La Casa Tomada del
Centro
Erick Tomasino.
Fue por invitación del Colectivo Areíto ArteAcción que conocí la Casa Tomada del Centro. No tenía idea de lo que se
trataba, pero ya con el nombre me sentí interesado. Dando vueltas por el centro
de San Salvador encontramos un espacio que desde el inicio mostraba su mística:
una pequeña librería de usados nos daba la bienvenida, el fraterno “pase
adelante” era el pasaporte a la confianza de quien abre su casa para mostrarte sus
intimidades, el entrar y salir de jóvenes –artistas o no- le impregnaba esa dinámica
de quienes viven llenos de ideales y buscan las formas de expresarlos.
La invitación fue girada por el Colectivo “Viaje
de la Serpiente”, un grupo de chilenos/as que viajaban por toda Latinoamérica para
compartir sus experiencias de teatro y aprender de otros colectivos. Al
principio no sabía qué hacía en aquel espacio pues en la ronda de
presentaciones, como no tenía nada que responder, inventé que era escritor. Pude
no haberlo dicho pues lo que importaba no era lo que presumieras ser, sino
quien sos realmente. Aún con aquel desliz, fui integrado como todas las demás
personas.
Esos colectivos se integraron para hacer una
puesta en el centro que trastocara en la conciencia colectiva el debate sobre
la religiosidad de este país. No asistí, pero me contaron que fue una especie
de vía crucis contestatario por las calles capitalinas del centro, acción que
tuvo varias reacciones por parte de la población. En ese mismo contexto se hizo
una presentación en el parque San José y luego se invitó a quienes quisieran, a
entrar a La Casa Tomada a reflexionar sobre lo que habíamos visto. Para finalizar
Braulio Soto, nos compartió parte de su música de su álbum “Viaje de Vida”,
disco que aún conservo. Aquella experiencia me dejó invitado para siempre.
La amistad con las y los chicos del colectivo
perduró y perdura hasta el día de hoy. Toda vez que he tenido oportunidad he
llevado gente para que conozcan esa propuesta. Siempre queda un sentimiento de
admiración de ver cómo un grupo de jóvenes ha tenido la voluntad y capacidad de
haber convertido un edificio abandonado y en ruinas en un espacio para la creación
y expresión artística. De cómo se puede hacer –con mínimos recursos- una fuente
para la promoción y el desarrollo de las artes. Trabajando también con niños y
niñas quienes antes de participar de aquel espacio quizá creyeron que las artes
era exclusividad de las élites.
Todo aquello me permitió un eventual ser cómplice.
A veces presentando un libro, a veces leyendo un poco, otras escuchando alguna
amena charla. Un tiempo hasta discutimos tener un diplomado en línea con la
gente del CELAPEC (Centro Latinoamericano de Pensamiento Crítico), pero siempre
estuvo la dificultad de no contar con energía eléctrica mucho menos con
internet. Lo bueno es que siempre ha habido ideas.
La energía que han irradiado estos chicos
permitió la apertura del Centro de Artes Hermanos Aguilar y el Café Maktub como
espacios independientes y mucho después algunas propuestas estatales que ahora
se consideran un circuito cultural en el centro de San Salvador para demostrar
que aparte de balaceras y robos, hay un montón de personas queriendo demostrar
que en este país también hay vida, alegría, pensamiento por hacer de esto un
lugar vivible.
Ahora aquellos jóvenes enfrentan la
dificultad de que por tener el ideal de crear este espacio, ahora son considerados
usurpadores por una empresa constructora que busca hacer de ese edificio -patrimonio del centro histórico- un edificio para el comercio cualquier mercancía. Ellos -junto a unas familias que tienen años de morar en ese lugar, están en un litigio para que desalojen. Las ansias de
acumulación de los que siempre llegan a joder tienen en vilo un oasis para la
expresión artística. Es una situación difícil sobre todo si uno se pregunta ¿qué
estamos haciendo para no permitirlo? ¿En qué se expresa realmente una política
de promoción de las artes? No sé cuál será el desenlace de esto, pero nos
coloca en un punto en el cual debemos discutir seriamente sobre nuestra postura
–que no es pose- sobre la necesidad de convertir a la Casa Tomada del Centro
como un símbolo y expresión de que es necesario un cambio en las prioridades
del trabajo con la juventud.
A lo mejor esto no les resuelve a ellos. Pero
en algo hay que pensar.
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