Foto: Letizia P. |
El clima comenzó a volverse refrescante, luego de la agitación del día y del calor que el cuerpo produce, la amenaza de lluvia parecía un consuelo para calmar un poco la excitación y procurar el relajamiento.
Así, tras verificar si las puertas y las ventanas se encontraban cerradas y de servirse café en el tazón de barro, Luis cogió el libro que horas antes había adquirido en la feria de la ciudad.
Era un libro usado, pero impecablemente preservado por su anterior propietario, cuyas partes se encontraban con delicada presentación, detalles que lo hacían ver fascinante en su forma y luego de tantos comentarios favorables acerca de su contenido, volvían más atractiva su adquisición.
Sentóse en aquel sillón de la sala principal, el que de tanto soportar su peso había tomado las formas mas íntimas de Luis (lo cual lo volvía cómodo y más personal) y luego de dar un sorbo a su café, comenzó a hojear el libro sin entrar de lleno a la lectura.
Fue abriendo las primeras páginas cuando un olor agradable comenzó a emanar de aquel texto y a contagiar todo el ambiente. Era el olor de un perfume de mujer, eso era lo primero que se lo ocurrió, puesto que le parecía familiar. Seguramente ya antes había percibido olor semejante.
Qué interesante –pensó- como un libro que no solo puede entretenerte sino también servir de compañía en una noche con lluvia.
Así estaba, sumergido en sus propios pensamientos cuando el reloj en su rítmico compás indicaba la hora. Eran justamente las doce y veintiséis de la noche y Luis se sentía más lúcido que lo acostumbrado a esa misma hora.
Mantenía sujeto el libro en una mano y comenzó a acariciarlo por los bordes con el dedo pulgar e índice de la otra. El olor se volvía más penetrante y esto lo llevaba a evocar imágenes de la muchacha que horas antes había visto en la feria de libros; mientras se acercaba al objeto que tenía sujeto para apreciar la escencia que provenía de sus páginas.
Si, es el olor de una mujer –constató Luis-.
Recordó que mientras observaba toda la literatura que se encontraba en uno de los mostradores, un aire a naturaleza llana, peculiar y sobrio desvió su atención del estante; cuando se percató que junto a él se encontraba una muchacha con la mirada vaga, perdida en aquel mar de literatura; lo que la hacía verse más interesante que el resto de persona allí presentes.
Era una mujer de apariencia altiva y recatada, muy seria pero con una belleza que impactaba. No logró la manera de entablar una conversación con ella y se detuvo nada mas a contemplarla sin elaborar siquiera una frase para indagar quien era esa mujer que parecía buscar en los libros una salida a su propio mundo.
Entonces volvió la mirada al mostrador y tomó ese libro cuya tapa resaltaba de entre los demás. Canceló su precio y se apresuró para llegar a casa. Ahora sabia que aquel olor místico y que invadía la sala no provenía sino de sus pensamientos, del recuerdo de aquella misteriosa mujer de la feria.
La lluvia comenzó a arreciar, dio otro sorbo a su café. Tomó el libro. Lo acarició. Lo acercó a su pecho mientras los latidos de su corazón se aceleraban. Miró a través de la ventana y esbozó una sonrisa percatándose que aquel viejo libro ahora se encontraba entre sus piernas.
A esa hora, el aroma había desaparecido por el desagüe de la calle principal.
8 de mayo de 2004.