sábado, 17 de septiembre de 2016

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (I)

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (I)

Erick Tomasino.


Mi abuela se cayó del sofá. Escuché su grito y sus quejas de dolor. Como pude la llevé hacia la cama para acostarla y le sugerí que no se moviera. En un principio creí o quería creer que sólo se trataba de un dolor sin complicaciones. Una hora después ella me dijo que le dolía mucho y cuando la vi, tenía inflamado la parte izquierda de la cadera. Mierda, esto puede ser una fractura me dije. Entonces pensé que lo mejor sería llevarla al hospital, pero pensando en la posible fractura, lo mejor sería llevarla en una ambulancia. Ahí fue donde me acordé que cuando mi madre estuvo muy enferma traté de elaborar una guía de números de emergencia que nunca logré hacer.

Le llamé a mi amigo Luis para ver si él me podía ayudar. Obviamente se preocupó. A los pocos minutos me devolvió la llamada diciendo que se había comunicado con el 911, pero que si yo lo podía hacer también que lo hiciera. Mientras él se encargaba de buscar números telefónicos de otras instituciones que atienden emergencias.

Llamé al 911 [si, buenas quería saber si me pueden enviar una ambulancia] el “quería saber” me pareció una mala frase, de duda, tendría que haber iniciado con un “necesito una ambulancia urgente” eso podría haber sido más enfático. En fin, al chico que me atendió le di los detalles, me dijo que enviarían una unidad para atender la emergencia y verificar si era necesario el traslado hacia el hospital, me indicó que mi abuela no se movilizara para no afectarse más y que esperara fuera de casa para que la unidad supiera el punto exacto donde debían llegar, le pregunté que cuánto se tardaría, me dijo que eso dependía de la  disponibilidad de la zona, yo le dije entonces que no se deberían tardar mucho pues la zona es muy accesible, él me dijo que bueno, que no sabía cuánto podían tardar para atender esa “emergencia”.

Mi abuela seguía quejándose del dolor, le sugerí que se tranquilizara un poco (esas cosas que se dicen sin saber realmente qué decir) que la ambulancia estaba por llegar y pronto llegaríamos al hospital para que la atendieran. Salí de casa a esperar a la ‘unidad’ con lámpara en mano, pues es una zona rural con poca iluminación. Eran como las ocho de la noche. Todo aquello estaba ‘silencio’ como dicen pero me sentía vulnerable. Cuarenta minutos después me llama Luis preguntando si ya había solucionado, aún estoy esperando a los del 911. Te doy otros números de teléfono. Pues no sé si es conveniente llamar. Te los dejo. Los anoté. Ya casi a la hora de haber llamado al 911 les volvía a llamar, esta vez me atendió una chica, le dije que hacía casi una hora había llamado para solicitar una ambulancia pero no había llegado, me preguntó en qué departamento estaba, ¿departamento? Pues Ahuachapán ((sonido de tecleado)) pues aquí solo tengo una llamada del barrio… no, no, no es en la ciudad de Ahuachapán, es el departamento y le dije la dirección exacta. Ah sí, es en el cantón Izcaquilillo, si, si… pues se ha borrado de la pantalla… pero si hace una hora llamé y me dijeron que enviarían una ambulancia. A ese sitio no llegan ambulancias lo que le iban a enviar es una unidad de la policía [y yo para qué quiero una unidad de policía] bueno, manden lo que puedan, pero es que ya se borró su solicitud, si quiere le vuelvo a levantar los datos a ver si le enviamos una unidad. No, sabe qué, voy a resolver de otro modo, en todo caso quiero que quede registrado que esta no ha sido una llamada de falsa alarm… ((sonido de corte de la llamada)) qué curioso, hasta los del 911 me cortan las llamadas.

Voy ver el otro número de una institución encargada de atender emergencias. Llamo y de inmediato me contestan. Les digo que necesito una ambulancia pues mi abuela de 88 años se cayó y sospecho que se ha fracturado. Está bien, de donde nos llama. Les digo la dirección y me dicen que ellos no pueden atender la emergencia pues son los de Santa Ana, pero que me podía referir a los de Ahuachapán. Le digo que si puede referirme a los de Chalchuapa que están más cerca. Me dijo que me podía referir a los dos. El ‘referir’ significaba que me dictaba los números de sus oficinas en las dos ciudades mencionadas. Las anoté. Llamo a Chalchuapa. No contestan. Vuelvo a llamar –a todo esto ya han pasado casi tres horas de que mi abuela se ha caído- intento de nuevo, nada. Ni modo, llamo a los de Ahuachapán. Nada. De nuevo. Nada. ¡Puta!

Mi abuela me dice que ya no intente. Que mejor nos tranquilicemos –ella como siempre un poco más serena que yo- que al siguiente día lo resolvíamos. Le repetí que no se moviera, que tendría que quedarse en esa posición toda la noche. Así lo hizo aunque pasó quejándose del dolor. A las cinco de la mañana me levanté e intenté llamar de nuevo para que enviaran una ambulancia. En ningún lado me contestaban. Pensé que estaban más preocupados por atender a la gente que asoleada disfrutaba de los desfiles del 15 de septiembre. A las siete de la mañana por fin me atendieron de la unidad de Ahuachapán.

Si, buenas, necesito una ambulancia… a qué horas fue que se cayó. Anoche a las siete de la noche, pero he estado intentando comunicarme y hasta hoy me atienden. Sí, es que anoche por las lluvias se nos había cortado la comunicación telefónica… en fin, me dicen que en unos cinco o diez minutos estarían, pero que tendría que esperar afuera para ubicar el punto exacto. Se tardaron casi veinte minutos y ya eso me pareció rápido. Llevamos en una camilla a mi abuela y nos subimos a la ambulancia.


¿Nos pueden llevar al hospital de Chalchuapa? No, porque somos los de Ahuachapán y no tenemos permitido trasladarlos hacia allá pues es otro departamento. Pero qué loco, si es más cerca, sí, pero es una división distrital. Mi abuela gritando, llévenme donde sea que no aguanto el dolor. Ni modo pues vamos a Ahuachapán. Y hacia el hospital de esa ciudad nos dirigimos…

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