El milagro de León
Erick Tomasino.
Corría el año de 2013. Debido a una mezcla de
internacionalismo y de frustración me fui a Nicaragua a vivir mi aventura “revolucionaria”,
dejé las pocas cosas que tenía en casa de mi amiga Silvia y con una mochila tomé mi viaje
que pensé sería por mucho tiempo. Pero no fue así.
Al llegar a aquel país, me di cuenta que no
me necesitaban pese a mis habilidades, estuve mucho tiempo buscando qué podía
proponerle a un país que llevaba años preparando a sus jóvenes para saber
actuar en cada coyuntura, es así que me la pasaba horas leyendo esperando a que
alguien se apiadara de mí. No encontraba (ni buscaba) trabajo remunerado y los
días corrían diciéndome que a lo mejor no había sido la mejor decisión.
Un día, la organización que me había acogido
decidió enviarme de misión a la ciudad de León, ahí fui con mi amigo Ramiro
quien es originario de aquel lugar, es así que después de cumplir nuestra
agenda decidimos quedarnos por la noche para salir pasear y conocer un poco más.
La noche era normal, me frustraba no tener
nada de dinero para poder tomar algo y hurgar por la vida nocturna de aquella
ciudad tranquila, pero con Ramiro y unos amigos de él nos fuimos a un bar,
tomamos algo y nadie nos paraba bola, estábamos sin dinero y con ganas de
beber, nos veíamos las caras pensando que sólo un milagro podía salvar la
noche. Sentados en una acera uno de los chicos decidió entrar a un casino, a mí
me molestó pues sentía que perdíamos el tiempo en aquel local, los minutos
pasaban y nos estábamos acabando las pocas monedas que teníamos. Luego, pese a
mis rabietas, sucedió que en la máquina que jugaba se dio la indicación que había
ganado varios cientos de córdobas.
Con aquel premio nos fuimos a un bar y como
parecía que ya se había extendido el rumor, nos ofrecieron la zona VIP del
lugar. En ese espacio nos juntamos con varias personas (creo que hasta había
uno que juega en las ligas mayores del béisbol gringo) y todo mundo armando la
fiesta.
Pero yo no me ubicaba aún, es así que a
Ramiro se le ocurrió decirles a las personas presentes que yo era miembro de un
grupo llamado La Cuneta Son Machine; yo jamás había escuchado aquel grupo, pero
muchas personas, al principio con duda y luego diciendo “por si acaso” se me
acercaron, me pidieron tomarme fotos con ellos y que les firmara autógrafos,
eso me permitió ser objeto de invitaciones a rones y cervezas hasta altas horas
de la noche. El chico se acabó todo el dinero ganado en el casino y a mí se me
fue cayendo la fama fortuita hasta que nos sacaron del bar y terminamos tomando
en una gasolinera. Hasta que nos fuimos a casa para poder regresar a Managua
¡ya ese nuevo día!
Y por si tampoco había escuchado a La Cuneta Son Machine, les dejo una muestra:
Se nota que te la pasás bien cantando flaco. Te queda chilero el sombrero ;)
ResponderEliminarJajaja, puesí, hay que disfrutar cuando se puede.
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