viernes, 28 de octubre de 2016

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (III)

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (III)

Erick Tomasino.


Siguiendo con esta crónica. El día que mi abuela fue ingresada al hospital, a pesar de los comentarios de la enfermera, el hecho de que ella estuviera rodeada de profesionales de la salud me tranquilizaba.

Por la tarde fuimos con mi hermana y otros familiares a visitarla y saber cómo iban las cosas, nos turnamos pues para la visita sólo entregan una tarjeta y debíamos verla uno a la vez; mi hermana fue la última en entrar y al salir salió más preocupada. Le dijeron que un familiar tendría que quedarse para asistirla, que debía ser una ‘hembra’ para que le estuviera dando la comida, la bañara y le diera los cuidados. Que eso se hacía con todos los pacientes y que así tenía que hacerse con mi abuela. Nos llamó la atención pues con base a nuestra experiencia en otros hospitales, jamás nos habían pedido eso. Podría ser algo lógico si no fuera porque en ningún sitio del nosocomio se informa sobre esa “política” y más aún, que esos sitios no tienen la infraestructura para que las cuidadoras se queden internadas de igual manera que las pacientes.

Veamos: por cada paciente hay una cama, en cada sala hay aproximadamente ocho camas separadas una de otra por casi cincuenta centímetros, es decir que con suerte hay alguna mesa para ubicar equipo médico u otros utensilios, mucho menos para ropa o productos de higiene de cada paciente. Por lo general estos están sobrepuestos en la cama. Apenas hay espacio para sillas, en general las visitas están de pie o sentadas en el borde de las camas –si esto es posible según el estado de la persona enferma- Para ir al baño, hay que salir de la sala y en horarios de ducha, se topan personas de las diferentes salas. Sin profundizar más en la descripción la pregunta es ¿qué condiciones hay para que una persona cuidadora –por lo general una familiar- esté las veinticuatro horas el tiempo que la enferma queda ingresada? una persona que también come, se ducha, va al baño, duerme… y qué pasa con aquellas personas que no tienen una persona cuidadora disponible (como pudo ser el caso de mi abuela) ¿Cuál es la función del personal de enfermería?

Con todas estas inquietudes nos fuimos esa tarde-noche. Además mi hermana me dijo que había que estar el siguiente día a las siete de la mañana para poder consultar al médico sobre el caso de mi abuela. Eso me sacó de onda pues pensé que se podría aprovechar la hora de visita para consultar sobre el estado de salud del familiar. Pero como ya había varias situaciones incómodas, decidí asistir a las siete de la mañana del siguiente día para saber qué me decía el médico.

Acudí ese nuevo día a las siete de la mañana. Después de explicarle al vigilante de la entrada y que luego de un par de consultas me dejara entrar, llegué a la sala indicada. Una de las enfermeras me pidió que me sentara en una salita cerca del mostrador donde se supone dan información y que esperara por el doctor para consultarle. Yo le pregunté cómo iba a reconocer al “doctor”, ella me miró fijamente, yo le hice saber que como veía a muchos doctores y que además a todos les llaman así, se me iba hacer muy difícil saber a cuál de todos ellos tendría que consultar. Ella me dijo un tanto extrañada que esperara que ella le diría a “el doctor” que yo estaba esperándolo.

En la espera pude notar la dinámica de aquel sitio. Las cuidadoras llevando a sus familias –las que podían andar- a la ducha. Otras dando de comer, alguna que otra intentando descansar en una de las pocas sillas disponibles. Y algo que me llamó la atención fue presenciar cómo una enfermera no quiso atender a una anciana que se encontraba en una camilla en el pasillo simplemente porque no le daba gana. ¿Y esto pasa todos los días? Hubo en mí una mezcla de emociones que no logro describir.

Luego de casi dos horas –es decir casi a las nueve- aparecieron dos doctores, me avisaron que uno de ellos era el que había estado esperando. Me acerqué y frente a mí se puso a opinar con su colega, tomando decisiones sin consultarme a mi ni mi abuela; luego me informaron de la condición de la fractura y lo que habría que hacer, de las pruebas que habría que tomar y el tiempo que eso tomaría. Pues si eso hay que hacer ni modo nos dijimos con mi abuela. Ellos se fueron a ver otros pacientes y yo me quedé un rato con  mi abuela pensando que pronto llegaría la enfermera a sacarme.

Pero no fue así, quien se asomó fue otra enfermera y me dijo que debía de seguir a la mujer que iba allá caminando. La seguí y al alcanzarla me pidió que la acompañara, fuimos hasta una oficina, muy amable me pidió que me sentara. Me informó que a mi abuela le tenían que hacer un examen, firmó un papel y me dijo que con ese papel fuera a una clínica privada a una cuadra del hospital, que con su firma el examen sólo costaría veinte dólares pero que sólo lo podía solicitar en esa clínica. Y que si andaba los veinte dólares que lo fuera hacer en el momento pues el especialista sólo llegaba los sábados por la mañana al hospital. Vi la hojita que me había dado con su firma y sello. Entonces entendí que era una trabajadora social. Aunque por las circunstancias también parecía la que “bisniaba” con los consultorios privados. ¿Por qué no hacían ese examen en el hospital? ¿Por qué debía ir sólo a aquella clínica? ¿Por qué hay profesionales que se prestan a estas cosas?

Fui al consultorio privado aledaño al hospital nacional, me atendió una mujer y sin más preguntas me cobró los veinte dólares, ni siquiera me entregó comprobante (¿evasión de impuestos?) y volví al hospital confiado en que aquel desconocido especialista llegara el único día que puede llegar pues me imagino tendrá otros trabajos por fuera.

Otras cosas sucedieron pero ya no hago más largo el cuento…


P.D. Estarán consientes estas personas que lo que hacen es que la gente (que puede) decida mejor acudir a los servicios privados de salud. Que con sus acciones justifican que el servicio se privatice en lugar de luchar por el servicio público con gratuidad y calidad bajo el entendido que la salud es un derecho humano y no una mercancía. Sin hablar de la vocación y esas cosas que no dan de comer…

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