lunes, 5 de noviembre de 2012

Fiesta Menguante

Foto: EBT

Suena el piano. Entona notas que evocan angustia, tristeza, amargura, llanto. El piano suena. El piano ensordece. El piano calla. Solo hay silencio. Silba el teléfono con gemido monótono, desesperante, fastidioso, una y otra vez, suena un sinfín de veces. Suena, se calla. Nadie contesta. Y el silencio asoma de nuevo por la oscuridad con su sonrisa de niño explorador jugando a ser psicópata, ríe y danza en la más remota esquina de la tiniebla.

El silencio se parece a la muerte. El silencio es la muerte. Silencio y muerte una sola cosa, una cosa indescriptible, que va recorriendo al pasividad de la noche. Silencio, muerte y noche. Qué festín tan grotesco se ha preparado para reunir a estas tres figuras. Silencio. Noche. Muerte. Y la ventisca sopla con aires de magnificencia por la grieta de la puerta desplazada.

Nadie en absoluto se atreve a cerrar y el viento comparte un espacio al cual no ha sido citado. Se invita con furia, empujando el telón de madera sin preguntar por nada ni por nadie y se estanca bajo el candelabro que se ejercita en el techo; mientras el silencio, la muerte, la noche se entremezclan formando un abanico que convida al viento a sumarse a la celebración. Viento. Muerte. Noche. Silencio.

Los cuatro jinetes se unen en un abrazo de lealtad. Cuatro inseparables compañeros que si bien presentan rostros distintos, en esta reunión se han entremezclado convirtiéndose en una masa cuasi uniforme. Se mueven en sintonía de la música oculta que gime el silencio y los redobles susurrantes que impone el viento con galantería nocturna, al compás de los siniestros ojos de la muerte, en un baile un poco parecido a la decadencia y al glamur.

Pasa el tiempo con sus mancillas girando discretamente, tanto que asomándose a la ventana la noche se despide con la claridad de la madrugada, que penetra en la grieta de la puerta estampada de moho y humedad. Se va la noche, se despide en shock nauseabundo. La muerte el silencio el viento corresponden con ademán poco convincente; mientras que el cantar de los pájaros ahogan en trinos desesperados lo poco que había de paz; advirtiendo que es hora para que se marche el silencio, tan pronto como la luz ha penetrado; cerrando toda posibilidad de aire y asfixiando la voluntad del viento que no encuentra su espacio vital; desvaneciéndose lentamente, pausadamente, en marcial sigilo. Mientras el silencio y la noche abandonan con marcha fúnebre la habitación clandestina.

No estarán más la noche ni el silencio ni el viento, cuando en la esperada luminosidad se encuentre el cuerpo de un hombre con señales de fenecida frialdad.

Es aquí donde la muerte se percata de su soledad y decide también seguir las huellas de sus camaradas. Silencio. Noche. Viento. Claridad. Ruido. Calma. Y la muerte escapa sonriente llevando a cuestas la mejor porción del festín. Mientras el cuerpo inerte los espera con sutil ansiedad decidido a aparecerse ante sus invitados.

Suena una campana, la misa va comenzar.

14 de mayo de 2003.

Erick Barrera Tomasino
-Breviario- 

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