Estoy algo jodido. Sé que ella
me dirá eso. “Estas bien jodido” –me dice-. Y yo solo sostengo la mesa con mis
dos manos. Es la noche –le sugiero-. Hacerme venir acá y no poder avasallarme a
tus labios es triste. También me dirá que estoy carente de carnes. “Estás
demasiado flaco” –remata peyorativa-. Tengo el cuerpo lo suficientemente básico
para sobrevivir ¿quieres verlo? le animo con un dejo de desesperanza y ella se
disculpa para ir a saludar al resto.
Aquí lo común es hablar de lo
que uno no sabe. Decir sandeces y pronunciar nombres desconocidos. Yo los sé
todos por eso no puedo disimular. Ellos lo saben y por ese temen acercarse a mí.
En verdad no los sé, pero disimulo. Ellos no lo saben pero temen acercarse a mí.
“Que ondas viejo” –grita uno desde el otro extremo. Al suave, le respondo desde
otra dimensión. Nunca me ha gustado estar en el mismo puesto de ellos.
¿Porque viniste? se preguntará
alguno de ustedes. ¿Qué porqué vine? le respondería a alguno de ustedes que
haya tratado de preguntarme. ¡Sóquenla! se me ocurre después, pero eso no se lo
diría a nadie. En verdad vine por ella quien a veces me hace creer que la brama
viene acompañada de noches de luna y de canciones bohemias. “Y no es la primera
vez” -interrumpirá ella- que sabe que me trae con las ganas empalmadas de truculenta
lujuria.
Y aun no sabe que hemos tenido
infinidad de noches apasionadas en cada sueño suspendido por la disnea paroxística.
Por eso he evitado fumar. Por eso se me ve más melancólico y es grave porque en
realidad soy flemático. “Al suave” -dirá alguien que pasa sin ser convidado-. Por
eso he venido hasta acá para verla aunque no es la primera vez que crea que por
fin mezclaremos nuestras pieles como un enredo de yuca o de buñuelos en miel.
Pero
también vine porque es miércoles, los miércoles son dignos para hablar mierdas.
Ellos leen sus poemas y el resto aplaude como una lección japonesa para hacer
tortillas. Me toca a mí y percato que no traje lo que había preparado. “Estás
bien jodido” –asevera el tipo que suele presentarlos a todos. Al suave, intento
tranquilizarlo. Subo como un ganador del premio al mejor actor y como ellos, pero
sin leer, les distraigo contándoles mis mierdas. “Miérdoles la poesía” -grita
alguien que ya está en otro estado etílico-. “Y no es la primera vez” –se lamentará
ella mientras se marcha sin despedirse nuevamente.
Erick Tomasino
-Palabras comunes y sencillas-
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