cuánto podían tardar para atender esa “emergencia”.

Mi abuela seguía quejándose del dolor, le sugerí que se tranquilizara un poco (esas cosas que se dicen sin saber realmente qué decir) que la ambulancia estaba por llegar y pronto llegaríamos al hospital para que la atendieran. Salí de casa a esperar a la ‘unidad’ con lámpara en mano, pues es una zona rural con poca iluminación. Eran como las ocho de la noche. Todo aquello estaba ‘silencio’ como dicen pero me sentía vulnerable. Cuarenta minutos después me llama Luis preguntando si ya había solucionado, aún estoy esperando a los del 911. Te doy otros números de teléfono. Pues no sé si es conveniente llamar. Te los dejo. Los anoté. Ya casi a la hora de haber llamado al 911 les volvía a llamar, esta vez me atendió una chica, le dije que hacía casi una hora había llamado para solicitar una ambulancia pero no había llegado, me preguntó en qué departamento estaba, ¿departamento? Pues Ahuachapán ((sonido de tecleado)) pues aquí solo tengo una llamada del barrio… no, no, no es en la ciudad de Ahuachapán, es el departamento y le dije la dirección exacta. Ah sí, es en el cantón Izcaquilillo, si, si… pues se ha borrado de la pantalla… pero si hace una hora llamé y me dijeron que enviarían una ambulancia. A ese sitio no llegan ambulancias lo que le iban a enviar es una unidad de la policía [y yo para qué quiero una unidad de policía] bueno, manden lo que puedan, pero es que ya se borró su solicitud, si quiere le vuelvo a levantar los datos a ver si le enviamos una unidad. No, sabe qué, voy a resolver de otro modo, en todo caso quiero que quede registrado que esta no ha sido una llamada de falsa alarm… ((sonido de corte de la llamada)) qué curioso, hasta los del 911 me cortan las llamadas.

Voy ver el otro número de una institución encargada de atender emergencias. Llamo y de inmediato me contestan. Les digo que necesito una ambulancia pues mi abuela de 88 años se cayó y sospecho que se ha fracturado. Está bien, de donde nos llama. Les digo la dirección y me dicen que ellos no pueden atender la emergencia pues son los de Santa Ana, pero que me podía referir a los de Ahuachapán. Le digo que si puede referirme a los de Chalchuapa que están más cerca. Me dijo que me podía referir a los dos. El ‘referir’ significaba que me dictaba los números de sus oficinas en las dos ciudades mencionadas. Las anoté. Llamo a Chalchuapa. No contestan. Vuelvo a llamar –a todo esto ya han pasado casi tres horas de que mi abuela se ha caído- intento de nuevo, nada. Ni modo, llamo a los de Ahuachapán. Nada. De nuevo. Nada. ¡Puta!

Mi abuela me dice que ya no intente. Que mejor nos tranquilicemos –ella como siempre un poco más serena que yo- que al siguiente día lo resolvíamos. Le repetí que no se moviera, que tendría que quedarse en esa posición toda la noche. Así lo hizo aunque pasó quejándose del dolor. A las cinco de la mañana me levanté e intenté llamar de nuevo para que enviaran una ambulancia. En ningún lado me contestaban. Pensé que estaban más preocupados por atender a la gente que asoleada disfrutaba de los desfiles del 15 de septiembre. A las siete de la mañana por fin me atendieron de la unidad de Ahuachapán.

Si, buenas, necesito una ambulancia… a qué horas fue que se cayó. Anoche a las siete de la noche, pero he estado intentando comunicarme y hasta hoy me atienden. Sí, es que anoche por las lluvias se nos había cortado la comunicación telefónica… en fin, me dicen que en unos cinco o diez minutos estarían, pero que tendría que esperar afuera para ubicar el punto exacto. Se tardaron casi veinte minutos y ya eso me pareció rápido. Llevamos en una camilla a mi abuela y nos subimos a la ambulancia.


¿Nos pueden llevar al hospital de Chalchuapa? No, porque somos los de Ahuachapán y no tenemos permitido trasladarlos hacia allá pues es otro departamento. Pero qué loco, si es más cerca, sí, pero es una división distrital. Mi abuela gritando, llévenme donde sea que no aguanto el dolor. Ni modo pues vamos a Ahuachapán. Y hacia el hospital de esa ciudad nos dirigimos…