martes, 15 de junio de 2010

Breve panorama energético en un breve país.

Marchas de campesinos humildes recorren las carreteras sobre distintos puntos del país, con sus banderas, consignas y fe, buscan hacer un llamado a la población, al gobierno, a los noticiarios sobre los impactos que generaría la construcción de más represas hidroeléctricas en un pequeño país latinoamericano; le dan rostro a la lucha y humanizan la causa. En cada paso hacia casa presidencial hay aun esperanza de que la decisión de construir más represas se pueda revertir en este país altamente poblado, deforestado y a punto de colapsar. Quienes ahora marchan son las personas que involuntariamente deben sacrificar su vida en nombre del progreso y desarrollo. Conceptos que les son ajenos y desconocidos pero que para ellos representa despojarse de su historia y de su futuro.

Entre tanto, en los países centrales, los llamados del primer mundo, los “verdaderamente desarrollados”, la fiebre del mundial necesita encenderse a base de energía, necesitan cada vez mas de la generación de energía para mantener sus altos niveles de producción y de consumo. Pero ya no es tan fácil, las fuentes se vuelven cada vez más escasas y eso los obliga a buscar en la periferia las fuentes de energía de mayor productividad, es decir aquellas que se pueda obtener en mayor cantidad en el menor tiempo y al menor costo posible. Lo que para las corporaciones que dominan el espectro mundial garantice obtener las mayores tasas de ganancia.

Mientras los pobladores de las zonas afectadas por la construcción de represas hidroeléctricas avanzan, otras personas, igualmente campesinos, se preguntan qué tan favorable será para ellos dejar de producir maíz y frijol, para cambiarlo por una supuestamente rentable producción de higuerillo y tempate. La incorporación de los pequeños productores al mercado energético tiene sus argucias más nebulosas, sobre todo si las propuestas vienen de los amigos con olor a samba y camaradería en un ambiente de acuerdos de asociación comercial “libre de impuestos”.

El petróleo derramado ya no se llora, para ello están las alternativas como los agrocobustibles. Una fuente eficiente para satisfacer las barrigas de los automóviles que circulan, no en las mismas calles de los campesinos de a pie, sino en las súper carreteras del norte global, aunque no se descarta una que otra persona de éxito atropelle la dignidad de la clase trabajadora en un súper veloz auto último modelo, descartable en un par de meses o en un enorme transporte de mercancías fabricadas en la caótica ruralidad tercermundista.

En otro escenario, la buena voluntad de los superhéroes anónimos, salvadores del sistema capitalista, tratan de convencernos de que la culpa es el exceso de consumo de energía de los pobres. Sí, los mismos pobres que apenas tienen un foco para alumbrar sus noches de angustia, son quienes deben buscar ser más eficientes en el consumo energético. Los voceros del pueblo nos dicen que hay que mejorar la eficiencia en el consumo cambiando nuestros viejos aparatos eléctricos por unos más recientes de última generación. Así podríamos ahorrar energía para que los verdaderos dueños de la energía puedan tener más cantidad y más barata para seguir en su lógica de barbarie.

Casualmente estas iniciativas también vienen del centro global. Mientras las corporaciones con sus aparatos de maniobra y coerción obligan a los gobiernos del sur a mantenerse subordinados a intereses capitalistas, los defensores de la pobreza pretenden convencer a los pobres de los países dependientes a generar energía a partir de diversas fuentes alternativas y disminuir así la petrodependencia del sistema mundo actual. Estas alternativas van desde la generación hidroeléctrica, así como el “boom” de los agrocombustibles, pasando por la importación tecnológica de menor riesgo. Todo ello sin cambiar la lógica del modelo energético.

Mientras esto sucede, empresas del agronegocio se toman de las manos con las empresas dueñas de la energía; pero ni la producción de comida para combustibles, ni las alternativas energéticas ni la reducción del consumo energético por parte de las capas más pobres reducen los costos en términos económicos, sociales, culturales, ambientales, etc. Puesto que mientras la “racionalidad irracional” de este sistema continúe ninguna alternativa es sustentable.

Así, en cuanto a los capitales se fusionan para repartirse el botín, campesinos que están a punto de perderlo todo, quienes ya lo han perdido, obreros desempleados por las máquinas altamente productivas saldrán a las calles, a los ríos a defender o a recuperar el territorio que en esta vida les toca; así sea con mas fe, con mas banderas, con más fuerza. Con la convicción de que otro modelo energético y de sociedad son necesarios…

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