martes, 20 de septiembre de 2016

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (II)

CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (II)
Erick Tomasino.


Llegamos a la unidad de emergencias del Hospital de Ahuachapán. Quizá como era 15 de septiembre no había mucha gente o quizá era un hospital que no suele estar saturado como otros de la red de hospitales públicos.
Colocaron a mi abuela en una camilla y nos preguntaron qué había pasado. Les dije que se había caído e inmediatamente la atendieron, hasta ahí todo bien. Me llamaron hacia un mostrador para que diera los datos y alcancé a ver que el diagnóstico previo era lo que sospechaba: “fractura de cadera”, así también noté cómo la enfermera marcó en la ficha que el nivel de emergencia era amarillo.
Luego me pidieron que fuera hacia archivo para registrar a mi abuela y sacar la tarjeta de visita. Entonces la van a ingresar deduje. Como no sabía dónde quedaba, una enfermera me dijo que siguiera la línea de color… no me acuerdo qué color, pero la seguí y di cabal. No había nadie. Espere un par de minutos y se acercó un chico para atenderme. Levantó los datos y ya. Que al suave este hospital, me dije.
Volví hacia emergencias y ya había un poco más de gente. A mi abuela la habían puesto a un ladito para que no interrumpiera las emergencias que iban llegando. El que más llamaba la atención era el de un niño de doce años con fractura de peroné, que le había ocurrido por querer alcanzar su instrumento musical –el que tocaría en los desfiles- en un sitio que debido a las torrenciales lluvias estaba liso. El pobre gritaba hasta más no poder.
Nos tocaba esperar pues logré leer en un cartel que la atención dependía del nivel de emergencia: nivel rojo la atención tarda entre 0 a 10 minutos; el nivel amarillo entre una a dos horas. Así que me dije que estaríamos ahí por lo menos unas dos horas.
Luego llega alguien y me dice que lleve a mi abuela a Rayos X para que le hagan las radiografías, me le quedo viendo un tanto sorprendido, otra enfermera entonces le dice a otra enfermera que la llevemos, a ello se sumó un chico de la limpieza, así se iba poniendo un poco extraño aquello.
Llegamos a Rayos X y preguntan quién iba acompañando a la señora, les dije que yo, me preguntaron de nuevo qué le había pasado, repetí lo que había dicho antes. Hay que ponerla en este sitio para hacerle la radiografía. La enfermera me preguntó si la podía “chiniar” la miro sorprendido y le digo que no lo puedo hacer, que está fracturada, que la que debía saber cómo movilizar a una paciente de 88 años con fractura de cadera era ella. Todo mundo se quedó mirando. Tuve que describirles cómo lo habían hecho los de la unidad de emergencias que nos habían llevado en la ambulancia. Así hicimos.
Volvimos esta vez a otra unidad para que le leyeran las radiografías. Tuvimos que esperar varios minutos. Una de las enfermeras nos ofreció desayuno. Ni mi abuela ni yo desayunamos, pero se lo agradecimos. Después aparece el chico de la fractura en el peroné dando gritos de dolor. Lo atendieron antes, estaba bien, se veía que era más urgente. Al final la doctora ve a mi abuela y confirma lo sospechado. Será necesario ingresarla, me piden que la lleve a otro lugar para hacerle un electrocardiograma. La llevo no sin antes recibir un regaño por no saber exactamente donde estaba, ahí pensé que mucho del personal actúa como si uno conociera o debería conocer todos los procedimientos y ubicación de los sitios.
Me mandan a por un medicamento a la farmacia del hospital, llego y no había nadie haciendo fila, la señora de la farmacia me dijo que me sentara y que esperara. No sé para qué, si sólo llegaba por un medicamento. Minutos después llega una enfermera y me pregunta si ya me atendieron, le digo que no, me toma la receta y empieza a pedirle a la de la farmacia que por favor le atendiera, tuvo que llegar otra enfermera para pedirle encarecidamente que nos despachara. Y yo me dije ¡esto es en serio!
Volvimos y ya mi abuela estaba en dirección a la sala de cirugía mujeres donde hasta hoy está ingresada. La colocan en una cama y yo me quedo ahí acompañándola un rato y a esperar si alguien me informa de qué es lo que va proceder. No se acercó nadie. De pronto una enfermera se aparece y grita en toda la sala “¿cuántos años tiene esa viejita?” le respondo que 88. “Hay no, esa viejita ya no aguanta una operación. A nosotros la semana pasada se nos murió una porque no aguantó. Esta señora se va morir si la operan.” Las otras mujeres en la sala me vuelven a ver. Y yo le digo –también en vos alta para que se escuche en toda la sala- que eso lo deberían saber los médicos, que para eso la hemos llevado al hospital.
Al final me dijo que no podía estar ahí. Que en esa sala sólo podía haber “hembras”, porque era una sala de “hembras” y que debía de haber una “hembra” que la cuidara porque ellas no daban abasto con todas las “enfermitas”. Me dieron ganas de decir algo, pero se me quebró la voz, luego pensé que habría sido importante pedirle su nombre y denunciarla por ese tipo de trato y comentarios contra pacientes. Pero mi abuela me pidió que me fuera y esperara llegar con el resto de la familia.

A la salida quise ver si en las salas de hombres, sólo habían “machos cuidando machos” o si ahí sí estaba permitido que “hembras” cuidaran a los “machos”…

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