"No te fatigues nunca más de lo necesario/ aunque tengas que fundar una cultura sobre el cansancio de tus huesos." -Antonin Artaud-
sábado, 22 de diciembre de 2012
martes, 4 de diciembre de 2012
Cuando es ahora que te vas
Cuando la amalgama de unas palabras
ausentes y los puentes mutilados llegan sobre la tarde sin aviso. Cuando un
sueño aprieta la garganta y la voz no cruza la trampa del silencio. Cuando
dices que amanece sin abrir una grieta. Cuando la fisura solo se ve desde aquí adentro.
Cuando es ahora que te vas y no lo imagino.
Cuando aun quedaron pendientes por hacer.
Aquella película que pudo haberte recordado a mí cada noche imposible que ya no
vimos. Cuando prometimos escribir un poema juntos, pero nos daban miedo los
compromisos infinitos. Cuando juraba que no pensaría mucho en ti, ahora que te
vas a buscar tu invierno.
Cuando quise creer que era yo de nuevo.
Cuando no pude ofrecerte más que noches cualquiera para no mezclar destinos.
Cuando un espiral de temas hacía pretender que no terminaríamos de escribir la
historia. Cuando es ahora que te vas y no es seguro nada más que eso.
Cuando escriba desde lo lejos y en tu curiosidad
oculta rías o llores. Cuando se que de eso no podré dar fe. Cuando un murmullo me
de noticias de ti. Cuando quizá el tiempo termine por liquidarnos. Cuando es ahora
que te vas y tal vez lo olvidaremos. Habré de tenerte cerca en cada escalofrío del
tiempo. Si es que el tiempo no se va contigo, cuando es ahora que te vas.
-Erick Barrera Tomasino-
lunes, 3 de diciembre de 2012
la eskalera para la nocturna
Es el claroscuro de tu memoria,
Blanco, negro, negro, blanco.
Disparos de dicotomía.
Son tu pasado y tu presente.
Confrontándose.
Desdoblándose.
Desplegándose.
Frente a vos.
Estás atrapada en el relampagueo,
como si el aire se derritiera.
Es el momento de la imposibilidad,
cuando la realidad
refleja a su antojo
cientos de brillos
-imágenes recortadas-
de aquellas vidas que nos llaman.
-Soledad Castro-
viernes, 30 de noviembre de 2012
Golpes de pájaros enclaustrados
Golpes de pájaros enclaustrados
simulan siluetas de fantasmas nómadas
soles de un octubre visando atemorizadas
los granizos de la luz discordantes.
Vientos que enmarcan palabras precisas
por los muelles de empeños acallados
tu voz, la mía, el ruido del reloj
del calendario.
El caparazón del futuro liado
como una escafandra en mi rostro
impúdico en el secreto
de este miedo al kilometraje,
audacia quien se escapa del destino
como quien la tiene cerca y no la ve.
Ternura apta para estos brazos
que no son de acero
más del fieltro incalculable
que presupongo al despedirme
de tu guiño que se escapa
hasta la próxima, sutil, hipotética.
casi irreal
mirada.
martes, 13 de noviembre de 2012
Puntos
Recuerda, todas las personas
tenemos al menos un punto de vista:
Pero hablando de puntos. Hay
puntos negros, puntos blancos, puntos desteñidos, puntos de colores. Puntos
seguidos, aparte y finales; también hay puntos y comas y hay gomas y punto. Puntos
distorsionados fuera de todo punto, poco serios que parecen asteriscos.
Hay puntos que se multiplican
en el sube y baja de wall street y se inflan en los créditos bancarios. Puntos
que se canjean en cualquier supermercado o por una canasta llena de puntos. Malditos
putos puntos que se atraviesan a la vista confundidos. Puntos estadísticos que
sumados dejan de serlo y se convierten solo en agujeros.
Hay puntos que viajan sobre los
aeropuertos que se creen apuntes. Hay puntos de apoyo y puntos cardinales. Hay
puntos en la mira de un fusil y puntos en el centro de una diana. A donde uno
apunte y dispare, apunte y tome notas, habrá puntuado puntual o impuntual, un
nuevo punto de abordo.
Hay puntos de sutura, que son
los que duelen. Pero también hay puntos de bordado que son los que tejen. Puntos
de inflexión y puntos de inflamación. Hay punto G y punto cero. Puntos de
salida y puntos de llegada. Hay punto rojo y más tarde algún antojo en algún
punto del cuerpo.
Pero a mí, los que más me
gustan son los puntos de encuentro. Esos donde cada noche, buscando nuestros
puntos disfrazados de lunares, nos hacen llegar a un punto en común que atendiendo
a nuestras coordenadas, nos acerca a un espacio específico. Desde el punto de
vista donde se apuntan nuestras miradas.
Erick Barrera Tomasino.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Fiesta Menguante
![]() |
Foto: EBT |
Suena el piano.
Entona notas que evocan angustia, tristeza, amargura, llanto. El piano suena. El
piano ensordece. El piano calla. Solo hay silencio. Silba el teléfono con
gemido monótono, desesperante, fastidioso, una y otra vez, suena un sinfín de
veces. Suena, se calla. Nadie contesta. Y el silencio asoma de nuevo por la
oscuridad con su sonrisa de niño explorador jugando a ser psicópata, ríe y
danza en la más remota esquina de la tiniebla.
El silencio se
parece a la muerte. El silencio es la muerte. Silencio y muerte una sola cosa,
una cosa indescriptible, que va recorriendo al pasividad de la noche. Silencio,
muerte y noche. Qué festín tan grotesco se ha preparado para reunir a estas
tres figuras. Silencio. Noche. Muerte. Y la ventisca sopla con aires de
magnificencia por la grieta de la puerta desplazada.
Nadie en
absoluto se atreve a cerrar y el viento comparte un espacio al cual no ha sido citado.
Se invita con furia, empujando el telón de madera sin preguntar por nada ni por
nadie y se estanca bajo el candelabro que se ejercita en el techo; mientras el
silencio, la muerte, la noche se entremezclan formando un abanico que convida
al viento a sumarse a la celebración. Viento. Muerte. Noche. Silencio.
Los cuatro
jinetes se unen en un abrazo de lealtad. Cuatro inseparables compañeros que si
bien presentan rostros distintos, en esta reunión se han entremezclado
convirtiéndose en una masa cuasi uniforme. Se mueven en sintonía de la música
oculta que gime el silencio y los redobles susurrantes que impone el viento con
galantería nocturna, al compás de los siniestros ojos de la muerte, en un baile
un poco parecido a la decadencia y al glamur.
Pasa el tiempo
con sus mancillas girando discretamente, tanto que asomándose a la ventana la
noche se despide con la claridad de la madrugada, que penetra en la grieta de
la puerta estampada de moho y humedad. Se va la noche, se despide en shock
nauseabundo. La muerte el silencio el viento corresponden con ademán poco
convincente; mientras que el cantar de los pájaros ahogan en trinos
desesperados lo poco que había de paz; advirtiendo que es hora para que se
marche el silencio, tan pronto como la luz ha penetrado; cerrando toda
posibilidad de aire y asfixiando la voluntad del viento que no encuentra su
espacio vital; desvaneciéndose lentamente, pausadamente, en marcial sigilo.
Mientras el silencio y la noche abandonan con marcha fúnebre la habitación clandestina.
No estarán más
la noche ni el silencio ni el viento, cuando en la esperada luminosidad se
encuentre el cuerpo de un hombre con señales de fenecida frialdad.
Es aquí donde
la muerte se percata de su soledad y decide también seguir las huellas de sus
camaradas. Silencio. Noche. Viento. Claridad. Ruido. Calma. Y la muerte escapa
sonriente llevando a cuestas la mejor porción del festín. Mientras el cuerpo inerte
los espera con sutil ansiedad decidido a aparecerse ante sus invitados.
Suena una
campana, la misa va comenzar.
Erick Barrera Tomasino
-Breviario-
miércoles, 31 de octubre de 2012
Paréntesis poético
"Definitivamente estoy triste, pero el cuerpo ávido de ciertas pirotecnias es, sin embargo, cobarde. Ese cuerpo me obligará a quedarme aquí, donde la tristeza crecerá y crecerá hasta agitarme y ahogarme. José dijo una cosa genial sobre este país. Todo el mundo se reía mucho, recuerdo, pero ahora no recuerdo de qué se trataba la broma. Luego, con un movimiento especialmente brusco del culo al levantarme para ir a comprar cigarrillos (acción heroica), tumbé un vaso de cerveza e hice saltar del bolso las pastillas de sacarina de Gisela, que se diseminaron por lo ancho del mundo. Otro de los inconvenientes de beber demasiado. San Salvador no es una ciudad para beber, como Guanajuato o Veracruz, y sin embargo, hay técnicas agotadoras que cumplen su cometido ardoroso como una máquina de guerra. No escribiré más. Mañana, espero. O dentro de trescientos años."
Roque Dalton
-Pobrecito poeta que era yo-
Suscribirse a:
Entradas (Atom)