Noviembre uno
Corazones del sol
Vengan, regresen
La casa aguarda
Traigan todas sus
máscaras
Hagamos el círculo
Que no falten las
plumas
Ni la piel del enorme
desollado
Habrá que juntarlo
todo
Llamar al fuego por
su nombre
Mirarnos la boca
negra
Saber del tallo que
nos hiere
Saber de las heridas
Y del río donde se
lavan.
Búsqueda del errante.
Pregunta a las cuevas si recuerdan mi eco
Quizá la noche responda por la oscuridad de mis párpados
O el murmullo de las aguas recuerde mis clamores
Tal vez el pedernal no ha olvidado mi huella
O el bailoteo del polvo y las hojas imiten mi danza.
Pregunta a los gatos por mi rostro
A las mariposas por el capullo de mis huesos
A los árboles por mi sombra
A la muerte sino rompe su silencio la vida
A los tigres si es bueno rondar la memoria
A tu corazón o en su ausencia a las bellotas
Si no es osado preguntar a los que juran callar
Por jugar al exilio conmigo.
Espera
Yo que no tengo
sombrillas para ti
Sólo lluvia
tumultos y barbarie
Te prodigo mi corazón
de obsidiana
Y la palabra del niño
que reverbera
Como el relámpago
encerrado en una piedra.
La luz se arremolina
Renovando está su
piel Latinoamérica
Al crisol de la
memoria están pariendo sus serpientes
pujante avanza lo
quinientas veces añorado
Desde todas las
gargantas
se escuchan los árboles
del fuego
las manos se
encienden
con calor de siglos y
cosecha
Retrocede asustado el
espejismo por su pie
Caen las insignias
del desastre
Y va la mentira
marchita, avergonzada
huérfana de
escondites
Es del sol
Latinoamérica nombrada
A ella le
corresponderle llamarlo futuro
Recoger todas sus
luces y sombras
Servir la mesa del
que sólo tiene
un arma
una bala
una palabra:
Latinoamérica
Avanza, porque su
mano es una, y es la de todos
A una sola voz
nombrada
Y su pie descalzo se
afirma con rumbo de estrella
de cometa
de Albor
de Mañana.
Doce-Caña
Entonces lo
presentimos en el viento, vimos en el cielo
La ausencia de
Cuzcacauhtli, ni un solo Cuzcacuáet por el valle
más tarde sería un
fuego blanco como algodón desprendiéndose
nada lo detenía con
su llanto de semillas
Hiriendo las tardes
de Izalco, de Apaneca, de Guacotecti
Todos sentimos el
estremecimiento de las piedras en Tehuacán
En Apastepeque
escuchamos el rumor de las aguas
Las abuelas
despertaban llorando en Ixtepet
Cihuatán era una voz,
un gemido propagándose de madrugada
Ahuachapán era un
revoloteo, un graznar de pájaros nunca vistos
Éramos un llanto, un
solo llanto.
Ilich Rauda. Nace en San Salvador, el 20 de marzo de 1982. Médico de Familia por la
Universidad de El Salvador. Tiene Estudios de Salud Pública, por el CIES, UNAN.
Miembro fundador del Círculo de la Rosa Negra y del grupo literario Delira
Cigarra. Actual secretario de la Asociación de Médicos Escritores “Alberto
Rivas Bonilla”. Ha publicado: Maíz del
Corazón (Publicaciones Papalotlquetzal, 2016). Textos de este último se
encuentran en la Antología Tzuntekwani
-Cabeza de Jaguar- (Secretaría Nacional de Arte y Cultura del FMLN, 2016).
No hay comentarios:
Publicar un comentario