lunes, 11 de abril de 2011

PRELUDIO DE UNA SUERTE.


La estuve esperando por casi dos horas con una ansiedad que no se me quitaba ni con la lectura de corrido del Satiricón, una manera de reclamar mi imaginación por tantas veces frustrada y reinventada a la luz de su imagen.

Así que al sonar el timbre de la casa, una emoción incontrolable se me saltaba del pecho y un poco más allá. Mabel siempre tenía la costumbre de llegar en el justo momento que comenzaba a resignarme de su ausencia, así que como si nada entró dibujado en su rostro una sonrisa de espontánea inocencia. Dimos el saludo convencional como siempre y entró observando cada detalle de la casa.

Te sirvo algo de tomar – pregunté-.

Algo fuerte – dijo ella- mientras me atravesaba con su mirada refulgente.

Le serví lo único que tenía para beber, además del agua del grifo: un vodka con hielo y serví uno doble para mí. Algo me descontrolaba y creo que era la emoción de verla de nuevo en mi casa. Con el agravante de que estábamos completamente solos.

Que bueno verte. Hace mucho que no hablábamos. Así que mientras bebíamos nuestro trago la conversación nos ponía al corriente de lo sucedido con nosotros en estos tantos años de ausencia.

Me gusta que sigás escribiendo –continuó- mientras rozaba una de sus piernas con un pedazo de hielo. Es bueno que estés haciendo lo que te gusta. Y llevó el trozo de hielo directo a sus labios para remojarlos un poco mientras su mirada provocaba cierta lascivia en mí.

Hace calor. Si. Parece que ahora hasta el diablo ha salido a comprar paletas. Tenés un extraño sentido del humor. O quizá simplemente no lo tengo. Mejor si me mostrás lo que has escrito, me lo prometiste y sabes que he venido por ello. Si, pero sabes que, lo tengo arriba en mi habitación así que tendremos que subir, le sugerí. Esta bien pero al menos servime otro trago y ponle un poco mas de hielo. Que con este calor…

Mientras ella subía al cuarto me dirigí a la cocina, serví dos tragos con suficiente hielo; la cosa se estaba poniendo más calurosa de lo que se sentía en general en el ambiente. Debo admitir que Mabel siempre ha tenido algo que provoca que mi imaginación me lleve a lugares con mucho morbo.

Subí con las dos bebidas balanceando en mis manos, la puerta de mi habitación estaba abierta y cuando me acerqué Mabel estaba con mi diario personal en sus manos. No creo que aun escribas un diario, me dijo mientras se reía y me miraba. Aquí está tu trago dije intentando evadir la conversación, lo tomó y continuó con la lectura, muy atenta a cada una de las palabras que estaban ahí plasmadas.

Se dirigió a la cama y colocó el vaso en la mesa de noche, cruzó sus piernas, con una mano sujetaba al pequeño cuaderno y con la otra comenzó a recogerse el cabello. Tenía una magia en cada movimiento que convertía cada pedazo de mí en un manojo de nervios. Intempestivamente dejó la lectura y me miró como buscando un cómplice de algo. Inconscientemente mordió sus labios y yo me enmudecí como si las palabras pensaran que hacían estorbo.

Cuando las recupere pregunté ¿Qué pasa? Sabes que estaba pensando en este momento, me confesó; espero que esta vez no desaprovechemos la ocasión. Como para qué –dudé- y comencé a descifrar cada uno de sus movimientos, así que como quien está presente en una cacería me dirigí lentamente hacia donde ella, me senté en la cama justo a su lado mientras sutilmente se recostaba sobre el colchón manteniendo esa pequeña sonrisa. 

La verdad nunca he sido un tipo avezado en las artes amatorias por lo que me llevó algunos segundos entender de qué se trataba. Sin embargo reaccioné: No desaprovecharemos la oportunidad de nuevo, le susurré al oído para luego buscar sus labios, mientras los latidos se aceleraban preparándose para lo que venía.

Ya con el calor sentía el sudor recorrer la piel, poco a poco la ropa se fue deshaciendo entre nuestros abrazos que subían el tono en cada coordenada. Y ¡vaya que comencé a contemplar tu cuerpo! ahí mi mirada se dirigió a sus pezones que para esa hora se marchaban erguidos hacia mis labios y no sé cómo abordaba su piel totalmente bronceada; los suspiros hacían eco de la habitación y ya mi cabeza era presa de su voraz concupiscencia.

Tengo que confesarte algo, dijo de manera inoportuna. Soy una mujer comprometida pero no podía desaprovechar este momento antes de mi matrimonio, verbalizó como si de una terrible confesión se tratara. Oye Yo precisamente no soy un gigoló pero a estas alturas eso no importa, que tal si terminamos con esto y vamos por una botella para que me lo cuentes.

La tarde se iba desprendiendo de su esencia cotidiana y nuestros cuerpos yacían en aquel viejo colchón que ya extrañaba el humor carnal de dos amantes. Su cabello cubría parte de mi rostro y aquel aroma de adolescentes era evocado por un par que en ese momento se desconocían a sí mismos. Mabel dejó caer una lágrima y el juego comenzó a dibujarse.

Aquella tarde, Mabel y yo comenzamos una historia llena de imaginación y mutua complicidad…

1 comentario:

  1. Eres una de las pocas personas q logra mantener mi atención por largo tiempo,me gusta tu sentido de humor,me gusta q eres intenso en tu imaginación y escritura,me gusta.

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