miércoles, 15 de agosto de 2012

Carta a un amor en red


Amor: (entro)

De nuevo estoy en esta cueva que llora por las grietas y ventanas cánticos de anhelos desterrados, viendo por un agujero ultravioleta tu sonrisa que ríe al ojo del huracán y no a mis labios que son de sangre y elixir. (Entro)

Oigo la música de este catre sin recordar la letra de tus gemidos (borrar). El ritmo permanece pero la esencia de tus caprichos de sonata se han desvanecido sin posibilidad de penetrar esta pantalla que se ha vuelto -por azar de la tecnología- lo más parecido a tu presencia. (Entro)

(Copio y entro de nuevo) (Estado sin conexión)

Y pienso en esta estancia, que peor que estar ciego, sordo o mudo, es estar ciego, sordo y mudo; porque aunque tenga un par de manos deslizándose sobre tu piel como corteza humedecida, no se si me miras a los ojos, si me gritas desbocada tu gusto por mi árbol sin ramajes, ni se decirte que soy un escarabajo succionando de tu sexo lo que me das para vivir así sin ti. (Borrar)

Y quiero desaparecer bajo el cobertor de tus retoños, más soy esguince en la tormenta de tu inconsciente que alambra mis implosiones. Te desvaneces en remolinos cual antifaz de pétalos y mutismos y caigo en tu trampa de reflejos y destellos de sonidos autoprogramados. (Entro)

Veo por fin tus sueños en un estado de somnolencia graficada por las voces de este cuadrante inoperante. Alguien canta tu ventana e imagino tu ropa interior enredada en placeres ingentes y ocultados; y si me asomo de repente, lo que había de erecto en mi se distrae. (Cerrar sesión)  

Amada: (dos puntos) Mañana no podrás ignorarme ni encenderás tus velas de aromas anestesiados. Ya el alba vendrá demasiado tarde y quien sabe si por azares del hedonismo, por fin te encuentre desnuda sobre esta cama. Mientras veo en diálogos ajenos tus pasos esquina opuesta a este epitome de cada noche, en tanto tú te distraes leyendo esto que termina siendo una carta. 

Erick Barrera Tomasino
(La ciudad y su sombra, 2012)

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