Literatos y
"bohême" artística. Hay
que observar que en Italia el concepto de cultura es
estrechamente libresco: las revistas literarias se ocupan de
libros o de los que escriben libros. Nunca se leen artículos
sobre impresiones de la vida colectiva, sobre los modos de
pensar, sobre los "signos de la época", sobre las
modificaciones que ocurren en las costumbres, etc.
Diferencia entre la literatura italiana y las
demás. En Italia no hay memorialistas, y son escasos los
biógrafos y los autobiógrafos. Falta interés por el hombre
vivo, por la vida vivida. (Las Cose viste, de Ugo Ojetti,
¿son esa gran obra maestra de la que se empezó a hablar desde
que Ojetti fue director del Corriere Della Sera, o sea,
del organismo literario que mejor paga a los escritores y más
fama les da? También en las Cose viste se habla
especialmente de escritores, al menos en lo que yo leí hace
años.) Esa es otra señal de la separación entre los
intelectuales italianos y la realidad popular-nacional.
Sobre los intelectuales, una observación de
Prezzolini * escrita en 1920: "Entre nosotros el intelectual
pretende ser parásito. Se considera como pajarillo nacido para
jaula de oro, al que hay que mantener con amasijo de pan y
granitos de mijo. El desprecio que aún se siente por todo lo que
se parezca al trabajo y las caricias que se prodigan
constantemente a la concepción romántica de una musa que hay
que esperar del cielo, como la Pitia esperaba sus éxtasis, son
síntomas más bien hediondos de podredumbre interna. Hace falta
que los intelectuales comprendan que los buenos tiempos propios
de esas mascaradas tan poco interesantes han pasado ya. Dentro de
algunos años no estará ya permitido el estar enfermos de
literatura ni el ser inútiles".
Los intelectuales entienden la literatura como
una "profesión" independiente que debería "rendir" incluso
cuando en lo inmediato no se produce nada, y que tendría que dar
derecho a pensión. Pero ¿quién decide que fulano es
verdaderamente un "literato" y que la sociedad puede
mantenerle, a la espera de una "obra maestra"? El literato
reivindica el derecho a estar ocioso (otium et non negotium),
de viajar, de fantasear, sin preocupaciones de carácter
económico. Este modo de pensar está vinculado con el mecenazgo
de las cortes, pero mal interpretado, por lo demás, porque los
grandes literatos del Renacimiento, además de escribir,
trabajaban de un modo u otro (hasta el Ariosto, literato por
excelencia, tenía responsabilidades administrativas y
políticas): es una imagen del literato del Renacimiento falsa y
errónea. Hoy el literato es profesor, o periodista, o simple
literato (en el sentido de que, si es funcionario, tiende a
convertirse en eso, etc.). Puede decirse que la "literatura" es
una función social, pero que los literatos, individualmente
tomados, no son necesarios para esa función, aunque ello resulte
paradójico. Pues es verdad, en el sentido de que, mientras las
demás profesiones son colectivas y la función social se
descompone en las individuales, eso no ocurre con la literatura.
El problema es el
"aprendizaje": pero, ¿se
puede hablar de "aprendizaje" artístico-literario? La función
intelectual no puede separarse del trabajo productivo en general,
ni siquiera para los artistas, sino cuando éstos han demostrado
que son de verdad "artísticamente" productivos. No es eso lo
que perjudicará al "arte" --sino que tal vez, incluso, lo
beneficiará--: le perjudicará sólo la bohême artística, y
aquello otro no será un mal, sino al contrario. (C. VIII; L.V.N.
65-66.).
Antonio Gramsci
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