CRÓNICA
DE UNA EMERGENCIA (I)
Erick Tomasino.
Mi abuela se cayó del
sofá. Escuché su grito y sus quejas de dolor. Como pude la llevé hacia la cama
para acostarla y le sugerí que no se moviera. En un principio creí o quería
creer que sólo se trataba de un dolor sin complicaciones. Una hora después ella
me dijo que le dolía mucho y cuando la vi, tenía inflamado la parte izquierda
de la cadera. Mierda, esto puede ser una fractura me dije. Entonces pensé que
lo mejor sería llevarla al hospital, pero pensando en la posible fractura, lo
mejor sería llevarla en una ambulancia. Ahí fue donde me acordé que cuando mi
madre estuvo muy enferma traté de elaborar una guía de números de emergencia
que nunca logré hacer.
Le llamé a mi amigo Luis
para ver si él me podía ayudar. Obviamente se preocupó. A los pocos minutos me
devolvió la llamada diciendo que se había comunicado con el 911, pero que si yo
lo podía hacer también que lo hiciera. Mientras él se encargaba de buscar
números telefónicos de otras instituciones que atienden emergencias.
Llamé al 911 [si, buenas
quería saber si me pueden enviar una ambulancia] el “quería saber” me pareció
una mala frase, de duda, tendría que haber iniciado con un “necesito una
ambulancia urgente” eso podría haber sido más enfático. En fin, al chico que me
atendió le di los detalles, me dijo que enviarían una unidad para atender la
emergencia y verificar si era necesario el traslado hacia el hospital, me
indicó que mi abuela no se movilizara para no afectarse más y que esperara
fuera de casa para que la unidad supiera el punto exacto donde debían llegar,
le pregunté que cuánto se tardaría, me dijo que eso dependía de la disponibilidad de la zona, yo le dije
entonces que no se deberían tardar mucho pues la zona es muy accesible, él me
dijo que bueno, que no sabía cuánto podían tardar para atender esa “emergencia”.
Mi abuela seguía
quejándose del dolor, le sugerí que se tranquilizara un poco (esas cosas que se
dicen sin saber realmente qué decir) que la ambulancia estaba por llegar y
pronto llegaríamos al hospital para que la atendieran. Salí de casa a esperar a
la ‘unidad’ con lámpara en mano, pues es una zona rural con poca iluminación. Eran
como las ocho de la noche. Todo aquello estaba ‘silencio’ como dicen pero me
sentía vulnerable. Cuarenta minutos después me llama Luis preguntando si ya
había solucionado, aún estoy esperando a los del 911. Te doy otros números de
teléfono. Pues no sé si es conveniente llamar. Te los dejo. Los anoté. Ya casi
a la hora de haber llamado al 911 les volvía a llamar, esta vez me atendió una
chica, le dije que hacía casi una hora había llamado para solicitar una
ambulancia pero no había llegado, me preguntó en qué departamento estaba,
¿departamento? Pues Ahuachapán ((sonido de tecleado)) pues aquí solo tengo una
llamada del barrio… no, no, no es en la ciudad de Ahuachapán, es el departamento
y le dije la dirección exacta. Ah sí, es en el cantón Izcaquilillo, si, si…
pues se ha borrado de la pantalla… pero si hace una hora llamé y me dijeron que
enviarían una ambulancia. A ese sitio no llegan ambulancias lo que le iban a
enviar es una unidad de la policía [y yo para qué quiero una unidad de policía]
bueno, manden lo que puedan, pero es que ya se borró su solicitud, si quiere le
vuelvo a levantar los datos a ver si le enviamos una unidad. No, sabe qué, voy
a resolver de otro modo, en todo caso quiero que quede registrado que esta no
ha sido una llamada de falsa alarm… ((sonido de corte de la llamada)) qué
curioso, hasta los del 911 me cortan las llamadas.
Voy ver el otro número de
una institución encargada de atender emergencias. Llamo y de inmediato me
contestan. Les digo que necesito una ambulancia pues mi abuela de 88 años se
cayó y sospecho que se ha fracturado. Está bien, de donde nos llama. Les digo
la dirección y me dicen que ellos no pueden atender la emergencia pues son los
de Santa Ana, pero que me podía referir a los de Ahuachapán. Le digo que si
puede referirme a los de Chalchuapa que están más cerca. Me dijo que me podía
referir a los dos. El ‘referir’ significaba que me dictaba los números de sus
oficinas en las dos ciudades mencionadas. Las anoté. Llamo a Chalchuapa. No contestan.
Vuelvo a llamar –a todo esto ya han pasado casi tres horas de que mi abuela se
ha caído- intento de nuevo, nada. Ni modo, llamo a los de Ahuachapán. Nada. De nuevo.
Nada. ¡Puta!
Mi abuela me dice que ya
no intente. Que mejor nos tranquilicemos –ella como siempre un poco más serena
que yo- que al siguiente día lo resolvíamos. Le repetí que no se moviera, que
tendría que quedarse en esa posición toda la noche. Así lo hizo aunque pasó
quejándose del dolor. A las cinco de la mañana me levanté e intenté llamar de
nuevo para que enviaran una ambulancia. En ningún lado me contestaban. Pensé que
estaban más preocupados por atender a la gente que asoleada disfrutaba de los
desfiles del 15 de septiembre. A las siete de la mañana por fin me atendieron
de la unidad de Ahuachapán.
Si, buenas, necesito una
ambulancia… a qué horas fue que se cayó. Anoche a las siete de la noche, pero
he estado intentando comunicarme y hasta hoy me atienden. Sí, es que anoche por
las lluvias se nos había cortado la comunicación telefónica… en fin, me dicen
que en unos cinco o diez minutos estarían, pero que tendría que esperar afuera
para ubicar el punto exacto. Se tardaron casi veinte minutos y ya eso me
pareció rápido. Llevamos en una camilla a mi abuela y nos subimos a la
ambulancia.
¿Nos pueden llevar al
hospital de Chalchuapa? No, porque somos los de Ahuachapán y no tenemos
permitido trasladarlos hacia allá pues es otro departamento. Pero qué loco, si
es más cerca, sí, pero es una división distrital. Mi abuela gritando, llévenme
donde sea que no aguanto el dolor. Ni modo pues vamos a Ahuachapán. Y hacia el
hospital de esa ciudad nos dirigimos…
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