Imagen parcial del mural "A la lucha estudiantil" elaborado por Netómar. |
“Al estudiante universitario”: el mural como lugar de la memoria y el acontecimiento olvidado que lo inspiró
Por: Erick Tomasino.
El 29 de junio de 2023 se cumplieron 30 años de la destitución del entonces decano de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador (FMO-UES), un hecho histórico que marcó un punto de inflexión en la comunidad universitaria del occidente salvadoreño. Aquello quedaría registrado en un mural ubicado en la pared exterior del aula siete, conocida también como Aula de Dibujo.
Los murales además de su vistosidad y de acuerdo a su propósito pueden considerarse como lugares de la memoria, como registro de sucesos o figuras significativas merecedoras de recordar; sin embargo ese lugar de memoria no significa conciencia de lo que ese registro nos quiere contar. Por lo que es importante complementar con registros escritos sobre los motivos y circunstancias que llevaron a la elaboración de ellos.
Es por eso que con este texto me propongo hacer una breve descripción de lo que sucedió el 29 de junio de 1993 que llevó a la realización del mural dedicado al estudiante universitario y conceptualizar los murales como lugar de memoria.
29 de junio de 1993
Para contextualizar el evento referido hay que tomar en cuenta los cambios previos tanto a nivel de país como de la propia Universidad. En primer lugar recordemos que hacía poco más de un año, el 16 de enero de 1992, se habían firmado los Acuerdos de Paz entre el Gobierno de El Salvador (GOES) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), lo que significó cambios en la institucionalidad salvadoreña a todo nivel.
En el plano universitario, debido al incremento de la demanda estudiantil, a las diversas dificultades que ocasionaba el traslado a la Unidad Central desde Santa Ana y obedeciendo a los cambios estructurales de la Universidad, en el cual se contemplaba la descentralización y descongestionamiento de la Administración Académica Central, el Consejo Superior Universitario mediante el Acuerdo número 39-91-95-IX tomado en sesión ordinaria celebrada el día 4 de junio de 1992, aprueba el cambio de Centro Universitario de Occidente (CUO) por Facultad Multidisciplinaria de Occidente (FMO), estableciendo en dicho Acuerdo, un periodo transitorio de un año para la reestructuración organizacional de la Facultad. Este acuerdo proporcionó a la Facultad cierta autonomía en cuanto a lo académico y docente.
Respecto a la organización estudiantil, el cambio en la normativa también devino en cambios en la organización estudiantil al pasar la Sociedad de Estudiantes del Centro Universitario de Occidente (SECUO) a llamarse Asociación General de Estudiantes de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente (AGEFMO), cambio que se dio el 18 de junio de 1992, siendo desde entonces la AGEFMO la principal representación estudiantil.
Un año y pocos días después del cambio administrativo, el 29 de junio de 1993, el sector estudiantil de la FMO organizado en la AGEFMO, junto a personal docente y administrativo destituyeron al entonces decano por incumplir los acuerdos con los que había asumido el cargo. Siendo una de las gestas más importantes de la lucha estudiantil universitaria después de los Acuerdos de Paz firmados apenas hacia un poco más de un año.
Luis Parada, exdirigente estudiantil recuerda:
“Este acontecimiento tuvo que ver con la traición de un decano que se cambió en esa época para dirigir la Facultad, terminó haciendo de las suyas ignorando todas las propuestas que se habían hecho con sectores de la Facultad y haciendo su propia voluntad y no lo que se había acordado con él”.
El decano al que se refiere era el Licenciado Fuentes Rubio, docente y abogado del departamento de Ciencias Jurídicas de la FMO.
Los sucesos inician con la toma de la facultad, días antes, estudiantes y algunos docentes y administrativos, planearon las acciones que se realizarían en una reunión de asamblea de facultad que dirigiría Fuentes Rubio, el boicot a esa asamblea se combinó con la toma de la facultad a la que se fueron sumando todos los sectores universitarios. Así lo expresa el mismo Luis Parada:
“Entonces empezaron los sectores a organizarse, a reorganizarse, y nos tomamos toda la facultad, y cuando entró Fuentes Rubio a la facultad y convocó a una asamblea, llegamos los estudiantes en puño a interrumpirle su asamblea y bajamos, como no se callaba, ignorándonos, siguió con su discurso dirigiendo la reunión, entonces un estudiante, Aldo Sánchez, tomó la decisión de desconectarle los bafles para que ya no se oyera la voz de él, entonces entramos y nos sentamos en la mesa que el estaba dirigiendo y tuvo que salir e irse de la facultad y ya no volvió. Desde ese momento los estudiantes tomamos el control de la asamblea y tomamos acuerdos. A tal grado que el ya no volvió, se convocaron elecciones y se eligieron nuevas autoridades”.
Ese hecho es lo que inspira el mural denominado “A la lucha estudiantil”, es importante tomar en cuenta que varios miembros de la comunidad universitaria organizada, tenían fresca la experiencia de la organización popular durante el conflicto armado salvadoreño, la fuerza de aquella experiencia constituía un nivel de beligerancia bastante respetable acerca de los asuntos universitarios. Para ese entonces la organización estudiantil tenía como base a miembros de la Juventud Comunista, Proyección Estudiantil (influenciada por las FPL) y Alternativa (influenciada por el ERP), es decir que la base estudiantil de la Asociación que pertenecía a las sociedades por carrera con fines académicos, también contaba con experiencia en la militancia sociopolítica desde finales de la década del 80.
Para inmortalizar aquel acontecimiento, el artista Mario Ernesto Martínez «Netómar», pinto un mural al que denominó «A la lucha estudiantil».Aquel mural sería el principal y casi único registro. Ese mural constata el que quizá fue el primer gran triunfo de la organización estudiantil post acuerdos de paz, hecho que para esa generación se conoció como la «caída de Fuentes Rubio», el cual fue la acción de destitución y expulsión del decano después de intensas jornadas de lucha que culminaron el 29 de julio de 1993.
Murales como lugares de memoria
Por los motivos y su contenido, el mural A la lucha estudiantil puede considerarse como un lugar de memoria. Son lugares de memoria aquellos “lugares de elaboración de memoria, lugares simbólicos (banderas, himnos, símbolos de la patria o de la comunidad) o bien lugares en concreto (monumentos conmemorativos, museos y edificios patrimoniales). El lugar de memoria se convierte en el portavoz de una memoria ya existente. Es el lugar de manifestación de la voz del pasado, a veces restituido, a veces retenido.” (Michonneau, 1999:101). Estos lugares de memoria buscan hacer visibles hechos o figuras significativas del pasado (Piper, 2003). En este sentido, un mural no sirve sólo para “embellecer” o adornar un espacio sino que nos ayuda a recordar situaciones que merecen recordarse.
Si bien existen diversas formas de memoria y muchas de ellas producidas en la Universidad, como textos escritos, audiovisuales, imágenes, monumentos... son los murales los que más afines son al sector estudiantil al ser estas -al menos como yo las recuerdo- las formas “no oficiales” o “no institucionales” de hacer memoria desde el estudiantado organizado, precisamente por el uso del espacio público y su accesibilidad -cualquier pared puede albergar un mural o una pintada- y su registro es mayormente consultado si se compara al de un discurso o una actividad conmemorativa. Son accesibles por estar ubicados en espacios abiertos.
En cuanto al contenido, los murales suelen expresar acontecimientos de importancia nacional-popular como por ejemplo el levantamiento indígena encabezado por Anastasio Aquino en 1833, la matanza de 1932, las diferentes ocupaciones militares al Alma Mater (1972, 1980, 1989), el conflicto armado de la década del 80 u homenajes a figuras de trascendencia (dirigentes de la izquierda latinoamericana, ex-rectores, miembros de la comunidad universitaria asesinados o desaparecidos). Siendo el mural referido, el único que refleja una experiencia realizada exclusivamente en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente. Sea como sea, los murales son el producto de procesos de memoria colectiva
Los corridos y la memoria como relato
Pero el mural «A la lucha estudiantil» no sería el único producto de los acontecimientos del 29 de junio, hay uno menos conocido: En el contexto de aquella lucha, se compuso un corrido que narra lo sucedido; un docente, identificado como el ingeniero Uzquiano (ya fallecido) adaptó el corrido de Juan Charrasqueado. El corrido original fue escrito por Víctor Cordero Aurrecoechea y popularizado por intérpretes de la talla de Jorge Negrete o Antonio Aguilar. Sobre la base musical de este tema el Ing. Uzquiano adaptaría la letra:
«Voy a contarles un corrido muy mentado
de un licenciado que mandó en la Facultad
que por opresor, verticalista y por topado
los estudiantes lo tuvieron que sacar.
Se organizaron muchos grupos solidarios,
el administrativo no se quedó atrás
y el licenciado cabizbajo y rechazado
no tuvo de otra que irse de la Facultad...»
Consciente o no de esta particularidad del corrido, la adaptación que el Ingeniero Uzquiano hiciera de la canción «Juan Charrasqueado» sobre la expulsión del Decano, y cuya versión fuera bautizada de forma jocosa como «La corrida de Fuentes Rubio» es también un registro de memoria. Una parte de esta adaptación se puede en la grabación que Luis Parada hizo https://www.youtube.com/watch?v=L9jjvqqNhHU
Los corridos son un género de música originado en México a principios del siglo XIX y que se popularizaron durante la Revolución Mexicana que se llevó a cabo entre 1910 a 1920. Se caracterizan porque cuentan historias de personajes reales o ficticios, narran acontecimientos de determinado período histórico resultando como importantes documentos de los eventos que relatan. De tal manera que «La corrida de Fuentes Rubio» es un registro sonoro importante -tal como suele ser el propósito de cualquier corrido- que debería ser recuperado.
Escribir para no olvidar
Cada mural tiene su historia, aunque el trasfondo de ellas suela estar en el olvido, es importante recuperarlas y registrarlas en otros dispositivos. Por su particularidad los murales son susceptibles a ser borrados, tanto por las inclemencias del tiempo, por su descuido, como también por decisión de desaparecerlos en nombre del olvido o por la “modernización” en los edificios, aun con promesas de “hacer otro más vergón”. Asumiendo esto es necesario su preservación y registro de su proceso de elaboración.
Por otra parte, siendo el mural un lugar de memoria y registro de un hecho histórico que se va degradando con el tiempo, es importante recuperar los testimonios sobre los hechos del 29 de junio de 1993, así como otras luchas importantes de la comunidad estudiantil organizada, contar con registros para que esas experiencias no queden en el olvido y en el que las narrativas puedan trascender en el tiempo, recordando el papel del estudiantado en la transformación social también en los ámbitos inmediatos, pues:
«La memoria tiene a la vez el potencial de fijación y subversión, constituyendo, por tanto, un espacio privilegiado para entender los procesos de disputa y construcción hegemónica de versiones del pasado, las identidades en juego y los intentos de elaboración de hechos violentos. Al mismo tiempo permite visualizar las condiciones de una política del recuerdo, entendida como la articulación de voluntades que genera condiciones de posibilidad para la construcción de saberes, afectos e identidades sobre el pasado y que están siempre abiertas a re-significación (Piper, 2009)». -Citado en Piper (2003).
En lo académico, sería interesante elaborar una propuesta de reconstrucción de memorias colectivas como eje temático y que por ejemplo se pueda desarrollar desde la sección de Psicología aplicable en asignaturas como Psicología Social, Salud Mental Comunitaria o desde las Metodologías de la Investigación.
Finalmente hay que afirmar que la construcción de lugares de memoria es necesaria, los murales como tal son susceptibles al abandono o a ser ignorados, a desgastarse por descuido o a su destrucción con interés a olvidar del porqué se hicieron, por lo que estos deben estar complementados con otras formas del recuerdo.
Referencias:
Michonneau, Stephane. (1999). Políticas de Memoria en Barcelona al final del siglo XIX.
Barcelona: Ayer. Disponible en https://revistaayer.com/sites/default/files/articulos/35-4-ayer35_Espana_NaciondeNaciones_GarciaRovira.pdf
Parada, Luis. Exdirigente estudiantil. Comunicación personal. 7 de julio de 2023.
Piper, Isabel; Fernández-Droguett; Roberto, Íñiguez-Rueda, Lupicionioi. (2013). Psicología social de la memoria: espacios y políticas del recuerdo. Chile. Psycké.
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