"No te fatigues nunca más de lo necesario/ aunque tengas que fundar una cultura sobre el cansancio de tus huesos." -Antonin Artaud-
jueves, 20 de febrero de 2014
martes, 18 de febrero de 2014
jueves, 6 de febrero de 2014
martes, 4 de febrero de 2014
La elección de mi mamá y mi papá
La elección de mi
mamá y mi papá
Mi madre y mi padre no
fueron a votar el 2 de febrero. Ella aun con todo su entusiasmo no
consiguió que instalaran una urna en el hospital de Chalchuapa,
donde ella y las otras dos pacientes que comparten habitación se
dirimían en elogios sobre el voto residencial, pero lamentaban que
no haya llegado hasta su residencia temporal en la sala 2 una urna
donde pudieran emitir su voto. Ese domingo, entre sueros y tanques de
oxígeno, seguían las elecciones desde los corríos del nosocomio.
Mi padre se quedó sin
ejercer el sufragio (así ha escuchado que dicen en la tele) por
culpa del mal de Parkinson que le aqueja desde hace unos años y que
le ha empeorado; por recomendaciones médicas no puede salir de casa
y con mucho pesar tuvo que seguir las elecciones por la tele,
mientras veía pasar a los vecinos quienes con esperanza sí votarían
por su candidato de preferencia.
Mi madre y mi padre
votarían por el FMLN (como yo sí lo hice) con la mayor de las
motivaciones. Ambos no quieren que regresen a gobernar esos grupos
que durante años utilizaron el aparato del Estado para engordar sus
riquezas, quienes privatizaron casi todo y cuyos principios son
defender los intereses de los grandes grupos empresariales de este
país. No quieren que vuelvan. Nunca más.
Ambos han tenido el
tiempo suficiente para comprender que fueron aquellos quienes al
privatizar el servicio de luz y telefonía les han obligado a
priorizar en pagar deudas a empresas cuyos dueños ni viven en este
país; que la privatización de la banca les ha dejado sin un centavo
de ahorros y que el sistema de pensiones -también privatizado- les
ha significado buscar algun trabajo según sus posibilidades pues el
sistema les robó los pocos ahorros con los que pensaban tener una
vejez tranquila.
Ambos saben que quieren
votar -al menos- porque cada vez que van al hospital o a la unidad de
salud no les cobren ni un centavo, porque ahora -al menos- pueden
comprar su medicina más barata, porque pueden aspirar a una pensión
para no tener que salir a buscar el pisto si por sus enfermedades y
su edad ninguna empresa les va a dar un empleo. Porque sus nietos
-quizá ya no sus hijos- tengan un futuro más promisorio si se
reducen sus dificultades de ir a la escuela. -Al menos- por eso
votarían.
Ambos no saben mucho de
economía política o de las relaciones entre sociedad y Estado, pero
han vivido bastante como para no darse cuenta de lo que ha cambiado
en los últimos años (5, 4, 3...) y de lo que puede significar
seguir por esa vía. Por eso ambos quieren sentirse mejor para el 9
de marzo y entonces sí poder ir a votar con el mismo entusiasmo en
que lo hicieron muchas personas. Y entonces ese día tendremos muchas
razones para celebrar. O celebraremos -al menos- la esperanza de
seguir viviendo.
Y si no me creen,
pregúntele a ellos.
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