Para ser
leído con el preludio Op.28 No.15 de Chopin
1)
Afuera las cosas eran cubiertas por
arena, las rodillas temblaban, y la parte mohosa del corazón intentaba parir.
No hay desesperación —me decía— ¡pero todo
es incierto!
De un suspiro me escondía entre los labios de la cama.
Lunes de nuevo, ya iban cuatro seguidos
¿cuándo iban a parar?
Entonces abrir los ojos. Ver las ventanas llorando.
Era algo complicado, hueso duro de roer.
El cielo siempre estaba oscuro, habían
construido un muro blanco frente a la ventana. Era triste morir y ser
espectador del momento, millones de veces, como esos poetas-butaca que veían la
proyección de su muerte en una gran pantalla: ediciones, música y grandes
paisajes decorando sus fantasías más vulgares, donde ellos, sentados, cambiaban
al mundo, en esas fantasías donde horneaban el pan de los dioses, y
pateaban las uvas del vino de Jesús.
2)
Las lágrimas, la miseria, el fracaso total
era aplaudido.
Desde la oscuridad de la función se abrían
dos ojos irritados que contemplaban la deformación de la existencia.
¿Cuántos se habían podrido con la bebida
en la mano antes de estirar el brazo sobre el hombro de una chica?
¿Cuántos habían agonizado inquietos por la
sala pidiendo libertad para incendiar la tela?
¿Cuántos habían salpicado con su sangre la
pantalla y se habían sentido esenciales creyendo que hacían suya aquella
imponente ficción?
¿Cuántos habían caminado con cautela entre
los estrechos pasillos dejando pedazos de
piel en la alfombra adhesiva, llena de desechos, de envoltorios de chocolates y de restos de algún amor?
¿Cuántos poetas-butaca habían muerto sofocados
por sus propias cenizas, filmando y viendo filmar la vida que nunca descansaría
ante sus pies, que nunca dormiría a su lado, con la que nunca beberían cerveza
ni se matarían a golpes en un callejón?
¿Cuántos espectadores habían muerto por no
actuar?
¿Cuántos actores habían muerto por hacerse a un lado?
Y yo, protagonista de tantos rodajes, veía
mi reflejo muriendo, y no intentando escapar.
3)
Un
ventilador dilataba el tiempo y hacía elásticas las horas, todo lo que hipnotizaba era cíclico y giratorio, como dos ojos
adentro de una licuadora hecha con las manecillas del reloj y el cuerpo de un
maniquí.
Afuera las sombras cubiertas por arena.
Por dentro los órganos rellenos de arena.
Intentaba dar un paso y me desarmaba
deseando sostener los ojos, la boca y la
nariz. Pero todo era un mar gigantesco: agua del cielo sumándose a las olas.
Lloraba y mis lágrimas se hacían arena.
Quise gritar y mis palabras se ahogaron.
Mi corazón de arena comenzó a
desmoronarse, y todo volvió a ser parte…
4)
Extraña película la de mi muerte y mi
tortuosa resurrección como castillos, pozos y tetas de arena.
Todas las tardes las manos de los turistas
moldeándome, las olas lamiéndome el cuerpo y los cangrejos pisándome la cara.
Mientras dos cuervos en la sala se posaban a mis costados, relamiéndose y
susurrándose cosas entre sí.
5)
Mucho tiempo estuve atrapado por aquella
gigantesca pantalla. Sobreviviendo como un desecho cerebral, como una baba con
piel.
Pero no, nunca tuve una naturaleza
contemplativa ni tampoco disfruté
lustrarle los zapatos a la muerte. Por eso un día me puse de pie y me
arrastré por la sala, dejando pedazos de carne gris sobre la alfombra,
levantando el rostro para soportar el espejo y gritando que eran todos unos cobardes HIJOS DE PUTA, por
culpa de ellos nos iban a hundir, con el peso del cielo, las deudas y la radiación.
6)
Al salir nadie me devolvió el dinero de la
entrada, pero había una tarde con sol ahí afuera y en la otra cuadra ya estaba
abriendo el bar.
En la barra conocí a una linda chica, ojos
grandes y dorados, labios rojos y dementes, sueños de la absoluta destrucción
¡PORQUE SÍ!, ¿QUÉ IMPORTA? Me enamoré de la hija de la
muerte, y desde esa tarde duerme conmigo
adentro de un ataúd que se tambalea sobre la cima de un árbol. Afuera llueven
hojas otoñales, mientras los dos apretamos las caras contemplando las estrellas
a través de un cristal. Prometiendo que algún día haremos ese viaje. Y aunque a
veces el viento sopla fuerte y nos tambalea, sé que de verdad nos queremos,
intentamos formar un hogar.
¿2016?
Nadie aceptó comer con el dolor
Cuando abrimos los ojos ya estábamos a la mesa
Y las servilletas blancas a la altura de nuestros
cuellos
Un cuchillo en una mano
Un tenedor en la otra
La saliva requería de algo más que la imagen
El dolor no sonríe
ni se aterra
Somos nosotros los que nos reproducimos en
realidades abstractas
Que a modo de complacer a la miseria se concretizan
y nos lamen
Todo infierno es
en sí mismo eternidad
Nadie puede darse el lujo de despreciar los golpes
Cada hectárea de hechos atómicos ES contradicción
Aunque no sea- para poder- contradecirse
Cada fetiche retórico en nuestra búsqueda de
trascendencia
Es una palmada a una mentira más grande
La broma comienza en nosotros
Porque ella tampoco existe
Ahora el mar está adentro de la escafandra
La única posibilidad es asfixiarse en su grandeza
No es inmediata la vida a la muerte
El descubrimiento a la memoria:
Desgarrarse
pulirse
avanzar o caer
Alguien abrió la puerta y no entramos
Entendimos que siempre estuvo abierta
Y que al puente también lo buscamos por necesidad
pueril
Todo humano es
un niño
Y tiembla en el espacio acuoso en el que viven las
ideas
Arrancándose las uñas para no matar a alguien
Para no exigir que le den una respuesta
Surcar la versión arrítmica de la posibilidad
Es la bella composición
vital de los parásitos
La orquesta sinfónica de la irrupción al no-cuerpo
El maquillaje se descorre de la piel desprendida
Que se pudre sobre los huesos descalcificados
¡Y se esparcen como brisas de polvo!
Garabatos en el aire
Desechos humanos
Hermosos campos de posibilidades etéreas y tangibles
Que desacierto el de no derretir nuestro propio
esqueleto
Y gritar: ¡adiós
esqueleto, no sos tan importante!
que delicia la de recordar al menos por un segundo
que todo esto es una farsa
pero que solo
aquí podemos amar
e involucrarnos en conflictos
y cambiarnos los sexos, los nombres
y tener filosofías y causas
solo acá podemos sentirnos importantes
y comer y llorar y escribir poemas
y sentir que ningún libro suficiente
que toda obra de arte es una bala perdida
que da vueltas por un especio de ideas
donde hay más balas perdidas
y cabezas recibiendo disparos
y rostros
salpicándose de sangre
y más balas
encontrándose y estallando
y
multiplicándose con su naturaleza expansiva
bailar porque no queda de otra
odiar porque al fin y al cabo ya estamos muertos
seremos
horribles y bellos o no seremos nada
… y sin embargo, que delicia la de encontrarse y no
ser nada
La de no saber dónde estamos
No limitar donde estamos
No marcar la fecha
Ni dejar de inventarla
No saber la hora
No dejar de jugar
No dejar de ser los niños del planeta
Y que al pasar por las avenidas
La gente grite:
¡Vago!
¡Mantenido!
¡Parásito de la sociedad!
Y que al pasar por las academias
Los no-estudiantes
griten:
¡Borracho!
¡POSMODERNISTA!
¡CLOWN!
Y sonreír y sentir el sol que se filtra por las
ventanas
Y escuchar los pájaros que aún no han cocinado
Y avanzar entre la frescura pensando:
Perdónalos
Annette, no saben lo que hacen
Y avanzar
parcialmente ciegos
Calculando los objetos al paso
Saludando las heridas
recibiendo nuevas cicatrices
rodando por pendientes rocosas y escarchadas
besando maniquís y fantasmas
guiándonos por los olores
la música
y las supuestas formas
largos e indescriptibles son los procesos
que se pueden calcular hasta que el ojo
desvanece
y las paredes colisionan
por un instante
nada nos aterra ni nos teme
Una vez “descubiertos”
Sumergidos más allá de la sombra
poco importa describir la experiencia
O el recuerdo de una vieja pulsión
Todo lo que recordamos e intentamos definir
se despedaza y se deshace
Se han extinto las ventanas cerradas
Los aires acondicionados
y el miedo al tiempo
Se han caído las paredes que dividían a la realidad
de la ficción
Como sea
No me esperen
Vuelvo tarde
Fabio
Rivas Rivera nació el 5 de agosto de 1990 en San Salvador. Estudió Cine en la
UNA de Buenos Aires y en los diplomados del centro cultural de España y la
Mónica Herrera de El Salvador. Ha escrito y dirigido dos cortometrajes, así
como ha sido cofundador del ciclo de poesía arrancándonos
la piel (Argentina) y la banda musical: Los
Bastardos (El Salvador). Entre sus publicaciones se encuentran el libro de
relatos: siete maneras de estar muerto (2010)
y el poemario: el mundo se derrumba y
nosotros nos masturbamos (2013) más la publicación de textos en la revista
de Buenos Aires: maten al mensajero y
otros en el diario Co latino, la revista Karnaval y una antología de poetas
jóvenes de El Salvador. Actualmente se dedica al ensamble experimental de
música y poesía con Los Bastardos, a
la edición de su libro de cuentos sobre
ectoplasmas y gusanos y a la impartición de talleres gratuitos sobre
dirección de cine en el centro de San Salvador.