jueves, 1 de octubre de 2020

Quino y Nacho

Quino y Nacho

Erick Tomasino

 


A Quino lo conocí por Mafalda. Y ese encuentro se lo debo a un libro de Ignacio Martín-Baró que se llama “Acción e Ideología”. Fue cuando cursaba la asignatura de psicología social en la Universidad de El Salvador.

En esa época solía ir a la biblioteca de la facultad para estudiar el libro mencionado; sin embargo, la mayoría de las veces me distraía leyendo las tiras que acompañaban al texto. Bastaba una viñeta para digerir con mayor facilidad lo que en clases se nos trataba de compartir. Aquella capacidad de síntesis era admirable. Me agradaba como Quino sabía contar historias con dibujos, como lograba hacerte entender las situaciones absurdas en un mundo descompuesto.

Por mucho tiempo también recortaba las tiras de Mafalda que se publicaban -todavía hasta hace un par de años- en un periódico de circulación nacional y creía que Quino las seguía produciendo, porque siempre, quizá de manera desafortunada, me parecieron muy vigentes aunque la había dejado de producir… ¡en 1973!

Es cierto que el trabajo de Quino no se reduce a Mafalda, que es su trabajo más universalmente conocido, pero si el que más me ha influido y el que me mostró la importancia pedagógica que tiene el dibujo para pensarnos críticamente el mundo. La posibilidad de contar historias de forma sencilla y al mismo tiempo de cuestionarnos la realidad dada, complejizando y problematizando verdades asumidas y también animarnos a seguir soñando a que esto se puede transformar aún en medio de tanta desesperanza.

Todavía suelo acudir al libro del Padre Nacho -ahora desde mi biblioteca personal- y aunque soy más atento en la lectura, no puedo evitar los guiños que Mafalda y los demás me hacen para que aprenda de sus enseñanzas. 

San Salvador, 1 de octubre de 2020.



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