CRÓNICA DE UNA EMERGENCIA (II)
Erick Tomasino.
Llegamos
a la unidad de emergencias del Hospital de Ahuachapán. Quizá como era 15 de septiembre
no había mucha gente o quizá era un hospital que no suele estar saturado como
otros de la red de hospitales públicos.
Colocaron
a mi abuela en una camilla y nos preguntaron qué había pasado. Les dije que se
había caído e inmediatamente la atendieron, hasta ahí todo bien. Me llamaron
hacia un mostrador para que diera los datos y alcancé a ver que el diagnóstico
previo era lo que sospechaba: “fractura de cadera”, así también noté cómo la
enfermera marcó en la ficha que el nivel de emergencia era amarillo.
Luego
me pidieron que fuera hacia archivo para registrar a mi abuela y sacar la
tarjeta de visita. Entonces la van a ingresar deduje. Como no sabía dónde
quedaba, una enfermera me dijo que siguiera la línea de color… no me acuerdo
qué color, pero la seguí y di cabal. No había nadie. Espere un par de minutos y
se acercó un chico para atenderme. Levantó los datos y ya. Que al suave este
hospital, me dije.
Volví
hacia emergencias y ya había un poco más de gente. A mi abuela la habían puesto
a un ladito para que no interrumpiera las emergencias que iban llegando. El que
más llamaba la atención era el de un niño de doce años con fractura de peroné,
que le había ocurrido por querer alcanzar su instrumento musical –el que
tocaría en los desfiles- en un sitio que debido a las torrenciales lluvias
estaba liso. El pobre gritaba hasta más no poder.
Nos
tocaba esperar pues logré leer en un cartel que la atención dependía del nivel
de emergencia: nivel rojo la atención tarda entre 0 a 10 minutos; el nivel
amarillo entre una a dos horas. Así que me dije que estaríamos ahí por lo menos
unas dos horas.
Luego
llega alguien y me dice que lleve a mi abuela a Rayos X para que le hagan las
radiografías, me le quedo viendo un tanto sorprendido, otra enfermera entonces
le dice a otra enfermera que la llevemos, a ello se sumó un chico de la
limpieza, así se iba poniendo un poco extraño aquello.
Llegamos
a Rayos X y preguntan quién iba acompañando a la señora, les dije que yo, me
preguntaron de nuevo qué le había pasado, repetí lo que había dicho antes. Hay que
ponerla en este sitio para hacerle la radiografía. La enfermera me preguntó si
la podía “chiniar” la miro sorprendido y le digo que no lo puedo hacer, que
está fracturada, que la que debía saber cómo movilizar a una paciente de 88
años con fractura de cadera era ella. Todo mundo se quedó mirando. Tuve que
describirles cómo lo habían hecho los de la unidad de emergencias que nos
habían llevado en la ambulancia. Así hicimos.
Volvimos
esta vez a otra unidad para que le leyeran las radiografías. Tuvimos que
esperar varios minutos. Una de las enfermeras nos ofreció desayuno. Ni mi
abuela ni yo desayunamos, pero se lo agradecimos. Después aparece el chico de
la fractura en el peroné dando gritos de dolor. Lo atendieron antes, estaba
bien, se veía que era más urgente. Al final la doctora ve a mi abuela y
confirma lo sospechado. Será necesario ingresarla, me piden que la lleve a otro
lugar para hacerle un electrocardiograma. La llevo no sin antes recibir un
regaño por no saber exactamente donde estaba, ahí pensé que mucho del personal
actúa como si uno conociera o debería conocer todos los procedimientos y ubicación
de los sitios.
Me
mandan a por un medicamento a la farmacia del hospital, llego y no había nadie
haciendo fila, la señora de la farmacia me dijo que me sentara y que esperara. No
sé para qué, si sólo llegaba por un medicamento. Minutos después llega una
enfermera y me pregunta si ya me atendieron, le digo que no, me toma la receta
y empieza a pedirle a la de la farmacia que por favor le atendiera, tuvo que
llegar otra enfermera para pedirle encarecidamente que nos despachara. Y yo me
dije ¡esto es en serio!
Volvimos
y ya mi abuela estaba en dirección a la sala de cirugía mujeres donde hasta hoy
está ingresada. La colocan en una cama y yo me quedo ahí acompañándola un rato
y a esperar si alguien me informa de qué es lo que va proceder. No se acercó
nadie. De pronto una enfermera se aparece y grita en toda la sala “¿cuántos
años tiene esa viejita?” le respondo que 88. “Hay no, esa viejita ya no aguanta
una operación. A nosotros la semana pasada se nos murió una porque no aguantó. Esta
señora se va morir si la operan.” Las otras mujeres en la sala me vuelven a
ver. Y yo le digo –también en vos alta para que se escuche en toda la sala- que
eso lo deberían saber los médicos, que para eso la hemos llevado al hospital.
Al
final me dijo que no podía estar ahí. Que en esa sala sólo podía haber “hembras”,
porque era una sala de “hembras” y que debía de haber una “hembra” que la
cuidara porque ellas no daban abasto con todas las “enfermitas”. Me dieron
ganas de decir algo, pero se me quebró la voz, luego pensé que habría sido
importante pedirle su nombre y denunciarla por ese tipo de trato y comentarios
contra pacientes. Pero mi abuela me pidió que me fuera y esperara llegar con el
resto de la familia.
A
la salida quise ver si en las salas de hombres, sólo habían “machos cuidando
machos” o si ahí sí estaba permitido que “hembras” cuidaran a los “machos”…