domingo, 31 de julio de 2016

POEMAS DESDE CENTROAMÉRICA: Fabio Rivas Rivera



Para ser leído con el preludio Op.28 No.15 de Chopin

1)
      Afuera las cosas eran cubiertas por arena, las rodillas temblaban, y la parte mohosa del corazón intentaba parir.
     No hay desesperación —me decía— ¡pero todo es incierto!
     De un suspiro me  escondía entre los labios de la cama.
     Lunes de nuevo, ya iban cuatro seguidos ¿cuándo iban a parar? 
     Entonces abrir los ojos.  Ver las ventanas llorando.
     Era algo complicado, hueso duro de roer.
     El cielo siempre estaba oscuro, habían construido un muro blanco frente a la ventana. Era triste morir y ser espectador del momento, millones de veces, como esos poetas-butaca que veían la proyección de su muerte en una gran pantalla: ediciones, música y grandes paisajes decorando sus fantasías más vulgares, donde ellos, sentados, cambiaban al mundo, en esas fantasías donde  horneaban el pan de los dioses, y pateaban  las uvas del vino de Jesús.

2)
     Las lágrimas, la miseria, el fracaso total era aplaudido.
     Desde la oscuridad de la función se abrían dos ojos irritados que contemplaban la deformación de la existencia.
     ¿Cuántos se habían podrido con la bebida en la mano antes de estirar el brazo sobre el hombro de una chica?
     ¿Cuántos habían agonizado inquietos por la sala pidiendo libertad para incendiar la tela?
     ¿Cuántos habían salpicado con su sangre la pantalla y se habían sentido esenciales creyendo que hacían suya aquella imponente ficción?
     ¿Cuántos habían caminado con cautela entre los estrechos pasillos  dejando pedazos de piel en la alfombra adhesiva, llena de desechos, de envoltorios de  chocolates y de restos de algún amor?
     ¿Cuántos poetas-butaca habían muerto sofocados por sus propias cenizas, filmando y viendo filmar la vida que nunca descansaría ante sus pies, que nunca dormiría a su lado, con la que nunca beberían cerveza ni se matarían a golpes en un callejón?
     ¿Cuántos espectadores habían muerto por no actuar?
     ¿Cuántos actores habían muerto por  hacerse a un lado?
     Y yo, protagonista de tantos rodajes, veía mi reflejo muriendo, y no intentando escapar.

3)
     Un ventilador dilataba el tiempo y hacía elásticas las horas, todo lo que                 hipnotizaba  era cíclico y giratorio, como dos ojos adentro de una licuadora hecha con las manecillas del reloj y el cuerpo de un maniquí.
     Afuera las sombras cubiertas por arena.
     Por dentro los órganos rellenos de arena.
     Intentaba dar un paso y me desarmaba deseando sostener los ojos, la boca y  la nariz. Pero todo era un mar gigantesco: agua del cielo sumándose a las olas.
     Lloraba y mis lágrimas se hacían arena.
     Quise gritar y mis palabras se ahogaron.
     Mi corazón de arena comenzó a desmoronarse, y todo volvió a ser parte…

4)
     Extraña película la de mi muerte y mi tortuosa resurrección como castillos, pozos y tetas de arena.
     Todas las tardes las manos de los turistas moldeándome, las olas lamiéndome el cuerpo y los cangrejos pisándome la cara. Mientras dos cuervos en la sala se posaban a mis costados, relamiéndose y susurrándose cosas entre sí.

5)
     Mucho tiempo estuve atrapado por aquella gigantesca pantalla. Sobreviviendo como un desecho cerebral, como una baba con piel.
      Pero no, nunca tuve una naturaleza contemplativa ni tampoco disfruté  lustrarle los zapatos a la muerte. Por eso un día me puse de pie y me arrastré por la sala, dejando pedazos de carne gris sobre la alfombra, levantando el rostro para soportar el espejo y gritando que  eran todos unos cobardes HIJOS DE PUTA, por culpa de ellos nos iban a hundir, con el peso del cielo, las deudas y  la radiación. 

6)
     Al salir nadie me devolvió el dinero de la entrada, pero había una tarde con sol ahí afuera y en la otra cuadra ya estaba abriendo el bar.
     En la barra conocí a una linda chica, ojos grandes y dorados, labios rojos y dementes, sueños de la absoluta destrucción
     ¡PORQUE SÍ!,  ¿QUÉ IMPORTA? Me enamoré de la hija de la muerte, y desde esa tarde  duerme conmigo adentro de un ataúd que se tambalea sobre la cima de un árbol. Afuera llueven hojas otoñales, mientras los dos apretamos las caras contemplando las estrellas a través de un cristal. Prometiendo que algún día haremos ese viaje. Y aunque a veces el viento sopla fuerte y nos tambalea, sé que de verdad nos queremos, intentamos formar un hogar.




¿2016?





Nadie aceptó comer con el dolor
Cuando abrimos los ojos ya estábamos a la mesa
Y las servilletas blancas a la altura de nuestros cuellos
Un cuchillo en una mano
Un tenedor en la otra

La saliva requería de algo más que la imagen

El dolor no sonríe ni se aterra

Somos nosotros los que nos reproducimos en realidades abstractas
Que a modo de complacer a la miseria se concretizan y nos lamen

Todo infierno es en sí mismo eternidad
Nadie puede darse el lujo de despreciar los golpes
Cada hectárea de hechos atómicos ES contradicción
Aunque no sea- para poder- contradecirse

Cada fetiche retórico en nuestra búsqueda de trascendencia
Es una palmada a una mentira más grande
La broma comienza en nosotros
Porque ella tampoco existe

Ahora el mar está adentro de la escafandra
La única posibilidad es asfixiarse en su grandeza

No es inmediata la vida a la muerte
El descubrimiento a la memoria:
Desgarrarse
pulirse
avanzar o caer

Alguien abrió la puerta y no entramos
Entendimos que siempre estuvo abierta
Y que al puente también lo buscamos por necesidad pueril

Todo humano es un niño
Y tiembla en el espacio acuoso en el que viven las ideas
Arrancándose las uñas para no matar a alguien
Para no exigir que le den una respuesta

Surcar la versión arrítmica de la posibilidad
Es la bella composición vital de los parásitos
La orquesta sinfónica de la irrupción al no-cuerpo

El maquillaje se descorre de la piel desprendida
Que se pudre sobre los huesos descalcificados
¡Y se esparcen como brisas de polvo!

Garabatos en el aire
Desechos humanos
Hermosos campos de posibilidades etéreas y tangibles

Que desacierto el de no derretir nuestro propio esqueleto
Y gritar: ¡adiós esqueleto, no sos tan importante!

que delicia la de recordar al menos por un segundo
que todo esto es una farsa
pero que solo  aquí podemos amar
e involucrarnos en conflictos
y cambiarnos los sexos, los nombres
y tener filosofías y causas

solo acá podemos sentirnos importantes
y comer y llorar y escribir poemas
y sentir que ningún libro suficiente
que toda obra de arte es una bala perdida
que da vueltas por un especio de ideas
donde hay más balas perdidas
y cabezas recibiendo disparos
y  rostros salpicándose de sangre
y  más balas encontrándose y estallando
y  multiplicándose con su naturaleza expansiva

bailar porque no queda de otra
odiar porque al fin y al cabo ya estamos muertos

seremos horribles y bellos o no seremos nada

… y sin embargo, que delicia la de encontrarse y no ser nada
La de no saber dónde estamos
No limitar donde estamos
No marcar la fecha
Ni dejar de inventarla
No saber la hora
No dejar de jugar
No dejar de ser los niños del planeta

Y que al pasar por las avenidas
La gente grite:
¡Vago!
¡Mantenido!
¡Parásito de la sociedad!
Y que al pasar por las academias
Los no-estudiantes  griten:
¡Borracho!
¡POSMODERNISTA!
¡CLOWN!

Y sonreír y sentir el sol que se filtra por las ventanas
Y escuchar los pájaros que aún no han cocinado
Y avanzar entre la frescura pensando:
Perdónalos Annette, no saben lo que hacen

Y avanzar  parcialmente ciegos
Calculando los objetos al paso
Saludando las heridas
recibiendo nuevas cicatrices
rodando por pendientes rocosas y escarchadas
besando maniquís y fantasmas
guiándonos por los olores
la música
y las supuestas formas

largos e indescriptibles son los procesos
que se pueden calcular hasta  que el ojo  desvanece
y las paredes colisionan 

por un instante nada nos aterra ni nos teme

Una vez “descubiertos”
Sumergidos más allá de la sombra
poco importa describir la experiencia
O el recuerdo de una vieja pulsión

Todo lo que recordamos e intentamos definir
se despedaza y se deshace

Se han extinto las ventanas cerradas
Los aires acondicionados
y el miedo al tiempo

Se han  caído las paredes que dividían a la realidad de la ficción

Como sea
No me esperen

Vuelvo tarde 

Fabio Rivas Rivera nació el 5 de agosto de 1990 en San Salvador. Estudió Cine en la UNA de Buenos Aires y en los diplomados del centro cultural de España y la Mónica Herrera de El Salvador. Ha escrito y dirigido dos cortometrajes, así como ha sido cofundador del ciclo de poesía arrancándonos la piel (Argentina) y la banda musical: Los Bastardos (El Salvador). Entre sus publicaciones se encuentran el libro de relatos: siete maneras de estar muerto (2010) y el poemario: el mundo se derrumba y nosotros nos masturbamos (2013) más la publicación de textos en la revista de Buenos Aires: maten al mensajero y otros en el diario Co latino, la revista Karnaval y una antología de poetas jóvenes de El Salvador. Actualmente se dedica al ensamble experimental de música y poesía con Los Bastardos, a la edición de su libro de cuentos sobre ectoplasmas y gusanos y a la impartición de talleres gratuitos sobre dirección de cine en el centro de San Salvador. 

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