La Montañona y la historia desprotegida
La semana estaba apta para darse un viaje
hacia la montaña. Los miles de “veraneantes” que aprovechan la época de
vacaciones suelen buscar refugio en las playas, lagos y ríos. Por ello optar a
la inversa siempre suele dar sus satisfacciones.
Es así que luego de un refrescante baño en el
rio Sumpul decidimos explorar las alturas que nos sugería La Montañona en el departamento
de Chalatenango, sitio histórico y de bello paisaje que nos dejó emocionados.
Yo había ido hacía unos siete años y me prometí
volver, en aquel momento lo hice por cuestiones de trabajo y conocí poco todo lo
que ese territorio ofrece; esta vez tuve la oportunidad de conocerlo más a
profundidad y sobre todo con la buena guía de Don César quien, además de
mostrarnos las veredas y caminos nos hizo todo un recorrido anecdótico de aquel
territorio testigo mudo de la historia de este país.
Lo primero que lo atrae a uno es la campana
ubicada a las afueras de la escuela, una bomba de 500 libras que por azares del
destino no explotó y que ahora adorna la parte céntrica de la comunidad,
elemento que nos recuerda lo cruento que fueron los ataques del ejército contra
la población.
Luego de subir hacia donde se encontraba uno
de los campamentos más importantes de la guerrilla y percibir la creatividad de
un pueblo que en circunstancias tan difíciles logró sobrevivir y sostener esa
posición durante todo el conflicto es para sentirse –como diría Don César- “orgulloso”.
Entrar en los “tatús” donde se ubicaba una sala de emergencias (“el hospitalito”)
así como el que mantenía en operaciones la Radio Farabundo Martí (Para leer la historia de la Radio Farabundo Martí hacer clic aqui ), la cocina, “la
planta” y otras. Caminar por el campamento e imaginarse aquellos días y
aquellas personas que dieron su vida por un ideal es un proceso de aprendizaje “en
el campo”.
Sin embargo, aquel territorio que se mantuvo
intocable por mucho tiempo, es ahora una montaña casi en el olvido, porque si
bien es cierto aún se respiran los aires de aquel período, es también evidente
el abandono y descuido en el que se encuentra. Los habitantes de la comunidad
apenas pueden recibir a sus visitantes, muchos de los cuales llegan dejar sus
huellas de la ciudad: basuras por montones arrojadas por el suelo, tala
indiscriminada de bellos árboles de pino, marcas de sus nombres en los tatús
que defendieron tantas vidas. Y más aún: la compra de parcelas por
inversionistas que quieren aprovechar el paisaje natural para construir
instalaciones que nada tienen que ver con la heroica historia de La Montañona.
Es por ello que aquel paisaje tan hermoso y
aleccionador, también deja un sabor agrio al pensar que toda aquella historia
puede ser –como el bosque- deforestada y desprotegida. Me imagino que sería
interesante y necesario, hacer un proceso de recuperación de La Montañona no sólo
como un bosque alejado, sino como un proceso de recuperación de la historia del
país. Quizá algún día se haga. Quizá.