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viernes, 14 de marzo de 2025

Rutilio Grande

Erick Tomasino.


Rutilio Grande García nació el 5 de julio de 1928 en municipio de El Paisnal, a unos 50 kilómetros al norte de la ciudad de San Salvador.

De origen campesino, ingresó al noviciado de los jesuitas en 1945 y se ordenó como Sacerdote en 1959; fue profesor en el seminario San José de la Montaña en San Salvador y ejerció el sacerdocio por 5 años en Aguilares, desde septiembre de 1972 hasta el 12 de marzo de 1977.

Además de su labor como párroco el Padre Tilo, como educador promovió la formación del pensamiento crítico y la organización social desde su trabajo pastoral, animando el establecimiento de las Comunidades Eclesiales de Base. En su trabajo pedagógico usó el método de acción y reflexión conocido como el “Ver, Juzgar, Actuar” muy difundido entre las Comunidades de Base.

El acompañamiento a las comunidades empobrecidas especialmente campesinas, el trabajo de organización y concienciación y sus denuncias contra las políticas de exclusión y represión que ejercía el régimen militar en complicidad con la gran burguesía criolla, fueron detonante para su asesinato.

El 12 de marzo de 1977 , en la calle que de Aguilares conduce a El Paisnal, Rutilio Grande fue emboscado por escuadrones de la muerte, siendo asesinado junto a dos de sus acompañantes, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus. De esa forma se desataba la persecución contra la iglesia de los pobres, la de personas humildes con anhelos de liberación.

La profunda entrega de Rutilio Grande, ha inspirado a cantautores que le han dedicado canciones como testimonio de su vida, algunas de ellas son Corrido al Padre Grande de Jorge Palencia, El día 12 de marzo de Ovidio Aguilares, ¡Grande Aguilares! de Guillermo Cuéllar y Rutilio de Franklin Quezada.

Rutilio Grande, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, fueron beatificados por la Iglesia Católica el 22 de enero de 2022.

El legado de Rutilio Grande es el del compromiso con la opción preferencial por las personas empobrecidas; su concepción y método pedagógico, nos da importantes lecciones para el trabajo con los sectores populares para la concienciación, la organización y la construcción de una sociedad justa aquí en la tierra.

Mirá el vídeo en youtube:



jueves, 17 de octubre de 2024

Mártires campesinos en El Salvador

Mártires campesinos en El Salvador


Por: Erick Tomasino.

A mediados de la década de los 60s en El Salvador, se impulsaron importantes esfuerzos para organizar al campesinado. En 1965, aisladas asociaciones campesinas se unieron para formar la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (FECCAS), una organización interesada en la distribución de la tierra, los salarios y las condiciones de vida en el campo.

Esta organización que nació bajo auspicio de la iglesia católica influenciada por la teología de la liberación, paulatinamente se fue radicalizando hasta lograr su autonomía y a finales de aquella década se planteó como programa la reforma agraria integral, la libertad sindical, la unidad de los trabajadores y las trabajadoras y el cooperativismo como complemento del sindicalismo.

Posteriormente, en los primeros años de los 70s gracias a la participación de estudiantes de la Universidad de El Salvador, muchos de ellos de procedencia campesina, se facilitó el surgimiento de la Unión de Trabajadores del Campo (UTC).

En un artículo de Alfonso Goitia y Ernesto Galdámez titulado “El movimiento campesino en El Salvador: evolución y lucha” se señala que:

«Aún y cuando en sus inicios estas organizaciones tuvieron derroteros independientes, su diario contacto con las bases campesinas, la similitud de las prácticas políticas observadas, la coincidencia de los objetivos perseguidos, la conciencia de trabajar con y para los mismos sectores populares y la afinidad ideológica de sus plataformas de luchas, las terminaron conduciendo a crear -en 1975- la Federación de Trabajadores del Campo (FTC). Este sería el bastión promedio del cual el movimiento campesino empezaría a decantar como una fuerza social revolucionaria de corte popular». (Goitia y Galdámez, 1993, p. 638).

La fortaleza de estas organizaciones se legitimaba en parte por el liderazgo carismático de sus dirigentes en el que sobresalía la figura de Apolinario Serrano “Polín”, trabajador agrícola y celebrador de la palabra que llegó a ser Secretario general de FECCAS y también de la FTC. El avance de la organización campesina junto al desarrollo del movimiento popular se materializó en el compromiso por la tansforamción de la sociedad construyendo poderosos instrumentos de lucha reivindicativa y política.


 
No obstante, el 29 de septiembre de 1979 “Polín” junto a otros tres dirigentes campesinos fueron emboscados y asesinados cerca de un retén militar frente al Cuartel de Caballería, en el kilómetro 27 de la carretera panamericana que de Santa Ana conduce a San Salvador, a la altura de San Juan Opico. Estos otros tres dirigentes eran: Patricia Puertas “Ticha”. Dirigente campesina y Secretaria de Relaciones de la Federación de Trabajadores del Campo-FTC. Félix García Grande, Secretario de Finanzas de dicha Federación a la cual llegó como dirigente de FECCAS y José Apolinario López Velázquez conocido como “Chepe López” quien era el Secretario de Conflictos.

Como una forma de recordar su legado, cada año las comunidades campesinas organizadas realizan actos conmemorativos, de forma particular en las comunidades de origen de los recordados dirigentes o en aquellos lugares que retomaron sus nombres para bautizar alguna población; además de ello, se cuenta con algunas composiciones musicales como una forma de tener presente el aporte de tan destacados dirigentes:

Una de ellas es el «Corrido a Polín Serrano, José López, Patricia Puertas y Félix García». Interpretada por Antonio Alas y María Alas. Del compositor y músico Paulino Espinoza, están las canciones: «Patricia Puertas, un día como hoy» en la voz principal de Claudia López y el «Corrido a Apolinario Serrano» interpretada por María Inés Ochoa.

La historia de la lucha popular salvadoreña está llena de innumerables ejemplos en los que los poderes dominantes han intentado acallar a quienes se rebelan; sin embargo, las aspiraciones y esfuerzos por construir un mundo más justo prevalecen y así nos lo afirman los actos y lugares de memoria y por supuesto las canciones que las cuentan.
A continuación un vídeo homenaje que incluye las canciones antes mencionadas:



viernes, 31 de mayo de 2024

PSICOLOGÍA COMUNITARIA Y PROCESO DE CONCIENTIZACIÓN

 

PSICOLOGÍA COMUNITARIA Y PROCESO DE CONCIENTIZACIÓN1

Erick Tomasino2.

«No se puede ser un trabajador social, y ser como el educador que es un técnico fríamente neutral. Guardar silencio acerca de nuestras opciones, ocultarlas en la telaraña de la técnica o disfrazarlas pretendiendo neutralidad, no constituye una posición neutral; por el contrario ayuda a mantener el statu quo. Consecuentemente necesitamos clarificar nuestras opciones políticas a través de experiencias también políticas.» -Paulo Freire-.

Introducción

Como toda acción social, el trabajo del psicólogo comunitario opera desde enfoques y posturas políticas entendido esto como un posicionamiento teórico-práctico frente a la realidad. Algunas veces responden de forma asistencialista y paternalista en cuanto quien realiza el trabajo comunitario asiste, esto es “les lleva” la atención de salud mental a la comunicad con un enfoque meramente clínico; el trabajador de salud mental eventualmente se reúne con varias personas de la comunidad con quienes realiza dinámicas de grupo y en la que la gente ríe o llora según el caso con el fin de sentirse mejor o adaptarse a su situación.

No es de extrañar que para algunos la vida en la comunidad sea una especie de designio maligno en la que sus habitantes representan a los sectores menos favorecidos de la sociedad como producto de algún castigo divino «manifestación de su incapacidad, de su poca inteligencia y su apatía», pobres gentes indefensas a quienes hay que ayudar a adaptarse al mundo que les tocó vivir.

Por el contrario, existen individuos, grupos o instituciones cuyas perspectivas de trabajo comunitario son prácticas liberadoras, consistentes en la potencialización del papel transformador de la comunidad, acompañan a estas desarrollando procesos socioeducativos para que las personas se tornen conscientes de su realidad y de su capacidad para gestar cambios.

En este caso, las y los psicólogos comunitarios participan activamente en los asuntos de la comunidad en los espacios sociocomunitarios donde se discute sobre los problemas, se reflexiona sobre sus causas y se plantean alternativas de solución que superan lo individual, promueven la participación en y del grupo y abonan a la concienciación de estos para que asuman un rol protagónico en la búsqueda de soluciones inmediatas y estructurales a sus problemas y conflictos.

Lo que hace coincidir a ambas visiones -la asistencialista y la liberadora- es el trabajo comunitario o el trabajo en la comunidad para la atención de la salud mental. Con este texto me permito compartir algunas ideas sobre cuál sería el rol del trabajo de la salud comunitaria en los procesos concientización y de transformación social.

La comunidad de los despojados

Para los países capitalistas dependientes llamados indistintamente como de tercer mundo, subdesarrollados o en vías de desarrollo -como es el caso de El Salvador- la historia de los sectores populares o subalternos es una historia de despojo y explotación. Un país que inició su proceso de acumulación originaria de capital basado en la expropiación de los bienes de la naturaleza de los pueblos originarios y que posibilitó la concentración de la propiedad de la tierra en unas pocas familias, provocó el empobrecimiento de muchas comunidades rurales que tuvieron que trasladarse a lugares donde se profundizó la marginación y el empobrecimiento.

Paralelo a ese proceso cuya relación dialéctica ha sido la de acumulación y despojo, El Salvador ha sido gobernado de hecho y formalmente por grupos económicos de poder que necesitaron profundizar la expropiación, despojo y expoliación de grandes grupos para la concentración de riquezas a la vez que fue necesaria la coacción de las y los trabajadores a fuerza de regímenes autoritarios o por el convencimiento para aceptar su condición a base políticas de asistencia en los breves momentos de apertura democrática.

Este proceso de acumulación no sólo despojó de tierras a las comunidades campesinas e indígenas, sino del tejido social históricamente construido y generó además del desarraigo, nuevos conflictos para los que la población no estaba preparada. Más adelante y como si lo anterior no fuera suficiente, el periódo de industrialización de mediados del siglo veinte implicó una serie de desplazamientos de comunidades que, en nombre del desarrollo, tuvieron que abandonar sus lugares de origen, familias enteras que migrararon hacia las zonas industriales, creando así nuevas comunidades de obreros proletarizados o pauperizados.

Más tarde, con el conflicto armado que abarcó las décadas del 70 y del 80 del siglo 20 hasta la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, formas más agresivas de represión y desplazamiento sumaron a la ya precaria situación de la población históricamente marginada, contando además a los impactos propios de una guerra de tal magnitud en la salud mental. Siutación que se profundiza con la implementación de los Programas de Ajuste Estructural en los que las instituciones del Estado se debilitan y se desentienden de atender al pueblo.

El período de la guerra dejó, como lo expresa el psicólogo de origen argentino Marcelo Colussi «saldos tremendos, tanto en pérdidas humanas (muertos y discapacitados) como en daños materiales. Guerras que, en general, han sido muy poco trabajadas como factor que afecta la Salud Mental de las poblaciones en el mediano y largo plazo, por lo que sus efectos perduran aún, haciendo que en sus sociedades actuales se encuentren altas cuotas de violencia, expresadas de distintas maneras» (Colussi, 2014).

Ese lastre cargado por décadas, ha generado que individuos, miembros de una comunidad, intenten buscar respuestas a su situación.

Respuestas desde la comunidad

Paralelo a esa política de despojos, se sucedieron importantes luchas desde los sectores populares, la organización y la discusión por un nuevo horizonte político y los métodos de lucha necesarios para alcanzarlo desarrolló importantes avances en los intereses de clase, que si bien no consiguieron los objetivos propuestos, dejó importantes aprendizajes para la organización y la atención a las situaciones problemáticas.

Una parte de la población comprendió que con la organización comunitaria podían satisfacer algunas de sus necesidades materiales y espirituales y transformar su realidad; otras se mantuvieron a la expectativa esperando que las cosas cambiaran por sí solas o a través algún ente externo y ajeno a sus intereses. Aún con su aparente pasividad, las personas han buscado la manera para atender su situación. Para ello ha sido necesario identificar los recursos endógenos y/o exógenos con los que se cuenta.

En la Tabla 1 he querido mostrar de manera simplificada el nivel de acceso a los recursos con los que cuenta la comunidad, en la parte superior se ubica aquella menos accesible mientras que en la parte inferior la más accesible. Hay que tomar en cuenta que con la evolución y desarrollo de las nuevas tecnologías de información y comunicación [NTICs] el uso de estas para el autodiagnóstico y la autoterapia suele ser más frecuente.

Como puede apreciarse, los recursos más accesibles corresponden a las redes de apoyo más inmediatas, estas son familiares, amistades, religiosos, de autoayuda u organizaciones sociocomunitarias de primer nivel como podrían ser las asociaciones comunitarias o vecinales; mientras que en las menos accesibles se identifican aquellas hacia las que la población tiene que desplazarse o que eventualmente asumen roles de atención y cuidad o que aparecen cada cierto tiempo cuando hace “trabajo de campo3” como pueden ser personal de educación, de salud, organizaciones de segundo nivel, organizaciones no gubernamentales e instituciones de atención para la salud en general y para la salud mental en particular.

Tabla 1: Recursos de la comunidad

ACCESIBILIDAD

RECURSOS DE LA COMUNIDAD

Menos o poco accesible

Centros de atención (Unidades de Salud, Hospitales...)

Uso de las Nuevas Tecnologías de
Información y Comunicación
(Redes Sociales)

Profesionales Trabajadores de la Salud Mental

Organización No Gubernamental

Promotores/as de salud

Organización sociocomunitaria de segundo nivel

Personal educativo (cuando lo hay)

Más o bastante accesible

Grupos de autoayuda (p.ej.alcohólicos anónimos)

Liderazgo comunitario/organización de primer nivel

Líderes religiosos (pastor evangélico, celebrador de la palabra)

Amistades

Familiar cercano

Elaboración propia.

Ya sea de mayor o de menor acceso, los recursos de la comunidad para la atención a la salud mental, suelen estar centradas en la atención individual asignando toda responsabilidad al individuo -o al núcleo familiar inmediato en todo caso- para afrontar y asimilarlos a la norma o como se dice últimamente, para ser resiliente, de tal forma que las personas se adapten a las condiciones y situaciones adversas en un mundo que le ha sido irremediablemente dado.

Esta perspectiva promueve que la persona acepte las cosas tal como son de forma fatalista en la que ella misma no tenga control o se sienta impotente al sentir que las cosas no pueden ser cambiadas y así también la comunidad se vuelve una comunidad pasiva.

Por el contrario, hay comunidades cuya historia de persecución y despojo, les ha impulsado a buscar formas colectivas para el afrontamiento de los problemas; aleccionadoras son las experiencias de organización y de protagonismo de las comunidades como por ejemplo las de las personas asentadas en los refugios de Mesa Grande en Honduras durante el conflicto armado salvadoreños y de cuyas experiencias se resignificaron en los procesos de retorno y repoblación a finales de los ochentas y principios de los noventas y de la cual surgieron gremios comunitarios de ‘segundo nivel’ para reforzar el tejido comunitario.4 Experiencias que permitieron un nivel de organización y de satisfacción de demandas que de no ser por la priorización a las dimensiones materiales y al descuido del tejido social y subjetivo, nos brindarían mayores posibilidades para adaptar estas experiencias en otros espacios cuyas historias no permitieron abordar la organización sociocomunitaria. Fenómeno que es necesario estudiar también como parte del trabajo desde la psicología comunitaria.

El trabajo comunitario y la salud mental. Una aproximación

Los enfoques dominantes suelen entender el trabajo comunitario como aquel que se realiza en un espacio geográfico específico, principalmente en asentamientos rurales que vistos a partir de la estratificación funcional, se asumen como aquellas comunidades pobres, de pobres, con carencia de servicios básicos, con poco poder adquisitivo para adquirir bienes y servicios, a quienes por su condición hay que brindar servicios de atención para satisfacer necesidades inmediatas desde una perspectiva desarrollista de crecimiento económico y adaptación o incorporación a las relaciones de explotación y dominación.

Con base en un enfoque biomédico y estadístico, el trabajo comunitario se enfocaría en la ejecución de acciones de asistencia y desde el trabajo de la salud mental, la adaptación o readaptación de individuos y/o grupos desadaptados, “locos”, “enfermitos” (u otras clasificaciones peyorativas) ampliando la cobertura de servicios públicos o privados que ejecutan acciones de asimilación y de incorporación a relaciones de producción capitalistas de explotación o expoliación como las famosas alternativas de emprendedurismo y empleabilidad como las únicas y posibles.

Si revisamos los antecedentes de la participación comunitaria en los programas de salud mental en la comunidad, estos se remontan a los años 50 del siglo pasado, contexto en el cual se pretendió la participación de la comunidad en los programas de desarrollo, sobre todo en aquellos países como El Salvador considerados como países pobres y tercermundistas. Fue sin embargo durante la conferencia de la Organización Mundial de la Salud en Alma-Ata, Kazajistán en 1978, cuando se legitimó oficialmente la participación comunitaria no sólo como un derecho de la población a intervenir en la prevención y atención de su salud, sino como un procedimiento indispensable para que la salud se convierta en patrimonio social. (Roux, 1992, p. 141).

La participación comunitaria llegó a convertirse en un medio habitual para expandir la cobertura de los servicios de salud a bajo costo y resolver los problemas sanitarios más urgentes que presentaban las poblaciones de menores ingresos. Pero, al mismo tiempo, se mantuvo como un concepto impreciso sujeto a interpretaciones variadas, siendo por ello no siempre operacionalizado de manera rigurosa. En efecto, acciones de salud que suponían el concurso -así fuese coyuntural o episódico- de personas de la comunidad, llegaron a ser catalogadas como “participación comunitaria”. (Roux, Op.Cit., p. 142).

En lo que respecta al surgimiento de la participación -nos dice Testa- hay dos maneras principales en que ello ocurre: como un proceso surgido desde el conocimiento de las necesidades sufridas y sentidos por la población, junto con el convencimiento que la acción grupal puede superar los problemas que la acción individual no puede resolver, o como una propuesta o proyecto organizativo de alguna autoridad tendiente a resolver las necesidades señaladas. En el primer caso, el proceso está ligado a toda la vivencia comunitaria y basado en un requisito de intersubjetividad que es origen y resultado de ese proceso: es una cuestión concreta. En el segundo, el proyecto se encuentra fuera de contexto real, lo cual conduce inevitablemente a su fracaso pues se trata de una simple abstracción” (Testa, 1985, p. 83).

A pesar de las buenas intenciones que la conferencia de Alma-Ata de tener salud para todos en el años 2000 -objetivo que evidentemente no fue cumplido- la cobertura en salud y específicamente en salud mental no fue ampliada, primero porque no hubo una verdadera política pública que la impulsara y segundo porque a partir del año 1989 se comenzaron a implementar las Políticas de Ajuste Estructural cuya lógica fue la de reducir la participación del Estado y ampliar el protagonismo del sector privado.

En el caso que abordamos ahora, el trabajo comunitario y de atención en salud fue asumido con mayor compromiso por Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) con una diversidad de enfoques en su mayoría respondiendo más a las agendas de las agencias de cooperación internacional cuyos abordajes eran estandarizados y no a las necesidades de las comunidades cada una en sus particularidades. En ese sentido el ya citado Mario Testa cuestionaba este elemento al decir que «No es posible considerar la atención primaria de salud como un objeto totalizante, con la misma validez en cualquier país y circunstancia».

Por otra parte, organizaciones como la Asociación de Capacitación en Salud Mental (ACISAM), cuya experiencia de acompañamiento con comunidades de personas retornadas entiende el trabajo de salud mental como:

«Parte de la dignificación de las personas, acompañándoles en el rescate y desarrollo de sus recursos y capacidades para la construcción de un mejor entorno y calidad de vida individual, social y ambiental. el quehacer de un equipo de salud mental es promover las condiciones que la misma gente necesita para dignificarse y fortalecerse como personas para resolver tanto sus necesidades psicológicas como materiales, haciendo patente el vínculo entre ambos» (Molina, et. al., 2003, p. 512).

Esta perspectiva nos sugiere que el trabajo comunitario asume el rol de la comunidad como una unidad colectiva y protagónica, es decir como un sujeto social que reconoce que tiene posibilidades de satisfacer necesidades inmediatas y que por lo tanto tiene además las posibilidades de ampliar sus horizontes para la transformación social desde una concepción distinta de la vida y del mundo. Es por lo tanto una concepción dinámica y transformadora donde los miembros de la comunidad participan de forma activa.

De acuerdo a Roux: «la participación social en salud (y en el trabajo comunitario) consiste, fundamentalmente, en la intervención organizada de instituciones púbicas y privadas y de grupos comunitarios en la toma de decisiones relevantes para el desarrollo de la salud mental y de la salud en general. Esta definición, aunque amplia, pone el acento en una premisa central: participa realmente sólo quien tiene acceso a las decisiones» por lo tanto, para que haya una verdadera participación de la comunidad, es necesario construir otro tipo de relaciones de poder que sean más horizontales y con mayor conciencia de las condiciones actuales y las posibilidades que se tienen para cambiarlas.

El trabajo comunitario con participación de la comunidad parte de la aceptación que los individuos al interior de su comunidad participan en la solución de sus problemas, las redes sociales de apoyo a nivel de ADESCOS, iglesias de todo tipo, otros tipos de colectivos y organizaciones, desempeñan algún papel importante en la promoción, atención de este trabajo. Pero entonces ¿qué diferencia el rol que asume un predicador o celebrador de la palabra con el trabajador de salud mental? ¿o de éste último con el caudillo de la comunidad que suele “resolverle” los problemas a la “gente”?

Puesto que al ser una acción social, también hay que observar que en ocasiones en lugar de promover la acción la limitan. Algunos factores que obstaculizan la participación comunitaria sintetizado por la OPS (citadas por Roux, pp. 145-146) son:

1) La limitación del acceso de la población a funciones de determinación, planificación y coordinación de las actividades locales.

2) Es poco probable que aquellas instituciones de salud que ven a la comunidad solamente como usuaria, colaboradora en acciones decididas desde arriba, logren estimular una participación activa e ininterrumpida.

3) La falta de flexibilidad de las instituciones de salud para adaptarse a condiciones económicas, culturales y sociales particulares, para consultar el punto de vista de la comunidad y elaborar en las comunidades programas específicos de salud, constituye un impedimento para desencadenar procesos sostenidos de participación.

4) La falta de conciencia del personal sobre la importancia de la participación y su desconocimiento de metodologías para incentivarlas, afectan seriamente la posibilidad de instrumentar experiencias participativas.

5) Actitudes del personal inhibitorias de la expresividad de la gente (desconocer su derecho a preguntar, opinar y cuestionar), acompañadas de trato irrespetuoso, crean rechazo debilitando el interés en participar.

A lo anterior agregaría la miopía de las y los trabajadores de salud al responder solo a lo aparente, a las consecuencias, tratando las emergencias sin profundizar en las causas; así como de mantener una visión asistencialista y paternalista en la atención, asumiendo a la comunidad como víctima y no como sujeto social con posibilidades de transformación como depositaria de la asistencia y no participante activa en la toma de decisiones. Frente a ello hay que señalar algunas funciones del trabajo en y con la comunidad desde la psicología comunitaria.

Funciones del trabajo comunitario

La psicóloga social venezolana Maritza Montero define a la Psicología [Social] Comunitaria como «la rama de la psicología cuyo objeto es el estudio de los factores psicosociales que permiten desarrollar, fomentar y mantener el control y poder que los individuos pueden ejercer sobre su ambiente individual y social, para solucionar problemas que les aquejan y lograr cambios en esos ambientes y en la estructura social» (Montero 2004, p. 32).

Para la psicología comunitaria, la destinataria de la “intervención” es la comunidad, pero ¿qué es la comunidad? Generalmente se identifica a la comunidad con la población que convive en un determinado territorio geográfico; se habla de comunidad para referirse sólo a la población como receptora y consumidora de programas, proyectos, actividades o prestaciones revestidas en forma de ayuda comunitaria, asistencia comunitaria u otras similares.

Montero (Op. Cit., p. 96) define a la comunidad como: «Un grupo social dinámico, histórico y culturalmente constituido y desarrollado, preexistente a la presencia de los investigadores o de los interventores sociales, que comparte intereses, objetivos, necesidades y problemas, en un espacio y un tiempo determinados y que genera colectivamente una identidad, así como formas organizativas, desarrollando y empleando recursos para lograr sus fines».

Desde nuestro punto de vista, la comunidad se refiere a espacios relacionales cuya identificación entre sus miembros conlleven a la organización y al fortalecimiento del tejido asociativo por lo que el trabajo comunitario se orienta hacia el cambio social entretejiendo los ámbitos individual, colectivo, socio-organizativo e institucional en el que la participación y el diálogo como método son ejes centrales para la concientización de las personas como objetivo superior.

Con base a lo anterior, las funciones principales de quienes realizan el trabajo de salud mental con la comunidad son:

a) animar: En el sentido de anima (dar vida), pero también de animus (poner en relación); el psicólogo comunitario también es animador en el sentido que realiza acciones de activación de los grupos para la reflexión y acción, es decir de la promoción de la (auto)organización y del convite a las personas para que participen de forma activa en la organización sociocomunitaria y se identifiquen con ella.

b) relacionar: Poner en contacto a diferentes personas dentro de la comunidad, pero también entre comunidades (organizaciones) o entre la comunidad y otras organizaciones; así como también identificar otros recursos favorables y acercarlos a la comunidad (ONGs, instituciones públicas).

c) educar: en el sentido que aporta recursos de forma intencionada para la comprensión de los fenómenos económicos, sociales y culturales, estructurales y coyunturales, que intervienen en su situación, siendo este un trabajo que genera y fortalece la conciencia de la persona y de los grupos. Es por esto último que entiendo que el trabajo de salud mental en la comunidad es especialmente un acto para la concientización.

El trabajo comunitario como acto para la concientización

El educador popular Paulo Freire (1990) define la conciencia como «la capacidad que tiene el ser humano para reconocer y transformar su propia situación, definir el compromiso que tiene con el mundo, la sociedad y la posibilidad de convertirse en protagonista de su vida cotidiana: personal, familiar y comunitaria»; y por concientización se refiere al «proceso mediante el cual las personas como sujetos de conocimiento, alcanzan una conciencia creciente tanto de la realidad sociocultural que da forma a sus vidas, como de su capacidad para transformar dicha realidad». (Freire, 1990, pp. 90-100).

Este autor identifica tres modos de conciencia: la conciencia intransitiva, la transitiva ingenua y la transitiva crítica.

En la conciencia intransitiva, la persona se limita a explicar los hechos de forma superficial a partir de su propia experiencia, identificando las causas de las situaciones problemáticas a algo que existe dentro de sí o a un ente externo, atribuyendo los problemas a la propia incapacidad o a la voluntad de un poder superior. Es común entonces que la persona o guarde silencio frente a los problemas o busque en la religión el consuelo para aceptar su condición. Aquí es donde el cura, el pastor o el chamán, juegan el rol del trabajador de salud mental como sanadores del espíritu5.

En la conciencia ingenua transitiva, la persona ya percibe las contradicciones en la sociedad, reconoce la causa de los problemas, pero aún manifiesta actitudes de apatía y conformismo aceptando su condición, no actúa hacia el cambio de ella y más aún, transfiere esa responsabilidad a otros -o cuando se compromete- sus acciones se quedan en la superficie. En estos casos se busca la respuesta o solución a los problemas en cualquier figura que represente autoridad sea este el caudillo del pueblo, una persona funcionaria, el candidato de turno que promete mejorar las cosas, el trabajador que yendo al campo hace cosas que ayudan y más recientemente en influencers o generadores de contenido con poca o nula formación.

En la conciencia transitiva crítica, la persona ya logra comprender las raíces estructurales de la opresión; más aún, la persona consigue argumentar de forma autónoma, relacionando las causas de la situación y se compromete a cambiarlas no solo para sí misma sino para la comunidad como conjunto. Reconoce sus debilidades pero también sus potencialidades. Aquí es donde las personas que realizan acciones socioeducativas desde enfoques liberadores pueden aportar junto con la organización sociocomunitaria.

A partir de lo anterior, advertimos que el paso de un modo de conciencia a otro no se producen de forma mecánica, ni tampoco las fronteras entre cada una son evidentes. Estas se van manifestando de acuerdo al propio proceso y contexto individual y grupal, pero sí es necesario reafirmar que el trabajo de salud mental desde este enfoque comprende llevar a cabo acciones para el desarrollo de una conciencia crítica. Sobre esto Martín-Baró (1998, pp. 169-170) afirma que el proceso de concientización comprende tres aspectos:

1. El ser humano se transforma al ir cambiando su realidad que no puede darse mediante la imposición sino a través del diálogo.

2. Mediante la codificación de su mundo, la persona capta los mecanismos que le oprimen y lo deshumanizan, superando la noción mágica de conciencia, asumiendo un nuevo horizonte de acción, acción que a la vez posibilita nuevas formas de conciencia.

3. Este nuevo saber sobre su realidad le lleva a un nuevo saber sobre sí misma y sobre su identidad social, se descubre a si misma en su acción transformadora; descubre las raíces de lo que es y el horizonte de lo que quiere llegar a ser.

En ese orden de ideas, se puede decir que la conciencia social y política es tener una actitud cuestionadora y atenta a todo lo que se nos presenta como verdad en la vida. Es tener una postura inquieta, de investigación y transformación de las supuestas verdades que aprendemos sobre la sociedad, sobre la historia y sobre nosotros mismos. La conciencia se construye en la acción transformadora de la realidad, en este caso de la realidad de injusticia social. No es sólo saber que existe esta injusticia sino comprometerse individual y grupalmente con su transformación en función de los intereses de la clase a la cual se pertenece.

Y ese es compromiso también de las personas trabajadoras de la salud mental en los procesos de transformación social que, al mismo tiempo que promueve y acompaña procesos socioeducativos para la concientización de los grupos comunitarios, también va modificando su propia conciencia sobre la realidad y sobre su papel para transformarla.

En síntesis

El trabajo de salud mental en la comunidad responde y acompaña los procesos de toma de conciencia de los miembros de la comunidad en todas sus dimensiones y se orienta hacia la promoción de prácticas transformadoras individuales y grupales identificando las raíces de los problemas, sus causas estructurales y estrategias para afrontarlos/superarlos.

Este trabajo no se limita en “llevar el consultorio a la comunidad”, sino que está en la promoción de la participación activa y consciente de las personas y del propio trabajador comunitario, relacionando las raíces de la opresión y de la explotación con la situación de las personas y develando un nuevo horizonte de transformación individual, grupal y de sociedad.

Una de las tareas del trabajo comunitario es la de aportar al fortalecimiento de la organización sociocomunitaria reconociendo los recursos, capacidades y habilidades en cada miembro de la comunidad y activando la búsqueda de recursos fuera de ella con base a las propias necesidades e intereses.

Finalmente, hay que aclarar que esta tarea no es única responsabilidad ni tel trabajador de salud mental, ni sólo de la comunidad sino que debe ser asumida y acuerpada por las instituciones públicas a partir de políticas con el cuidado de que esto no se limite a ampliar los niveles de cobertura para la atención en salud mental, sin apostar a los enfoques que aporten a un proyecto de transformación social.

Todo lo anterior implica al mismo psicólogo comunitario para asumir una postura política en favor de la transformación de las estructuras socioeconómicas, esto es realizar el trabajo de salud mental desde una verdadera “psicología de la liberación”.

Texto original escrito en San Salvador. Octubre de 2017.

Revisado en Santander, Cantabria. Mayo de 2024.

Referencias:

Colussi, Marcelo. (2014). Salud Mental entre mitos y prejuicios. Ponencia presentada en el Congreso de Estudios Mesoamericanos, 8 de mayo de 2014, Guatemala.

Freire, Paulo. (1990). La naturaleza política de la educación. Cultura, poder y liberación. Madrid: Paidós.

Martín-Baró, Ignacio. (1998). Psicología de la liberación. Madrid: Editorial Trotta.

Molina, Isabel, Meoni, Jorge y Freedman, Elena. (2003). La experiencia de atención psicosocial en el sector San Cristóbal-San Patricio de San Salvador. Ejercicio de poder socio-relacional y fortalecimiento subjetivo. San Salvador: Revista Realidad. Nº 94. UCA.

Montero, Maritza. (2004). Introducción a la psicología comunitaria. Desarrollo, conceptos y procesos. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Testa, Mario. (1985). Atención ¿primaria o primitiva? de salud. Cuadernos Médico-Sociales, N° 34. Rosario: Centro de Estudios Sanitarios y Sociales.

Roux, Gustavo I. de. (1992). La participación social en los programas de salud mental en la comunidad. En Levav, Itzhak (Ed.), I. Temas de salud mental en la comunidad. Washington D.C. OPS.

Notas

1Este texto fue preparado originalmente para un conversatorio con estudiantes de psicología de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador (FMOcc-UES).

2 Erick Tomasino. Educador popular. Licenciado en psicología por la Universidad de El Salvador con estudios de economía política en la UFRJ y de pedagogía crítica con el CELAPEC.

3Es muy común escuchar de personas que laboran en instituciones u organizaciones con sedes centralizadas hablar de hacer trabajo de campo o ir al campo cuando tienen que realizar su trabajo fuera de los muros de sus oficinas.

4 El Salvador es rico en experiencias de organización socio-comunitaria, algunas que podemos mencionar son por ejemplo, las aglutinadas en CRIPDES (CCR, PROGRESO, UCRES) ACUDESBAL, ADES, ARDM, CORCULL, CRC...

5Utilizo sólo figuras masculinas pues este tipo de conciencia también es por lo general patriarcal en donde el hombre masculino es la representación del poder.

Descargar aquí:

jueves, 30 de marzo de 2023

Escuela Político Pedagógica Campesina de la FUNPROCOOP – Red Alforja


 
La Escuela Político Pedagógica Campesina de la FUNPROCOOP – Red Alforja

Erick Tomasino.

Introducción

     El presente texto tiene la intención de compartir una breve descripción de la experiencia de la la Escuela Político Pedagógica Campesina, impulsada por la Fundación Promotora de Cooperativas (FUNPROCOOP) de El Salvador, entre los años 2006 a 2012.

     Este documento responde a una iniciativa de la Red Mesoamericana de Educación Popular Alforja (Red Alforja) en documentar y compartir experiencias de escuelas de formación política, con la intención de dialogar con otras propuestas similares impulsadas en la región que permitan construir aprendizajes y fortalecer prácticas socioeducativas.

     Para tal propósito, este recorrido ubica a la Funprocoop, organización miembra de la Red Alforja, como responsable del desarrollo de la Escuela, se define el enfoque metodológico que la sustenta, su fundamentación metodológica y los principales contenidos abordados; también se incluyen aspectos organizativos para, finalmente, compartir algunas reflexiones.

La Funporocoop

     Funprocoop es una organización fundada en 1967, orientada a contribuir a la construcción de una nueva cultura política, democrática, ética y humana en las organizaciones campesinas y populares, mediante la implementación de procesos de construcción de aprendizajes desde la educación popular.

Inspirada en el movimiento de la Teología de la Liberación de finales de la década de los 60 del siglo 20, la Funprocoop ha impulsando procesos socioeducativos con organizaciones cooperativas, campesinas, rurales, con dirigentes y educadores del movimiento popular de El Salvador y la región mesoamericana, con énfasis en la construcción de un proyecto de soberanía alimentaria y por la transformación de la sociedad.

Para fortalecer el eje formativo, en 1970 se construyó y se puso en funcionamiento la Granja Escuela de Capacitación Agropecuaria (GECA), ubicada en el municipio de Nueva Concepción, departamento de Chalatenango; lugar en el que se formaron muchos dirigentes campesinos que en aquella época de ebullición social y política conformarían organizaciones populares como la Unión Nacional de Trabajadores del Campo (UTC) o la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (FECCAS).

En ese contexto latinoamericano de profundas transformaciones, la Funprocoop se inscribe al movimiento de educación popular, por considerar que su concepción política y metodológica era la más adecuada para trabajar con sectores históricamente marginados, como es el caso del campesinado salvadoreño. La experiencia de Funprocoop le permitió incorporarse más adelante al Programa Coordinado de Educación Popular Alforja -actualmente Red Alforja- fundado en 1981, con quienes ha venido recreando un forma de comprender y aplicar la educación popular.

        Desde el año 2002, la Funprocoop, en el marco de esta Red, había asumido la responsabilidad de desarrollar la Escuela Subregional para una Educación Transformadora1 con participación de educadores y militantes del movimiento popular de El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y del sur de México. Posteriormente, en 2006, se decidió impulsar un proceso de formación que fuera dirigido principalmente a la formación política y pedagógica de las organizaciones campesinas y cooperativas, sujetos con los que históricamente la Funprocoop se vinculaba, es así que surge la Escuela Político Pedagógica Campesina.

Escuela Político Pedagógica Campesina

         Esta escuela se origina en 2006 como producto de un replanteamiento interno sobre quienes son los sujetos políticos a quien se orienta la formación política, con la Escuela Político Pedagógica Campesina se reafirma la apuesta de trabajo institucional dando prioridad a las organizaciones rurales y campesinas, abordando temas que estaban directamente vinculados a este sector, integrando la propuesta de la Soberanía Alimentaria aportada desde la Vía Campesina, de la cual la Funprocoop también es miembra.

         Como esta escuela seguía siendo impulsada por la Funprocoop en coordinación con otros centros de la Red Alforja -específicamente Serjus y Cencoph2- siguió siendo parte de la apuesta formativa regional de la Red como un sistema integrado y coordinado a nivel de Mesoamérica, manteniendo el carácter de “sub-regional” con la participación de organizaciones no solo de El Salvador, sino que también con organizaciones de Guatemala, Honduras y Nicaragua.

El objetivo de la Escuela era: “Aportar a la construcción de estrategias para implementar una agricultura de resistencia y luchar por un proyecto político que garantice la soberanía alimentaria y permita el acceso de campesinos y campesinas a un desarrollo sostenible y sustentable”, y como eje temático se planteaba: “La organización campesina y cooperativa. El papel del campesinado en los procesos de transformación social”.

Para el año siguiente, es decir en 2007, se establece una alianza con el Movimiento por la Vida y Equidad Campesina (MVEC), como refuerzo a la acción política de este y otros movimientos campesinos, particularmente vinculados a La Vía Campesina y organizaciones de trabajadoras y trabajadores rurales de Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, algunas de ellas vinculadas a la Comisión de Soberanía Alimentaria de la Red Alforja3.

En 2008, debido a cambios internos en el área de educación, como Funprocoop se hizo una revisión de la experiencia educativa en los años anteriores, así como un análisis de la coyuntura regional para definir la apuesta para los próximos años, en específico se debatió sobre el aporte que desde la Escuela Campesina se podía realizar; para esta redefinición se contó con la participación de compañeros del CEPIS de Brasil y de educadoras populares de la comisión de Movimientos Sociales del CEAAL4-El Salvador, con quienes se determinó:

a) La Escuela debía tener su sede principal en la Granja Escuela de Capacitación Cooperativa y Agropecuaria GECA, en Chalatenango, porque ese espacio ofrecía las condiciones para el desarrollo de los módulos y daba una ‘identidad geográfica’.

b) Priorizar la participación de miembros de las organizaciones populares, más en específico de organizaciones y movimientos de trabajadores y trabajadoras en el ámbito rural; también la incorporación de educadores y educadoras que acompañaran procesos de base y miembros de organizaciones aliadas, de movimientos populares con presencia nacional y con vínculos o alianzas internacionales como la Vía Campesina, Redlar o el MOVIAC5.

c) Vincular el seguimiento de las personas participantes a las agendas de lucha social del movimiento popular, así como ofrecer acompañamiento a las organizaciones que así lo solicitasen, en específico aquellas organizaciones con las cuáles Funprocoop podría garantizar el acompañamiento en los territorios.

d) El proceso se organizara en cuatro módulos presenciales más una propuesta de seguimiento-acompañamiento, en específico con las escuelas locales del MVEC. Eventualmente se propuso un módulo especial sobre Sistematización de Experiencias.

f) Se decidió vincular a una o dos personas pertenecientes del MVEC al equipo de educación de la Escuela, para garantizar el seguimiento a las y los participantes locales con quienes se realizaban sesiones específicas entre módulo y módulo para el diseño metodológico de los talleres locales de formación política.

Proceso de implementación de la Escuela

         El proceso de formación se basó en la Concepción Metodológica Dialéctica (CMD), propuesta construida y reconstruida por Alforja como una manera de interpretar la realidad para transformarla de forma colectiva, descubriendo las contradicciones para superarlas en función de una estrategia hacia la construcción de un proyecto político popular, donde el enfoque político va siempre a la par del enfoque pedagógico. De ahí lo de escuela ‘política’ y también ‘pedagógica’.

         En tal sentido, la concepción de formación impulsada desde la Escuela, se basaba en una serie de principios y valores fundamentados en la educación liberadora, aquella que se da en el campo del conocimiento que contribuye a elevar el nivel de conciencia de la clase trabajadora para la transformación de la realidad.

         A nivel metodológico, el equipo de educación de Funprocoop, junto con la Coordinación Político Pedagógica, elaboraba la propuesta general de la Escuela Campesina. De esta propuesta, el equipo de educación diseñaba las guías metodológicas para cada módulo y la producción de materiales de apoyo, así como de garantizar la elaboración de las memorias por cada uno de los eventos. Para esta acción, a veces se contrataba a una persona dedicada exclusivamente al levantamiento y ordenamiento de la información, en otras ocasiones, era una tarea asignada a una comisión conformada por participantes de la Escuela.

         La Escuela se desarrollaba a lo largo del año distribuida en cuatro módulos de cuatro-cinco días cada uno con tareas/prácticas intertaller entre un módulo y otro y la organización de eventos específicos como la participación en foros o giras de intercambio. Como parte de los compromisos, las personas participantes y sus organizaciones debían contemplar el fortalecimiento de sus prácticas político organizativas (en términos de apuestas y estrategias), así como de sus prácticas pedagógico metodológicas (programas de formación, constitución de equipos o comisiones de educación).

En cada taller se buscaba la combinación de la teoría con la práctica, de identificar conceptos como categorías de análisis y procedimientos que las y los participantes tenían sobre sus prácticas transformadoras. Se daba importancia a la experiencia y a la práctica como principal fuente de conocimiento y como factor de comprobación y experimentación de la teoría.

En el desarrollo de cada uno de los talleres se buscaba elaborar un producto pedagógico, entendido como resultado de los aprendizajes que fueron intencionados y construidos colectivamente. El producto mínimo de cada taller era la memoria. Pero además se intencionó la elaboración de otros productos pedagógicos como técnicas, ejercicios, guías de discusión/reflexión, materiales didácticos y metodológicos para las y los participantes. En el año 2011, se decidió que además de las memorias de los eventos, había que aprovechar las construcciones colectivas que se recuperaban, de tal manera que como producto de cada módulo, se elaboraron unas cartillas dentro de la Serie “Escuela Campesina” con los siguientes contenidos: 1) Para hablar de economía; 2) Clase e identidad en la organización campesina; 3) Agricultura y lógica de acumulación capitalista y 4) Luchas campesinas en El Salvador.

Al final de cada taller se daban indicaciones para la realización de una tarea de práctica inter-taller. Al respecto, se enfatizó que estas tareas no se trataban de hacer “réplicas”, es decir, de copiar mecánicamente el taller en sí (hacer un ‘tallercito’ del ‘tallersote’), sino que las personas asumían responsabilidades de compartir e implementar lo aprendido en sus contextos de lucha cotidiana. Se establecieron algunos criterios como:

a) Las tareas debían estar referidas a la práctica política de la organización, de las condiciones específicas en las que se desarrollaba y de las situaciones de su grupo, organización y contexto territorial.

b) Tendrían que tener relación con el fortalecimiento de sus programas formativos, esto es, diseño de un proceso de formación -donde no lo había-, incorporación de alguno de los contenidos que tuvieran relación con sus prácticas organizativas, diseño y aplicación de una guía metodológica y también, elaboración de materiales como textos, canciones, poemas...

Para reforzar lo propuesto por la Escuela, en algunas ocasiones se invitó a desarrollar modalidades complementarias como giras de intercambio de experiencias entre territorios, participación en foros, seminarios y en otros procesos formativos desarrollados por las organizaciones participantes. Esto con la observación de que no fueran actividades aisladas ni mucho menos fueran retomadas como una tarea extra asumida de forma burocrática, sino que debían estar asociadas a la necesidad de la lucha de las organizaciones.

Aunado a lo anterior, el personal de Funprocoop debía garantizar el acompañamiento de las personas participantes en los territorios con el fin de que a futuro se pudieran crear las escuelas locales de formación en todas las micro regiones para contribuir a los procesos de -según su momento- la CNTC-Vía Campesina, movimiento cooperativo, MVEC, MONARES o del Frente Nacional Agropecuario-FNA6.

Contenidos de la Escuela Campesina

Cada uno de los módulos tenía un contenido específico y articulado con todo el proceso, aunque con variaciones en los diferentes años y de acuerdo a las especificidades de cada grupo, en general se distribuían de la siguiente manera:

Módulo I) Enfoques económicos en la agricultura. Este módulo iniciaba con la aplicación del Triple Autodiagnóstico Participativo como punto de partida, donde se ubicaban prácticas, concepciones y el contexto, identificando tensiones y contradicciones y modos de superarlas; explorando la lógica de acumulación capitalista en el campo, identificando los modelos de producción agrícola convencionales, el análisis de los megaproyectos de inversión, el impacto en el campesinado y los desafíos para las organizaciones del campo y la respuesta de estas frente a ese contexto.

Módulo II) Relaciones de poder, cultura e identidad en la organización campesina. Este módulo se centraba en las relaciones de poder, en específico las relaciones de género y el modelo patriarcal y cómo esto tiene implicaciones en la vida de las personas y en las organizaciones. También se abordaban las relaciones de clase desde la concepción y análisis de las organizaciones rurales y campesinas identificando la posición de clase del campesinado en la actualidad, ubicando los territorios como campos en disputa desde la lucha de clases; además de rescatar las formas organizativas solidarias que transforman relaciones de poder y construyen identidades campesinas inclusivas.

Módulo III) Modelos educativos y comunicación en el medio rural. Relacionado a los aportes desde la educación popular para los procesos de acompañamiento en el medio rural, en específico desde la experiencia de la Red Alforja. El proceso de construcción colectiva de aprendizajes con organizaciones rurales y campesinas; además de aportar a la construcción de propuestas formativas para las organizaciones. En este módulo se enfatizaba el componente pedagógico-metodológico para diseñar procesos socioeducativos desde las organizaciones participantes y la comunicación de los aprendizajes entre organizaciones aliadas o semejantes.

Módulo IV) Estrategias de lucha campesina para la Soberanía Alimentaria. Este último módulo tenía como propósito la definición de las apuestas de las organizaciones y su relación con un proyecto de soberanía alimentaria, así como la definición y abordaje de los componentes de una estrategia de los movimientos hacia la construcción de un proyecto político popular. Se recuperaban aprendizajes desde la historia de lucha de los movimientos campesinos en América Latina. En las últimas ediciones se pretendía aportar a la elaboración y/o fortalecimiento de las plataformas programáticas de las organizaciones.

Para mantener el carácter mesoamericano no sólo desde sus participantes, en momentos específicos se vinculó a miembros de la Comisión de Soberanía Alimentaria de la Red Alforja como parte del equipo de formación, es así que en algunos módulos se invitó a personas de los centros de Alforja que eran parte de esa comisión -o que se pretendía que la integraran- a facilitar algunos contenidos, tal fue el caso de educadores de Serjus y Asecsa de Guatemala, Odesar de Nicaragua y de organizaciones vinculadas a la Vía Campesina de Honduras7. Por otra parte, también se refirió a algunas personas que habían cursado la Escuela Campesina para que participaran en la Escuela Mesoamericana en Movimiento de la Red Alforja, experiencia que se realiza desde el año 2008.

Aspectos organizativos de la Escuela

A nivel organizativo, Funprocoop definió que la Escuela debía contar con un cuerpo de trabajo colectivo y coordinado entre si, distribuido de la siguiente manera:

Coordinación Político Pedagógica: Conformada por el equipo de educación de Funprocoop, la Dirección Ejecutiva y en algún momento por dirigentes del MVEC. Esta tenía a su cargo dar las orientaciones políticas de las escuelas, revisar el programa general y de los módulos, evaluar los avances y dificultades encontradas en cada jornada formativa, realizar un debate para profundizar el aporte de la escuela a los procesos de lucha de los movimientos. Además, era la encargada de aprobar las solicitudes de participación previo análisis del responsable de educación.

Equipo de educación: Conformada por educadores populares y eventualmente con participación de personas con especialidad en alguna temática. En algún momento se llegó a contar con militantes del MVEC como parte del equipo permanente de educación. Era responsable del diseño metodológico del curso y de cada módulo; realizaba investigación, ordenamiento de materiales de apoyo, elaboración de materiales didácticos. Realizaba también una evaluación participativa del proceso formativo, así como las memorias por cada taller y elaboraba los productos pedagógicos.

Equipo de seguimiento territorial: El equipo de seguimiento territorial era una propuesta en la que se proyectaba la participación del equipo técnico y de la Comisión Nacional de FUNPROCOOP destacado en cada microregión o en su momento por referentes del MVEC. Tenía a su cargo promover la Escuela en los territorios, apoyar en la selección de participantes de acuerdo a criterios y perfiles y apoyar en terreno a la aplicación de las prácticas intertaller.

A esta propuesta organizativa, se incluía en cada uno de los módulos la organización en comisiones de trabajo que, según el grupo y la experiencia misma, las personas participantes se distribuían operativamente en: comisión de animación, mística, ruta del taller (relatoría/memoria), logística y salud, noticias y diccionario.

Hay que mencionar también que para el funcionamiento de la Escuela, se contaba con un equipo de apoyo logístico destacado tanto en las oficinas de Funprocoop como en la GECA que comprendía a la Administración, Asistencia de Dirección, Recepción, Cocina, Abastecimiento, Comunicaciones y Transporte.

Finalmente hay que hacer referencia de que la lógica de la Escuela Campesina pretendía ser una escuela matriz con proyección nacional y regional de donde se derivaría, en el caso del MVEC, dos encuentros anuales con educadores/as del movimiento para la profundización pedagógica y metodológica, y la constitución de escuelas regionales donde el Movimiento tuviera presencia desde lo departamental hasta el nivel municipal. Y a nivel de la Funprocoop, para superar la dispersión entre varias escuelas, constituir el Programa de Formación Campesina Cooperativa integrada por la Escuela Campesina, Escuela de Agroecología y Escuela de Cooperativismo. Programa que a su vez estuviera integrada a la apuesta de la Escuela Mesoamericana en Movimiento de la Red Alforja.

La Escuela Político Pedagógica Campesina se realizó de forma ininterrumpida entre los años 2006 al 2012, después su funcionamiento tuvo varios inconvenientes que obligó a que cada año se fuera modificando de acuerdo a las condiciones institucionales y coyunturales, a veces con la reducción de la cantidad de módulos, a veces con la reducción de días presenciales para cada módulo o ambas. En el año 2020 se intentó reimpulsarla de manera autogestionada por la Comisión Nacional de Funprocoop, en la que cada organización interesada aportara recursos para el financiemiento, justo el año que entró la pandemia por Covid-19 que obstaculizó esta iniciativa. Aun con ello, Funprocoop continuó impulsando acciones socioeducativas acompañando en territorio a las organizaciones cooperativas y campesinas en cada región.

Reflexiones

Expuesto lo anterior, es tentador compartir algunas reflexiones a modo de aciertos desde la experiencia descrita:

a) Apostarle a un sujeto en específico con luchas y prácticas concretas. Por mucho tiempo, la propuesta formativa de Funprocoop era llamativa por su enfoque metodológico que animaba la participación de personal técnico de ONGs que quería aprender el uso de técnicas participativas como ‘metodología de educación popular’, que aunque bien intencionadas, descuidaba los aspectos políticos, por lo que apostarle a sujetos específicos, con prácticas y luchas concretas en coherencia al trabajo de Funprocoop, permitió que tanto los debates como las orientaciones políticas aportaran al fortalecimiento organizativo y formativo de quienes cursaban la Escuela.

b) Comprender que la escuela era un aporte al fortalecimiento de las organizaciones participantes desde una propuesta política y pedagógica en relación a sus prácticas organizativas y educativas, por lo que las tareas debían estar relacionadas a su accionar político concreto8, de tal manera que esta no se consideraran talleres ‘réplicas’ como se ha descrito anteriormente.

c) Ser una Escuela Campesina dirigida no sólo a personas cuya actividad principal fuera la producción agrícola, sino que vinculara a un sujeto más amplio concebido como de ‘trabajadores rurales’; esto es, personas que realizan sus actividades en contextos rurales que pueden ser estudiantes, maestros, maestras rurales, trabajadores de la salud, promotores comunitarios, dirigentes de organizaciones, por mencionar algunas, pero que fueran militantes de organizaciones con presencia en el ámbito rural u organizaciones aliadas a ellas.

d) Articulación de la Escuela Campesina junto con las Escuela de Cooperativismo y la Escuela Agroecológica en un Sistema de Formación de la Funprocoop, en el que la Escuela Campesina funcionara como una “escuela matriz” que proponía contenidos y metodologías aplicables a las otras escuelas, así como que fungiera como escuela nacional para el MVEC y que este sistema estuviera articulado a la apuesta estratégica de la Red Alforja en específico a la Escuela Mesoamericana y a la Comisión de Soberanía Alimentaria de la Red en torno a una apuesta común y estratégica desde un enfoque de educación popular liberadora.

San Salvador, El Salvador. 26 de marzo de 2023.

Referencias

Bickel, Ana. (2005). Escuela Sub-regional para una educación transformadora de la Coordinación Regional de Educación Popular Alforja. https://redalforja.org.gt/mediateca/2018/01/15/escuela-sub-regional-de-formacion-politico-pedagogica-para-una-educacion-transformadora-de-la-coordinacion-regional-de-educacion-popular-alforja/

Funprocoop. (2011). Cartillas de formación de la serie Escuela Campesina. (4 cartillas). Fundación Promotora de Cooperativas: San Salvador.

Cartilla 1: Para hablar de economía.

Cartilla 2: Clase e identidad campesina.

Cartilla 3: Agricultura y lógica de acumulación capitalista.

Cartilla 4: Luchas campesinas en El Salvador.

______. (varias fechas). Memorias de la Escuela Político Pedagógica Campesina. Fundación Promotora de Cooperativas: San Salvador.

Tomasino, Erick. (2012). Las tareas en los procesos de formación política. Red Alforja: San Salvador. https://drive.google.com/file/d/1JIcSEAfizcG6IZ0Gcebgqz7YOxuvmDQ7/view

Notas 

1Ver: Bickel, Ana. (2005).

2Serjus: Servicios Jurídicos y Sociales de Guatemala. Cencoph: Centro de Comunicación y Educación Popular de Honduras.

3También a la Comisión de acompañamiento territorial, vinculada a la lucha por la defensa de los ríos, las comunidades y el agua.

4Concejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe.

5Redlar: Red Latinoamericana de Afectados por Represas. MOVIAC: Movimiento de víctimas y afectados por el Cambio Climático.

6CNTC: Consejo Nacional de Trabajadores del Campo. MONARES: Moviminento Nacional de Afectados por Represas de El Salvador. FNA: Frente Nacional Agropecuario.

7Asecsa: Asociación de Servicios Comunitarios de Salud. Odesar: Organización para el Desarrollo Económico y Social para el área Urbana y Rural.

8Aún cuando entendemos que la formación debe ser parte de la estrategia de la organización/movimiento, desde esta experiencia, muy raras veces se llegó a vincular el proceso formativo de la escuela con la apuesta estratégica de las organizaciones participantes.