Erick Barrera Tomasino
“De dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo: De la derecha cuando es diestra, de la izquierda cuando es siniestra” nos advertía tajante el escritor uruguayo Mario Benedetti, como si de una profecía se tratara, en estos tiempos de indignación desorganizada. Tiempos siniestros donde la derecha hace y pocas veces la izquierda lo deshace, sino más bien lo repite o lo reconstruye.
¿En qué momentos confluyen, se entrecruzan, se confunden por los laterales de la política y de la ideología ambos extremos? ¿Estamos al borde de la bipolaridad o de tanto ver, dejar hacer, dejar pasar, nos estamos volviendo viscos que ya no distinguimos una de la otra? ¿Son estos tiempos sin vaivenes, sin nortes y sin sures en uno de los más pequeños y diminutos de los países de las Américas? Este país que parece manicomio con dos puertas, una limitando con Guatemala y la otra con Honduras, donde la única salida es volverse un pequeño espacio sociocomunitario donde todo se revuelca y se entremezcla.
No hay nada, o casi nada, que pase desapercibido. Eso, si los grandes medios de entretenimiento, no distraen a un población avezada en las agudas artes de irse siempre, o casi siempre, a los extremos. Por ello no es de extrañarse, que en un país, de aproximadamente seis millones de habitantes en 21.04 kilómetros; es decir, de una densidad de población de 290 habitantes por kilómetro cuadrado, la izquierda se suela topar con la derecha y de vez en cuando se estrechen la mano y se pelen los dientes.
Demasiada población como para no enterarse lo que sucede alrededor, o precisamente por eso, para desentenderse de lo que pasa más allá de las narices, tan chatas de tanto golpe y tropiezo que ya casi nada interesa o sorprende. Aquí, donde la cumbia se baila como si fuera propia, al igual que los viejos manuales de la DIALMAT, la política mueve montañas de opinión sin saber su origen.
Bajo este enredado panorama, los corredores de la política, de la política de izquierda, se preguntan cual es la opción, si es que la hay, para tomar la senda de la libertad. Quienes se cayeron con el muro en el 89, quienes además de deponer las armas, también depusieron sus principios, inmediatamente se dan un tiro en la cabeza y en las cabezas de quien se deje, anunciando el fin de la izquierda. Y confunden sus manos y sus plumas con las plumas y manos y chequeras de quienes siguen creyendo en la libre empresa.
Es que la historia reciente de este pequeño y despeinado paisito acostumbra a pensar en partidos para elecciones y cuando se piensa en partidos de izquierda se asocie automáticamente con el FMLN. Y quienes no quieren ver al FMLN como el partido de la izquierda renueven sus votos de castidad ideológica fundando partidos que corren y mueren en cada elección por la competencia de los votos.
¿Que quedó del viejo Lenin cuando definía al partido político como la “forma superior de organización” si aquí ni las formas inferiores son bien vistas por carecer de democracia? Como si la democracia se restringiera a meter a todo el mundo a la ensaladera de la nación sin diferencias y con voces pagadas y apagadas dependiendo del destino que cada uno traiga.
¿En qué momento aprendimos que si bien, los partidos se constituyen como formas superiores de organización, el imaginario colectivo no supere la visión de una estructura a partir de sus dirigencias -y diligencias- más visibles y no a partir de la composición orgánica de toda su militancia?
Suena casi aterrador, casi apocalíptico que posterior a las últimas elecciones, se escuchen diversas voces decretando el fin del FMLN, como si una reducción en los votos es el síntoma único del debilitamiento de un partido. Esto bajo una clara visión lineal y positivista de la política. Como si la política fuese una empresa que mide la ganancia a partir de los votos y no el avance en la construcción de un proyecto político a partir de sus acciones.
Es culpa de la cúpula gritan las cúpulas sin base de los adalides de la izquierda. Contradictoriamente, los sectores que se llaman de más radicales, coinciden en este punto con las voces de la burguesía también radicales pero a la inversa. En este último periodo, estas organizaciones han colocado como pauta única, demostrar como el FMLN se ha “derechizado” que no es lo mismo que “enderezado”; “neoliberalizado”, asumiendo que ya alguna vez se habría “liberalizado”. Pero que por ningún lado se discuta -por no decir- se realice un combate frontal al capitalismo.
Luego anuncian ser la verdadera izquierda que por atacar a la izquierda electorera, falsa izquierda, se presentarán como surda opción a… las próximas elecciones. Y llaman al FMLN, partido que por buenos ratos peca de una sordera programada, partido político electorero, para distanciarse de este cuando entren ellos al juego electoral. Que por ser estos verdaderos referentes de izquierda ya no serán procesos electoreros, sino procesos políticos, en dialéctica confusión.
Hace unos años lo que podría constituirse como un periodo de acumulación de fuerzas, más bien se volvió un periodo de desencanto generalizado y de confusión intrincada. Las tesis de Fukuyama van y vienen en cada elección según los resultados que estas dejen. Muestra de que en general existe una crisis “teórica, programática y orgánica” de este incompleto abanico de las izquierdas salvadoreñas.
“Uno de los grandes objetivos de las negociaciones de paz entre el FMLN y el entonces Gobierno de El Salvador, para poner fin al conflicto gobierno armado, fue el de abrir un proceso de democratización, que dejara atrás las décadas de dictadura, violaciones a los derechos humanos y fraudes electorales” decía Schafik Handal allá por el año 2004. Y que en 2012 aparenta ser superado por el entusiasmo burgués de la democracia de las elecciones sin programas y sin basamento teórico.
Hay que ser más participativos se le exige a la izquierda, en nombre de la “democracia”, para hacer de los espacios de toma de decisiones una especie de ring donde se tiran los cabellos mal peinados de las ideologías. Que en el catálogo de pelos salvadoreños estos varían según las modas, pues vivimos en un país de la América Central, que por su ubicación solo la ve pasar de cuando van del norte al sur y viceversa como a los azacuanes en cambio de temporada. Sino preguntémosle al presidente que tiene atadas sus estacas en ambos hemisferios y el cuello torcido de tanto meneo.
Parece un melodrama esto de las izquierdas. Cada vez que una comete un error, las demás se distancian y le reprochan; pero no si bien hay una pequeña grieta por donde entrar, estas bailan a ritmo de las alianzas tácticas y momentáneas. Se le mueven las coyunturas como a toda una chuca cuta en pleno carnaval. Una izquierda que se topa sin saludar aunque se pelen los dientes.
La crisis también retoca el estado de ánimo de las izquierdas; así que cuidado a las tentativas de crear un nuevo partido en plena crisis, pues en plena crisis nacerán. Y estaremos en cada elección desarmándonos por siniestras razones. Y –ojalá que no- también menos siniestras y más diestras peleando por los derechos reservados de representar a la izquierda en el juego electoral.
Publicado originalmente en: http://antesdatempestade.wordpress.com/2012/04/18/tiempos-siniestros-la-izquierda-salvadorena/
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